DOMINGO 30 DE JULIO DE 2000
Cuba, Estados Unidos y la izquierda
* Guillermo Almeyra *
La revolución nacionalista y antimperialista de los "barbudos" duró ya 41 años. Nunca fue socialista, pues no lo eran los combatientes del Moncada, ni los de Sierra Maestra (salvo contadísimas excepciones), ni socialista se declaró el pueblo cubano hasta que supo una mañana, por radio y por boca de Fidel Castro, que la isla, para responder a los ataques imperialistas, se había hecho "socialista". El "socialismo", a partir de entonces, fue en realidad una expresión de la voluntad decidida de la gran mayoría (no de todos) los cubanos, de seguir siendo independientes y soberanos, y del consenso con la política antimperialista del gobierno castrista, pero no con todas las posiciones (o con la mayoría de ellas) en el campo teórico o económico ni mucho menos, con el modelo de los países de Europa oriental. Ese "socialismo" cubano obtuvo en realidad su fuerza, precisamente, del no ser "socialista" a la soviética (o sea, de ser esencialmente un movimiento de liberación nacional) y tiene su talón de Aquiles, por el contrario, en la subsistencia en la isla de varias de las características principales del régimen burocrático antisocialista que aparecía ante el mundo bajo el nombre de "socialismo real". O sea, en particular, del verticalismo, apoyado en la teoría de que, en un régimen que se daba como objetivo la futura eliminación de las clases, sólo podía haber un partido, representante único del proletariado por derecho divino, y el Estado debía reforzar su intervención (y no "comenzar a agonizar" remplazado por la autogestión generalizada). También, por supuesto, de la permanente ausencia de cualquier autocrítica pública de una dirección ųque, además, se renueva poco y sólo mediante cooptaciones y purgasų aunque debido a su voluntarismo, su pragmatismo, sus carencias políticas y teóricas, cometía terribles y costosísimos errores, el peor de los cuales fue la idealización de líderes tan poco "socialistas" como Jruschov, Breznev y seguidores o Siad Barre (en Somalia), Haile Mariam Mengistu (en Etiopía) y sus similares o el apoyo a "antimperialistas" como los dictadores militares argentinos durante la guerra de las Malvinas o a los presidentes priístas.
Cuba, sin embargo, sigue resistiendo gracias a los brutales ataques constantes y al bloqueo de Estados Unidos que hacen cerrar filas a los cubanos, en defensa de su independencia, como se vio en el caso del niño balsero. El consenso que goza el régimen cubano no le viene tanto de sus esfuerzos reales y desesperados por mejorar la economía sin lesionar profundamente los derechos y las conquistas de la mayoría de la población sino, sobre todo, del nacionalismo antimperialista y también de la conciencia difusa de que la caída del régimen convertiría a Cuba en un Panamá o un Puerto Rico o una Rusia y, por lo tanto, es indispensable defender las conquistas de la democracia económica que aún subsisten a pesar de que no existe una democracia política (porque no hay libertad de expresión, de reunión, de organización, de circulación de las personas) ni una democracia social (por el creciente aumento de la burocracia y de las desigualdades sociales).
En esta situación, la izquierda mundial debe estar sin duda junto al pueblo cubano en la defensa de su autodeterminación y su soberanía, en la exigencia de acabar con el bloqueo, y en la defensa de lo que queda de las conquistas sociales de la revolución de 1959-62. Pero también debe diferenciarse, si fuese necesario, de las políticas concretas del gobierno cubano y, en particular, de su pragmatismo. Una izquierda mundial que quiera ayudar a Cuba a resistir debe discutir qué es para ella el socialismo, y por qué el "socialismo real" fue funesto y sus seguidores se engañaron o fueron cómplices de los crímenes del mismo. Debe, igualmente, criticar lo que debilita al país frente al imperialismo o le impide encontrar más aliados en otros pueblos, y recordar el resultado atroz de su paternalismo y seguidismo ante los sandinistas nicaragüenses, "para no debilitar el campo revolucionario" o de su silencio frente a las direcciones de otros movimientos de liberación en Africa o en América Latina. Cuba está hoy en un momento muy difícil, porque depende, en realidad, de la barrera al libre comercio y a la ideología capitalista que pone Estados Unidos con su bloqueo, al igual que de la disciplina de un equipo construido en torno a los hermanos Castro. Ambas cosas son inestables y la construcción de una defensa cultural y política creíble y eficaz contra los efectos del neoliberalismo para cuando EU levante el bloqueo va de la mano con la participación política de masas para construir desde abajo una dirección sólida, no burocrática, democrática y socialista para cuando Fidel desaparezca. *