MARTES 25 DE JULIO DE 2000

* Participaron 16 grupos regionales que ofrecieron sus danzas y rituales


Con la llamada Octava terminó la Guelaguetza

Fabrizio León, Oaxaca. Oax., 24 de julio * Ayer terminó la fiesta de la Guelaguetza en esta ciudad, con la llamada Octava del Lunes en el Cerro del Fortín, en referencia a los ocho días de jolgorio, que inició el 16 de julio.

Esta famosa Octava no es otra cosa que un reventón folclórico en el que participaron 16 grupos regionales con sus danzas y rituales, para después regalar frutas, chocolate, café, pan o flores a su público, cientos de turistas y oaxaqueños que durante dos semanas asisten a una de las fiestas populares más ricas del país.

El sábado por la tarde, frente a la iglesia de Santo Domingo, se reunieron las delegaciones participantes para iniciar el convite. En ese lugar, ejutleños, juchitecos huatleños se juntan para tomar mezcal de excelente calidad, cantar, bailar e iniciar un paseo por el andador Macedonio Alcalá y caminar ante las miradas de cientos de turistas que les acompañan con las palmas de sus manos. Esa avenida recorre el centro de la ciudad de Oaxaca llena de balcones y sabor a chapulines que disfrutan los paladares de los niños, que no paran de jugar con los monigotes de las chinas oaxaqueñas, quienes a la menor provocación salen gustosas al paso de las desmadrosas mujeres de Putla de Guerrero que, con sus sones y chilenas, despiertan, en los que las vemos, el deseo de raptarlas y hacerles la ceremonia que los de Juchitán nos han enseñado, con la representación del matrimonio, que hicieron frente a 15 mil asistentes.

Cuanta mezcla de cuadros indígenas amestizados, que encantan y seducen fácilmente a turistas y oaxaqueños. Eso es lo que pasa en la Guelaguetza, que año con año ofrece dosis de célebres leyendas de doncellas que en otro tiempo fueron sacrificados, dizque porque había sequía o porque eran hermosas. Eso fue hace mucho tiempo... tanto que quizá las historias ya cambiaron, transformación tal vez dada por la mezcla que uno hace de un mezcal de pechuga de barro con uno de Tobalá y regresa al origen de la cerveza, sin haber pedido permiso a los hombres de Monte Albán.

En fin, la fiesta terminó con la Octava en el Cerro del Fortín. Fueron cuatro horas de sones mazatecos, toritos serranos de San Pablo Macuiltinaguis, fandangos mitleños y deliciosos albures de Santiago Pinotepa. Hubo altos volúmenes de color púrpura y aires de trombón, jarabes de Betaza (San Melchor le llaman al pueblo), de una rara danza de Rubios de la zona mixteca, que con sus sonidos de violín asemejan a la música de influencia contemporánea. Cuatro horas de compartir con diablos negros de la costa ídem a Santa María Huazolotitlán, donde han de haber sufrido mucho estos muchachos porque los tratan mal y la gente disfruta, a madres, como chillan y latiguean con la lengua sus encantos.

La Guelaguetza termina con la gracia de la piña. Son las de San Juan Bautista Tuxtepec las que cierran la fiesta del auditorio enclavado en el Cerro del Fortín y desde donde se ve la ciudad de Oaxaca. Son 20 las tuxpeñas, las que bailan alzadito y con una sonrisa de casorio; las que nos tienen nerviosos y brutos a los hombres desesperados por el mezcal de sus labios. Ah! como se tardan en dar la vuelta las mujeres con sus piñas y como el público celebra la Flor de Piña, que da nombre al bailable y que sin duda es la miel del festejo, sólo para que venga la Danza de la Pluma y evoque con sus penachos lo Cuilapan que tiene Guerrero, pero no el estado hermano que se limita con las playas, sino Guerrero Oaxaca, el que nos invita al final de su convite.