MIERCOLES 26 DE JULIO DE 2000
Ť Alejandro Nadal Ť
Dolarización: Ƒsolución mágica?
El gobernador Vicente Fox, a su regreso de viajes por Hong Kong y Argentina declaró estar muy bien impresionado por el desempeño de los consejos monetarios de esas economías. "Sería algo interesante para México", declaró Fox. (Financial Times, 1-II-99).
Lo mismo piensan Robert Mundell, premio Nobel de economía, y Rudiger Dornbusch, profesor del MIT. El segundo aconsejó a Fox hace una semana usar la "bala de plata" del consejo monetario y la dolarización para resolver todos los problemas de México.
El consejo monetario es una institución que sustituye al banco central y mantiene fijo el tipo de cambio al emitir billetes sólo a cambio de la moneda de reserva (por ejemplo, dólares). La tasa de interés y la oferta monetaria están así totalmente determinados por el saldo de la balanza de pagos, mientras que el tipo de cambio está fijo definitivamente. Se supone que la ventaja es la eliminación de la intervención política en el manejo de la política monetaria.
La dolarización se produce cuando un país decide eliminar su moneda y adopta la de los Estados Unidos. Las autoridades económicas de ese país deberán tener las reservas necesarias para convertir la base monetaria circulante (monedas y billetes en poder del público y en depósitos bancarios) a dólares.
En México, la base monetaria es de aproximadamente 140 mil millones de pesos (billetes y monedas en poder del público y en depósitos bancarios). Al tipo de cambio corriente esa base monetaria es de aproximadamente 15 mil millones de dólares. Las reservas netas del Banco de México alcanzan aproximadamente 29 mil millones de dólares, suficiente para sustituir los pesos por dólares.
Tanto el consejo monetario como la dolarización, fijan el tipo de cambio. Desde ese punto de vista es cierto que eliminan la incertidumbre sobre la paridad cambiaria. También habría ventajas para los agentes cuyas operaciones son en dólares. Sus costos de transacción serían recortados de manera significativa. Finalmente, la inflación se reduce si la paridad se fija en niveles bajos que le permiten desempeñar su papel de ancla nominal del nivel general de precios.
Pero la hipoteca a pagar por el consejo monetario y la dolarización es muy elevada. El problema más serio es que se impide utilizar el tipo de cambio para amortiguar el impacto de los desequilibrios externos. Si el déficit en la balanza comercial aumenta, un tipo de cambio flexible permite realizar un ajuste en precios relativos que reduce el desequilibrio. Si se presenta un deterioro en los términos de intercambio de la economía mexicana con el resto del mundo, el tipo de cambio flexible permite reducir el impacto. De lo contrario, el ajuste debe hacerse internamente vía la caída de los salarios, con todas las consecuencias negativas que eso entraña.
El consejo monetario y la dolarización implican que la política monetaria deja de tener un papel anticíclico: en lugar de que la restricción monetaria se afloje en tiempos adversos, la oferta monetaria se hace más restrictiva. Y en tiempos de bonanza, la oferta monetaria se expande.
Si se establece un consejo monetario o se adopta la dolarización, México tendría la política cambiaria y monetaria de Estados Unidos. Pero ni la economía mexicana, ni su estructura de comercio exterior, responden a las necesidades de la economía estadunidense.
El flujo de capitales hacia Estados Unidos provocó la apreciación del dólar frente al yen, las monedas europeas, y más recientemente el euro. El peso mexicano ha estado vinculado firmemente al dólar estadunidense, como resultado, también se apreció frente a esas monedas. Eso ha agravado el fuerte déficit comercial de México frente a Europa y Japón.
Según el gobierno en México, se tiene un tipo de cambio flexible. En realidad se sigue un sendero de tipo de cambio semifijo. El uso del tipo de cambio como ancla para abatir la inflación, y el reclamo de estabilidad cambiaria por parte de los capitales que se colocan en títulos denominados en pesos, son los dos más poderosos factores que imprimen rigidez al tipo de cambio y que provocan la sobrevaluación cambiaria.
Vicente Fox no ocultó su entusiasmo por una medida como el consejo monetario. Quizás también está interesado en la dolarización. Pero debe saber que ningún problema estructural de la economía mexicana se resolvería con estas medidas. Haría bien en estudiar de cerca la experiencia de Argentina, que tiene un consejo monetario desde 1991 y no ha podido evitar su segunda gran recesión en diez años. O la de Ecuador, en donde a medida que avanza la dolarización, esta receta se desdibuja como solución mágica.