SABADO 29 DE JULIO DE 2000
Ť Todo México, serie de la escritora y periodista que llega al tomo seis
Diez mil, número de entrevistas efectuadas por Elena Poniatowska
Ť Incluye charlas con Rufino Tamayo, Carlos Chávez y Jean-Louis Barrault, entre otros
Ť Los que se crean un halo de misterio son deseables y acercarse a ellos deviene ilusión, dice
César Güemes Ť Hace cuentas, medita unos segundos, esboza una sutil sonrisa y dice, como si dijera que llueve: ''Diez mil". Ante esa cantidad no queda más remedio que quitarse el imaginario sombrero: diez mil es el número de entrevistas que Elena Poniatowska ha realizado a lo largo de su vida periodística.
-Es una cantidad muy amplia, Elena. Seguramente no la alcanzaste sólo por dedicación al trabajo.
-Pues no. La entrevista es una forma de vida.
Otra vez la sonrisa suave y una ternura casi maternal en la mirada. Es una mujer que vive para el periodismo y la literatura y no se vanagloria de ello. En su casa, afable, envuelve con las manos un tarro de café. Está a punto de llover. La tarde comienza a volverse noche. Sobre la mesa de centro está su nuevo libro, el motivo de esta conversación, el tomo seis de Todo México. Dentro, el volumen contiene los encuentros de la periodista y escritora con Rufino Tamayo, Jean-Louis Barrault, Carlos Chávez, Paris Pishmish, Silvia Pinal, José Revueltas, Amalia Rodrigues, Arthur Rubinstein, Antonio Skármeta y Víctor Manuel. Y pese a que son ya seis los volúmenes de entrevistas y a que se pueden considerar libros de texto, Poniatowska dice de ellos sin que ni el asomo de una sombra le quite el buen humor:
''Nadie los pela. Nunca han sido presentados. Ha de ser algo de la editorial. Quizá estos libros han cosechado por ahí algún artículo. Pero en general esta serie mía está conformada de volúmenes a los que en los medios nadie les hace caso."
Surtido rico
-No obstante que son casi de historia. En los seis que has dado a conocer hay entrevistas con muchas personas que ya no viven.
-Así es. Pensamos sacar alrededor de 15 volúmenes. Para que no aparezcan todos los que ya murieron, voy metiendo a uno que otro vivo o viva como Gloria Trevi. Hace años me decían que hiciera uno de poetas, otro de músicos, otro de pintores. Pero pensé que a lo mejor a los lectores que les llama la atención mi entrevista con Tongolele, luego se animan a leer la de Borges que está más adelante. De modo que son libros de entrevistas como las cajas de galletas de surtido rico. El Santo aparece al lado de científicos o intelectuales. Y el criterio general es que son personas que han hecho algo por el país, no sólo mexicanos.
-La entrevista puede pensarse como una especie de cacería deportiva: indagar dónde están las personas necesarias, hablarles y en su caso convencerlas de tomar el paso periodístico.
-Es un trabajo a veces detectivesco. A los entrevistados primero los tienes que pastorear y luego pedirles la entrevista.
-Cuando no se conoce en persona al entrevistado sino sólo su obra, hay no más de dos minutos, los iniciales, para seducirlo en el mejor de los sentidos. ƑEstás de acuerdo?
-Sí, uno siempre tiene la esperanza de que las personas entren en confianza y se consiga una buena plática. En general se da, porque ya cuando una persona accede a ser entrevistada es que quiere hablar. Cuando no quieren uno se da cuenta muy fácilmente, te dicen por ejemplo: "Hoy no puedo y mañana salgo de México y regreso dentro de cuatro años". Pero ahora el género es muy socorrido.
''Antes, cuando empecé, las cosas eran muy distintas. Recuerdo que Carlos Fuentes me dijo, ya que se hizo célebre, que iba a cobrar por dar entrevistas porque le par ecía que él trabajaba más que el entrevistador y además corría el riesgo de que no fueran exactamente reproducidas sus palabras. A mí me pareció muy atrevido de su parte pero creo que estaba en todo su derecho."
-ƑTe has quedado con el deseo de entrevistar a alguien?
-A Nelson Mandela, me fascina. Y hay mucha gente a la que me gustaría volver a entrevistar para saber más de ella o porque no quedé satisfecha con la primera vez que nos vimos. Lo que pasa es que ahora ya no me dedico tanto a hacer periodismo. Para mí la entrevista ha sido mi escuela. Las personas de quienes más aprendí fueron Alfonso Reyes, Siqueiros, Rivera, Paz y toda la gente que me daba una entrevista. Por mi lado me hacía amiga de ellos, después me invitaban a comer y se establecía un trato más cercano, más amistoso. Siento que le debo todo a la entrevista.
