LA ENCRUCIJADA DEL PRD
Adecuarse a la nueva realidad política y social generada por los resultados electorales del 2 de julio es un imperativo para todos los partidos de México, y con base en esta premisa es que las diferentes formaciones políticas nacionales han emprendido -con formas y alcances muy diversos- un proceso de debate, reflexión y autocrítica no exento de fricciones y desencuentros. Así, el octavo pleno del cuarto Consejo Nacional del Partido de la Revolución Democrática -que tuvo lugar el pasado fin de semana- se inscribe en el esfuerzo por encontrar las vías para que ese partido pueda reforzar sus lazos con la sociedad y recuperar los espacios perdidos en los pasados comicios federales.
Resulta evidente que el PRD deberá emprender un proceso de renovación que, reconociendo los errores cometidos y manteniendo los principios que le han dado sustancia y razón de ser, le permita recuperar la credibilidad perdida y retomar y enriquecer las posiciones políticas y sociales que lo han convertido en referente para millones de mexicanos. Por ello, los trabajos del consejo del PRD -y los que prepararán el próximo Congreso Nacional perredista- tienen especial relevancia y significación: si en el PRD no se asume a cabalidad la responsabilidad por los fracasos electorales, si no se emprende un verdadero cambio para adecuar al partido a la nueva realidad nacional y si no se reconstituyen los liderazgos en torno de figuras de capacidad política e integridad moral incuestionables, será difícil rencontrarse con la ciudadanía y responder a los nuevos retos democráticos del país.
Sin embargo, si bien los desencuentros y las tensiones que se registran en el seno del PRD -y que se evidenciaron durante el pasado fin de semana- son muestra de la pluralidad y la diversidad existentes en ese instituto político, también son signos de las resistencias al cambio y de la defensa de cotos de poder que frenan la necesaria renovación de la estructura y de los liderazgos de ese partido. En este contexto, cabría preguntarse si un Comité Ejecutivo Nacional acotado y que no ha asumido toda su responsabilidad en el fracaso electoral será capaz de conciliar las diversas corrientes perredistas y conducir un esfuerzo de autocrítica e inteligencia política como el que se necesita para renovar y fortalecer al PRD.
Es evidente que sin una dirección fortalecida por el más amplio respaldo de la militancia perredista y de sus cuadros dirigentes sólo se postergará la solución de los problemas de ese partido y se harán más arduos y difíciles los procesos de reforma interna que el PRD requiere para reconstituirse, para ampliar sus vínculos con la sociedad y para desempeñar el importante papel que le corresponde en el nuevo escenario político del país.
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