MIERCOLES 26 DE JULIO DE 2000

Ť Mantiene una estrecha relación con el poder


Cumple Rivera 5 años al frente de la arquidiócesis de México

Ť Creciente, el apoyo del papa Juan Pablo II al cardenal

José Antonio Román Ť Con una estrecha relación con los hombres del poder político y del dinero, pero también con serias diferencias con una parte importante de sus sacerdotes, los cuales no han visto mejoría en su situación de asistencia social, este miércoles el cardenal Norberto Rivera Carrera cumple su quinto aniversario al frente de la arquidiócesis de México, la más grande y populosa del mundo católico.

En este lapso, en el que ha visto crecer su influencia en todos los ámbitos y niveles religiosos y civiles, el cardenal ha alcanzado prácticamente todo lo que se ha propuesto, desde el posicionamiento de la arquidiócesis y de él mismo en los medios de comunicación, hasta impedir la división de su territorio, la cual se consideraba prácticamente un hecho con la salida de su antecesor, el cardenal Ernesto Corripio Ahumada.

No sólo impidió esta división, que va en contra de los lineamientos que el propio Vaticano ha aplicado con las arquidiócesis más grandes del mundo, sino que el papa Juan Pablo II le ha designado en los últimos años a cinco obispos auxiliares, situación con la que crece su presencia en la misma Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM). Se habla, incluso, de la próxima designación de cuando menos otros dos obispos que le ayudarían en el gobierno pastoral.

A diferencia del cardenal Corripio, quien nunca pudo "controlar" al ex abad de la Basílica de Guadalupe, Guillermo Schulemburg, a Norberto Rivera le bastaron unos cuantos meses para trazarle rápidamente su destino: su renuncia. Esta fue acompañada de un fuerte desprestigio y cuestionamiento popular, al hacerse público lo que era un secreto a voces dentro de la jerarquía eclesiástica: las creencias "antiaparicionistas" de quien oficialmente, durante casi 33 años, fungiera como "guardián de la fe guadalupana", viviendo de ella en la forma tan ostentosa como lo hacía.

En el fondo, se dice, en estas diferencias no sólo imperaron la amistad y la "admiración" que Norberto Rivera le dispensa al cardenal Corripio, sino también los recursos económicos que estaban en juego y que durante la gestión de Schulemburg "nunca hubo claridad". No obstante, hasta la fecha, son unos cuantos, contadísimos, los que conocen a ciencia cierta la cantidad que llega a las alcancías de la Basílica de Guadalupe, principal centro mariano de toda América.

Su llegada a la ciudad de México, procedente de una diócesis modesta como lo es la de Tehuacán, con constantes declaraciones y pronunciamientos en contra de la creciente pobreza, el desempleo, la injusticia social, la inseguridad y el sistema neoliberal, puso en entredicho los diagnósticos iniciales que resaltaban el carácter conservador del nuevo arzobispo.

Por ejemplo, en la misma toma de posesión, ese 26 de julio de hace cinco años, el cardenal convocó a toda la sociedad a "rehacer la unidad" y trabajar conjuntamente en los grandes ideales de la nación, para que el "país no se deshaga en nuestras manos". Y en la conferencia fue más allá: alertó contra las "luchas fratricidas", la violencia y la "descomposición social".

El 2 de julio de 1995, en una amplia entrevista con La Jornada en la ciudad de Roma, días antes de recibir de manos del Papa el palio arzobispal, señaló: "La crisis política que vive el país es producto de fuerzas y grupos extraños que pretenden regresar al pasado y aplastar los firmes anhelos democráticos expresados ya por la sociedad".

Sin embargo, ese perfil se fue desvaneciendo con el paso de los meses, y su cada vez más visible cercanía con los grupos más conservadores de la Iglesia, como los Legionarios de Cristo, y su estrecha relación con políticos y empresarios, misma que es cuestionada en privado por un sector importante de su presbiterio.

Hoy, incluso, se le identifica como una de las cabezas visibles del llamado grupo de Roma que, junto con el ex nuncio Girolamo Prigione y el cardenal Juan Sandoval Iñiguez, tuvo serias diferencias con los obispos San Cristóbal de las Casas, Samuel Ruiz y Raúl Vera, por el trabajo pastoral que ahí se puso en práctica. A Rivera se le menciona también como un fuerte promotor en el Vaticano no sólo para que ambos obispos dejaran esa diócesis rivera-norberto-jpg chiapaneca, sino también para que el nuncio Justo Mullor fuera removido de su tarea al frente de la nunciatura apostólica. Ambas cosas, en menos de dos meses, se produjeron.

En Roma, a propósito de esta "gestión" del cardenal Rivera, se dice que en la época de Justo Mullor en realidad había en México cuatro nuncios: el cardenal Rivera, el ex nuncio Prigione y el padre Marcel Maciel, fundador de la orden de los Legionarios de Cristo, con quien Rivera mantiene una estrecha relación. Sólo un dato de esta amistad: el festejo de la imposición cardenalicia a Rivera, en febrero de 1998, se realizó en la casa de formación de los Legionarios en Roma, organizada por el mismo padre Maciel.

Bernardo Barranco, miembro del Centro de Estudios de las Religiones en México, señaló que a su llegada a México, el cardenal Rivera enfrentaba varios retos, entre los cuales citó los limitados recursos que, ante las dimensiones de la zona metropolitana, hacen parecer ridículos los medios arquidiocesanos disponibles: más de mil templos con poco más de 500 sacerdotes seculares y cerca de mil sacerdotes religiosos.

Pero este problema lo intentó resolver el cardenal Rivera hace tres años, cuando decretó que todas los templos y parroquias de la arquidiócesis debían otorgar obligatoriamente a la curia 10 por ciento de los ingresos netos, situación que generó una gran inconformidad entre el senado presbiteral, y cuyas diferencias debieron resolverse ante la Santa Sede. Hasta antes de este decreto se entregaba un porcentaje similar, pero una vez resueltos los gastos propios de los templos. Hoy es neto.

Para muchos de los sacerdotes y religiosos, esta decisión del arzobispo Rivera "abre la puerta a la corrupción", pues nadie más que el cura o párroco conoce los ingresos que recibe cada iglesia. "Es relativamente fácil reportar una cantidad que no es la exacta".

El arzobispo Rivera, con 58 años de edad, es también uno de los cardenales que más buscan los medios de información italianos para entrevistarlo. Con frecuencia, en esos mismos medios y agencias, es candidateado como uno de los cardenales latinoamericanos que podrían tener alguna posibilidad de llegar a ser sucesores de Pedro. Sin embargo, para muchos otros, sólo forma parte de un grupo que en Roma encabeza el cardenal colombiano Alfonso López Trujillo, presidente del Pontificio Consejo para la Familia y cercano colaborador del papa Juan Pablo II.

Lo real es que tanto en Roma como en México, la influencia del cardenal Rivera esta en ascenso, y que lo llevaría en noviembre próximo a competir por la presidencia del Episcopado Mexicano para el trienio 2000-2003. No obstante, en caso que no lo lograra, ante la relección del actual presidente Luis Morales Reyes, el arzobispo primado de México tarde o temprano llegaría a ocupar dicho cargo.

Hay que recordar que todos los obispos, arzobispos y cardenales deben presentar su renuncia al Papa a la edad de 75 años de edad, es decir, Rivera debe presentar su renuncia el 6 de junio del año 2017.