-Gabriel Zaid es el equivalente a una medalla olímpica para las personas que ejercen la entrevista. ƑHas intentado buscarlo con fines periodísticos?
-Con él he hablado muchas veces y lo quiero y lo admiro. El me ha dado buenísimos consejos. Ha evitado muchas veces que yo meta la pata. Pero si publicara lo que él me dice en confianza o si utilizara la menor de las frases que me ha dicho, sentiría que lo traiciono. Y no estoy dispuesta a perder su amistad.
-Justamente porque no concede entrevistas, pese a que su trabajo despierta una gran cantidad de preguntas, el personaje de Zaid se torna más apetecible.
-Bueno, toda la gente que crea en torno a sí un misterio es deseable. Se vuelve una ilusión acercarse a ellos. Recuerdo lo importante que fue, por ejemplo, quitar el velo que escondía a la persona que firmaba B. Traven. Hay seres que deciden guardarse a sí mismos como un secreto y tal vez no lo hagan con la intención de que eso los vuelva famosos. Quizá les estorba la idea de la fama.
-ƑHay alguien que te haya dicho que no a la posibilidad de una entrevista?
-Sí, cómo no, una tía que también se llamaba Elena. Era una señora guapísima y muy linda. Me dijo que no me daba la entrevista porque las personas de bien aparecían sólo tres veces en un periódico: una línea el día que nacen, otra línea cuando se casan y una más en la fecha de su muerte. Tres líneas en total. Y que sólo las vedettes o las encueratrices aparecían en los diarios. Cuando comencé, en el 53, esa idea estaba muy difundida. Si alguien aparecía en un periódico era porque quería vender algo o porque era al menos contrabandista.
El disco de los políticos
-ƑA Goyo Cárdenas nunca lo entrevistaste?
-No, pero lo vi en Lecumberri. No quise. Lo mismo vi a Ramón Mercader, el asesino de Trotsky, que se dedicaba a arreglar todos los radios de la cárcel, era muy bueno para eso. Al Goyo ni siquiera le di la mano, a Mercader sí pero porque no sabía quién era. Ya después casi me la quería cortar. Alguien que asesina por la espalda me parece deleznable.
-ƑTe ha correspondido hablar periodísticamente con personas que se dediquen a actividades ilícitas?
-Más bien me ha tocado hablar con personas en la cárcel. Fui mucho a trabajar a Lecumberri desde el 58. Me encontré con un cantante que le puso una bomba a un avión y a hablar con muchos presos de toda índole. Yo tuve gran simpatía por un grupo de ellos a los que se les llamaba los conejos. Eran reincidentes que con una gran sonrisa aceptaban que les iba mejor en la cárcel que fuera de ella.
-ƑA quién no entrevistarías?
-A los políticos. Tienen un disco por dentro, les preguntas y dicen siempre lo mismo. Cuando me inicié sí me les acercaba para entrevistarlos pero es algo que dejé hace mucho tiempo. Borro para siempre de mi lista a los políticos. Aunque me hubiera fascinado entrevistar a Willy Brandt o a Olof Palme o a Gorbachov en el momento de la perestroika.
-ƑPor qué no las hiciste?
-Porque antes no había periódicos que te pagaran el viaje a Africa o la Unión Soviética. Ningún diario me ha pagado jamás un viaje fuera de México. Me invitan al extranjero algunas universidades, pero no por razones laborales. El único que me envió una vez a Acapulco fue Novedades, para un encuentro entre Eisenhower y López Mateos. Y me acuerdo que me dieron una suma raquítica de la cual regresé más de la mitad.
-Si te pido que hagas un ejercicio de autocrítica, Ƒqué responderías?
-Una vez, cuando trabajaba en cierto periódico nos hicieron a todos una crítica. A mí me pusieron un gancho de ropa con un papel de baño que estaba desenrollado y llegaba hasta la calle. Me dijeron que yo escribía y escribía y no dejaba jamás de preguntar. Pero actuaba de esa forma porque pensaba que de dejar algo fuera el entrevistado se ofendería. Entonces me desgastaba y me veía exhausta con todo aquello. Cuando no se usaban las grabadoras de caset y esas digitales no eran más que un sueño, era menos cansado porque sólo anotaba lo más interesante y me permitía hacer mucha descripción del ambiente.
-ƑQué habrías sido si no fueras periodista?
-Cantante de cabaret.
-ƑDe plano?
-De plano.