MIERCOLES 26 DE JULIO DE 2000

Ť PURASANGRE

Andreu Martín dispara de nuevo

1. Sin duda es el mejor de los escritores en lengua castellana que en su momen ANDREU to se dedicaron a la novela policial y luego a la narrativa de la violencia. Prolífico y prolijo, Andreu Martín llega de nuevo a México no obstante la extraña conducta de los varios sellos editoriales que abarcan su obra y que no han hecho nada para distribuirla aquí. Esta vez circula entre nosotros la novela Mentiras de verdad (Madrid, 2000, Ediciones Siruela, 190 pp.), lo cual abre tres posibilidades de lectura.

2. La primera es la que abarca el trabajo del prosista e implica: Andreu ha hecho novela dedicada especialmente a lectores adolescentes, lectores adultos y primeros lectores. De los tres grandes grupos en que se divide la cincuentena de sus libros, Mentiras de verdad cae en el primero. Lo cual quiere decir que, por ejemplo, los siete libros que conforman la saga de Flanagan, no se han leído aquí, no importa que hayan aparecido bajo otro sello editorial. O sea, que de poco sirve unir a la literatura contemporánea de aventuras, la pedagogía juguetona del escritor. Si no se han leído las siete de Flanagan, menos se va a leer Mentiras de verdad... Salvo que el lector acuda a la cita sin promoción de por medio.

3. La segunda lectura tiene que ver con la evolución del autor. Algo simple de enunciar pero difícil de aceptar por sus seguidores que se cuentan por legiones: Andreu Martín, el duro, negro, pétreo y helado para describir los más sórdidos crímenes, ha encontrado otro camino estético al acercarse, digamos, al bien. Su nueva novela tiene un protagonista adolescente, casi niño, que gusta del bien, aunque para ello le sea menester vivir el mal. El autor cruel por antonomasia atraviesa por un lapso, ya de varios años, de pacifismo. Y esto, sin promoción, lo sabe el lector.

4. Reflexiona el personaje protagónico de Mentiras de verdad: ''Si no nos gustaba el mundo que estábamos a punto de heredar de nuestros padres, nos tocaba a nosotros transformarlo, no valía decirles a los adultos 'Vosotros lo habéis estropeado, exigimos que nos lo entreguéis en perfectas condiciones'. Nos tocaba a nosotros pagar la reparación. Y los que nos debían enseñar a construir el futuro ya habían demostrado su incapacidad: quedaba claro con los Vietnams, las Biafras, las luchas raciales, las guerras santas, las experiencias atómicas y la educación sexual que constaban en su testamento. Qué miedo. Qué vértigo". La tercera lectura es: la generación venidera, que anda ahora por los 15 años, se las verá negras si se entera y peores si no lo hace. Para leer, eso de la promoción editorial no funciona. Sirve para vender, pero no es el caso y los lectores, afortunadamente, lo saben.

Ť César Güemes Ť