SABADO 29 DE JULIO DE 2000
Ť Se reunió con los empresarios rusos más poderosos
Putin no investigará las privatizaciones que hizo Yeltsin
Ť Moscú confirma conversaciones con el presidente checheno
Juan Pablo Duch, corresponsal, Moscú, 28 de julio Ť En un primer acercamiento con una veintena de los hombres de negocios más poderosos e influyentes de Rusia, "sin intermediarios", como dijo uno de los participantes del encuentro, el presidente Vladimir Putin disipó las dudas de la élite empresarial sobre su mayor preocupación: no se revisará la poco transparente privatización, origen de sus fortunas, que floreció en los tiempos de su antecesor, Boris Yeltsin.
En la reunión, que tuvo lugar este viernes en el Kremlin, Putin asumió una actitud conciliadora que contrastó con el amago de la ofensiva judicial que había marcado su relación con algunos de los llamados oligarcas, como sigue identificando la prensa local a quienes, al amparo de Yeltsin, llegaron a controlar más de 50 por ciento de la economía rusa.
A cambio, el mandatario esperaría recibir su apoyo para gobernar. Así, Putin exhortó a los dueños de los consorcios más rentables del país a compartir con el Estado una parte de su inmenso poder económico e incluso a no hacer ostentación de su riqueza, algo que -les dijo- "en un país tan pobre como Rusia, no es ético y provoca profundo malestar en la sociedad".
Putin puso el dedo en la llaga al afirmar lo que todos los presentes saben mejor que nadie: "El Estado que tenemos ustedes mismos lo formaron usando muchas veces las estructuras políticas y las instancias de mediación bajo su control".
Propuso no reducir el encuentro a un catálogo de quejas, sino buscar "qué hay que hacer para lograr una relación absolutamente civilizada y transparente" entre el Kremlin y la iniciativa privada. Además, hizo pública su disposición a volverse a reunir para intercambiar opiniones y ofreció crear un órgano consultivo de la cúpula empresarial.
Entre los 21 hombres de negocios convocados, destacan Rem Viajiriev, de Gazprom, el monopolio estatal del gas; Vaguit Alekperov, de la petrolera LukOil; Mijaíl Fridman, del consorcio Alfa; Mijail Jodorkovsky, de la petrolera Yukos; Vladimir Potanin, del consorcio Inter-Ros; Kaja Bendukidze, del consorcio Uralmash; Oleg Kisiliov, del ImpeksBank, y Semión Vainshtok, de la petrolera Transneft.
La reunión fue la presentación en sociedad de los nuevos favoritos: Oleg Deripaska, del consorcio del aluminio Russki Aluminii; Evgueni Shvidler, de la petrolera Sibneft; Yuri Zapol, del gigante de la publicidad Video International y, sobre todo, Vladimir Kogan, presidente del PromstroiBank, de San Petersburgo, uno de los empresarios más cercanos a Putin desde los tiempos en que éste, como vicealcalde, era el máximo responsable del área del comercio exterior de la Ciudad del Neva.
Putin trató de dar la impresión de que el encuentro fue un primer paso hacia la equidistancia con los oligarcas, una de sus promesas electorales. En la relación de participantes, el Kremlin fue particularmente cuidadoso en no incluir a ninguno de los magnates vinculados a la llamada Familia, el selecto grupo que dejó como herencia Yeltsin y que, siempre en la sombra, ha mantenido su situación de privilegio. No hizo falta que asistieran Román Abramovich, Aleksandr Mamut, Valentín Yumashev y los demás integrantes: ahí estaban representando sus intereses Aleksandr Voloshin, jefe de la Oficina de la Presidencia, y varios de sus principales socios.
Lo que no pudo explicar Putin, a pregunta expresa de uno de los asistentes, es por qué Sibneft, la petrolera de Abramovich y Berezovsky, paga ocho veces menos impuestos que cualquier otra empresa del sector, lo que fue documentado recientemente en primera plana por un diario local. "Voy a investigarlo", fue su respuesta.
Se dice que Berezovsky, que está haciendo un extraño juego político propio, no fue invitado, y que se ha distanciado de la Familia. Es probable que así sea, pero también hay que apuntar que hasta ahora, y a diferencia de varios de los invitados de Putin, no ha sufrido el más mínimo acoso de la procuraduría.
Tampoco estuvo presente Vladimir Gusinski, el dueño del grupo de prensa Media-Most, cuya animadversión hacia Putin es tan notoria como recíproca y le mereció cuatro días de encarcelamiento, el embargo precautorio de sus bienes y la prohibición de viajar al extranjero.
Pero Gusinski ya está gozando de la vida en su lujosa residencia en la localidad de Sotogrande, España. La víspera, producto de un pacto que aún no se sabe si guarda relación con la venta de una parte de sus acciones o con el compromiso de atemperar la crítica a Putin, fue exonerado de toda culpa.
La procuraduría cerró su caso por "no haber encontrado indicios de delito" en la privatización de la compañía estatal Russkoye Video, que poco antes era calificada de fraudulenta y sirvió de base para fincar responsabilidades a Gusinski por el desvío de 10 millones de dólares.
Pláticas con Masjadov
La reunión de Putin con los empresarios coincidió con una noticia que podría parecer lo que no es en realidad. Tras decir que "tenemos una meta" -detener la guerra- y que los militares están cansados, el general Víktor Kazantsev representante personal de Putin en el Cáucaso del Norte, afirmó que "se está negociando con Aslan Masjadov (el presidente de Chechenia) y Ruslán Guelaiev (uno de los jefes militares más importantes)".
Kazantsev reveló que los "contactos se están llevando a cabo a través del mufti Ahmad Kadyrov (titular de la administración temporal impuesta por Moscú)", pero el segundo de la oficina del vocero del Kremlin para Chechenia, Konstantin Makeyev, puso las cosas en su lugar al confirmar que las pláticas se centran en un solo punto: "la rendición incondicional de los extremistas".
A menos que haya cambiado drásticamente de parecer, Masjadov exige lo contrario a la capitulación: negociar un arreglo político, que incluya el retiro total del ejército ruso, la creación de una zona desmilitarizada en torno a Chechenia y el pago de compensaciones económicas por los daños causados por la guerra.