MIERCOLES 26 DE JULIO DE 2000

 


Ť Emilio Pradilla Cobos Ť

El balance en el PRD-DF

Las miradas de todos, incluidos los perredistas, se han centrado en el debate sobre el futuro del PRD nacional, de crucial importancia para el futuro de las fuerzas democráticas y de izquierda ante la derrota del 2 de julio y la llegada de los neoconservadores al Poder Ejecutivo nacional. En cambio, poco se habla del PRD en la capital y su necesario replanteamiento que, como en todas las entidades federativas, debe acompañar al proceso nacional. En el caso del DF, la necesidad es aún mayor, porque es la entidad más importante, económica, política y demográficamente, que gobierna el partido, y porque, aunque se conservó el gobierno, se perdió la mayoría en la Asamblea Legislativa y cinco importantes delegaciones, y se redujo en 10 por ciento la votación en relación con 1997.

El debate sobre el balance y la reestructuración del PRD-DF no debe seguir el mismo camino que a nivel nacional, donde ha dominado la discusión sobre aspectos organizativos y del cambio de dirección, importantes sin duda, pero subordinados a la discusión sobre la política futura de la organización; el tema central a resolver, íntimamente ligado al balance de lo ocurrido en los últimos tres años en el partido, el gobierno, la Asamblea Legislativa y el proceso electoral en el DF, es con qué política se enfrentará, en el corto y mediano plazos, a las nuevas circunstancias de la sociedad y de la correlación de fuerzas en el país y la capital.

Los cambios en la realidad económica y social capitalina, en la forma como los actores sociales se la representan y se relacionan con la política, ocurridos en los últimos 20 años, y los alcances y límites de las propuestas del partido y las acciones de su gobierno en los últimos tres años, en su relación íntima con lo sucedido en el país, deberían ser el núcleo central del debate, para replantear el proyecto de ciudad que se propone a los ciudadanos y el eje sobre el que giren los demás planteamientos políticos y organizativos. El PRD-DF debería cuestionarse sobre si ha dado una respuesta democrática y de izquierda adecuada a estas realidades y a las necesidades y aspiraciones reales de los ciudadanos, e iniciar su replanteamiento conjugando el debate interno --muy cerrado en la práctica-- con la participación de infinidad de voces de las organizaciones y movimientos sociales y políticos y los intelectuales que aunque no militen en el partido, se sienten o, sobre todo, quisieran y podrían sentirse representados por él, en el futuro, si el partido cambia.

Este replanteamiento de mediano plazo es el que puede dar elementos claros sobre la política a seguir ante los gobiernos neoconservadores panistas y foxistas, en el gobierno federal, las delegaciones del DF y los municipios conurbados, y su mayoría en la Asamblea Legislativa; y ante los gobiernos priístas del estado de México e Hidalgo, con los que se comparte la gestión de la Zona Metropolitana. Allí también engarzarían las propuestas sobre el quehacer legislativo en las nuevas condiciones, y sobre el futuro de la inconclusa reforma política para la metrópoli. Las conclusiones del debate tendrían también impacto sobre el programa de gobierno para el DF en los próximos seis años, y la propuesta partidaria para recuperar en el 2004 los espacios perdidos, como resultado de la convergencia de la acción autónoma de gobierno, legisladores y partido, a partir de una nueva y más precisa orientación política. Parece evidente que tanto la política como la organización y la acción práctica deben incluir a todos los sectores y movimientos sociales que son la mayoría de la población: sindicatos obreros y de empleados, organizaciones campesinas, populares y territoriales, maestros y estudiantes de todos los niveles, jóvenes, mujeres, jubilados y personas de la tercera edad, minorías, ambientalistas y expresiones de la diversidad, etcétera.

En este contexto, parece necesario y urgente redefinir la concepción del partido, su estructura y dirección, para que respondan a la política: dejar atrás la organización basada sólo en los movimientos y líderes territoriales, grupos de interés que no son corrientes políticas reales, cuotas de puestos para adherentes a ellas, prácticas corporativas, clientelares y de gestoría. La tarea sería reconstruir la política, la organización, la dirección y la práctica del partido, con toda la sociedad y desde abajo; sería lamentable desperdiciar la coyuntura actual, dolorosa, haciendo mucho ruido y cambiando para que todo siga igual.