En una muestra, iconografía que fue considerada herética
Imagen que escapó a la Inquisición
Merry Mac Masters * No obstante que fue prohibida en el siglo XVII por la Iglesia católica, la representación trifacial de la Trinidad, en la que de un solo rostro de Cristo se derivan dos más al adicionarle dos bocas, dos narices y dos ojos, llegó a reproducirse en la Nueva España. Varios ejemplares de esta iconografía, juzgada ''herética" además de ''absurdísima y monstruosa", por alguna razón incomprensible escaparon de la destrucción inquisitorial y llegaron a nuestros días.
En su ensayo Cristo: la segunda persona de la Santísima Trinidad, la investigadora María del Consuelo Maquívar aventura el motivo por el que los artistas, y los que demandaron las obras, no se ajustaron a los ordenamientos eclesiásticos: ''Me atrevo a decir que no fue deliberada esta actuación, sino que fue por desconocimiento de los modelos aprobados y, desde luego, por no estar al tanto de las disposiciones pontificias".
Un óleo anónimo del siglo XVIII, intitulado Santa Faz Trifacial, con clara alusión al paño de Verónica y perteneciente a la colección del Museo Nacional del Virreinato de Tepotzotlán, se incluye en la exposición Parábola novohispana. Cristo en el arte virreinal, que alberga el Palacio de Iturbide. A su lado, la singular imagen vuelve a aparecer, aunque ya no en un papel protagónico y sin sangre, en el óleo Santísima Trinidad, también de autor desconocido.
Al parecer dicha iconografía se deriva de la tradición anterior de las Trinidades antropomorfas, nombre atribuido a estas imágenes porque, ''en vez de la paloma, se figura con forma humana al Espíritu Santo", que también ha motivado serias discusiones, escribe Maquívar en el capítulo que integra el libro/catálogo homónimo de la muestra. Para algunos estudiosos, anota la especialista, la representación trifacial puede tener sus antecedentes en las deidades euroasiáticas que se conformaban con tres cabezas. Y para los siglos XIII y XIV, los artistas europeos ya quisieron ver en el llamado Vultus triforns la figura más idónea para mostrar a la Trinidad, ''a pesar de su apariencia monstruosa".
Por lo visto, las imágenes trifaciales siguieron produciéndose no obstante la condena de que fueron objeto por el pontífice Urbano VIII, en el siglo XVII. En un decreto del papa Benedicto XIV, en 1745, se abordó de nuevo el problema y éste, apoyándose en su antecesor, las declaró ''proscritas". Con base en lo anterior, Maquívar concluye que dicha iconografía ''no sólo era inadmisible por sus reminiscencias de deidades paganas y por su carácter 'diabólico', sino también por su apariencia antiestética, indigna de representar al Dios uno y trino".
Los tiempos cambian. Lo que antes podría haber sido ofensivo, con el paso de los siglos adquiere otros valores. La exposición partió de una idea del cardenal Norberto Rivera Carrera con motivo de las celebraciones del Jubileo del año 2000, propuesta a la Comisión de Arte Sacro de la Arquidiócesis de México, que a su vez la propuso a Fomento Cultural Banamex.
El arzobispo acudió incluso a su inauguración el pasado 4 de julio. Rivera Carrera apreció las 120 obras maestras que la integran y escuchó la explicación de los curadores Elisa Vargaslugo, del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, de Jaime Morera y del padre Jorge Armando Ruiz Castellanos, presidente de la Comisión de Arte Sacro.
El cardenal supo que más de 30 obras fueron restauradas para la muestra, que contó con un presupuesto de un millón 250 mil pesos.
A su vez, un conocido coleccionista --especializado en arte moderno-- confirmó la calidad de la muestra al comentar que ninguna pieza sobraba. Entre esas obras maestras, en su mayoría pinturas, si bien hay esculturas, objetos de plata y bordados, se imponen tres piezas. En primer lugar, la escultura anónima El Señor del Cacao, realizada con pasta de caña, policromada y encarnada, que data del siglo XVII, proveniente de la Catedral Metropolitana de la ciudad de México. De allí también es El Santo Niño Cautivo, del siglo XVII, talla en madera policromada, atribuida a Juan Martínez Montañés. La tercera obra es El Señor de Santa Teresa, del siglo XVI, realizada en pasta de caña, que viene del convento de Carmelitas Descalzas de San José, en la ciudad de México.
(Hasta el domingo 23, la muestra, cuya entrada es gratuita, había sido visitada por 29 mil 29 personas. El Palacio de Iturbide se ubica en Madero 17, Centro Histórico.)