VIERNES 28 DE JULIO DE 2000
* Alberto J. Olvera *
La sociedad civil y la transición política
La confusión frente a los efectos de la alternancia lograda el 2 de julio no se limita a los partidos políticos derrotados. Los diferentes actores sociales encuentran difícil la definición de una estrategia para posicionarse en el nuevo contexto político. Es urgente que la sociedad civil reaccione, porque los actores políticos viven una parálisis que de no remediarse a corto plazo puede derivar en síntomas de ingobernabilidad. En la medida que el PRI y el PRD se enfrentan a difíciles procesos de reflexión y reorganización interna, el grupo foxista y el PAN no tienen con quién negociar la agenda de la transición. Muy a pesar de lo que afirman algunos politólogos, la transición a la democracia está apenas en una fase intermedia. Se ha logrado la alternancia en el poder, pero no se ha cambiado la estructura del Estado ni su orden jurídico ni sus prácticas. La democracia no puede definirse minimalistamente como meras elecciones libres, sino como un cambio profundo en las re-laciones entre el Estado y la sociedad, lo cual implica un cambio de régimen político y en la correlación de las fuerzas entre actores sociales y políticos.
La transición sin pacto significa un riesgo de ingober-nabilidad si los partidos no son capaces de asumir una posición constructiva de cara a la definición de un nuevo régimen. Ahora bien, esta fase de definiciones constituye una oportunidad para que la sociedad civil pueda avanzar proyectos y programas y abrir nuevos cauces a la democratización de la vida pública. En ausencia de pactos transicionales y de movilización civil, la alternancia puede reducirse a un mero recambio de gobierno.
La sociedad civil mexicana, sin embargo, es bastante débil. Sus componentes populares han llegado al extremo de su debilitamiento. Los sindicatos no han conocido la democracia interna más que en coyunturas excepcionales que hace muchos años se cerraron.
Golpeados además por el ajuste neoliberal, los sindicatos tal vez puedan iniciar un ciclo de recuperación democrática en el futuro cercano, pero por lo pronto sus dirigencias serán un formidable obstáculo a la modernización de las relaciones laborales y a la democratización de su vida interna. Lo mismo puede decirse de la mayoría de las organizaciones campesinas realmente existentes, agrupadas en el Consejo Agrario Permanente (CAP), y que constituyen más el reducto final del corporativismo agrario que un factor de reivindicación campesina. El movimiento urbano-popular ha devenido también en muchos casos en territorio de clientelismo al servicio de los partidos, y una recuperación de su sentido democrático dependerá de la desclientelización de las políticas de desarrollo urbano y contra la pobreza.
El sector de las organizaciones civiles es heterogéneo. Tiene enorme capacidad y potencial en las áreas de derechos humanos, derechos políticos, derechos de las mujeres, de niños y de minorías, salud y educación, ecología y desarrollo sustentable a nivel microlocal, entre otros sectores. Pero en el área de innovaciones en la gestión pública, en el diseño de instituciones de contacto entre gobierno y sociedad que faciliten la participación ciudadana en el diseño de políticas públicas, el monitoreo de ejercicio del gobierno y la rendición de cuentas, el déficit es muy grande, pues se tienen experiencias municipales, pero pocas ideas y experiencia en un plano más general. Por tanto, una agenda compartida de este segmento de la sociedad civil hará énfasis en los derechos, en la legalidad y en la transparencia, y en ciertos aspectos de las políticas públicas, pero no podrá aportar a corto plazo un nuevo proyecto para la democratización integral del Estado.
Más aún, no hay consensos sobre cómo participar en la actual coyuntura política, más allá de que existe disposición de aprovecharla. Emerge el riesgo de que los distintos grupos actúen cada uno por su lado, facilitando la cooptación, propiciando la fragmentación política y organizativa del campo civil, así como su posible partidización o polarización política. Esta situación sería muy lamentable y riesgosa, pues la oportunidad abierta por la alternancia es única y requiere acciones urgentes. La necesidad de una sociedad civil madura es aun mayor dada la paralización de los partidos, y ante todo, de la izquierda, así como por la debilidad política de los sectores populares.
Los meses por venir serán decisivos para la democratización de la vida pública del país. Ojalá los actores políticos y sociales logren asumir la enorme responsabilidad que los ciudadanos han puesto sobre sus hombros.