DOMINGO 30 DE JULIO DE 2000

Jimmy Cliff


En el Monumento a la Revolución, canto de hermandad y amor

cliff-jimmy-jpg Y la revolución se hace realidad, ante su monumento. Al coro de "peace and love" la banda rasta de México se une al corazón jamaiquino de Jimmy Cliff para ser una sola voz, un solo canto de libertad, justicia y vida.

En comunión, el viernes a las cuatro y media de la tarde, espíritu y cuerpo sueltan las amarras cuando los graves de un bajo marcan la entrada de Jimmy Cliff, el maestro y heredero, a un tiempo, de Bob Marley. La "leyenda viviente" inicia fuerte y esperanzador: You can get it if you really want.

El ambiente caldeado desde mediodía por La Comuna, Los Rastrillos y Los Yerberos ųimpulsores del movimiento rasta en Méxicoų se torna en hervidero multicolor cuando Cliff inicia su revolución: la de la conciencia y el amor.

Con tres cuartos de plaza llenos, Jimmy Cliff denuncia lo que para nadie es secreto pero que para muchos parece convertirse en un estado natural: demasiada corrupción, demasiada contaminación, demasiada destrucción. Pero la reflexión es más profunda: qué clase de gente queremos ser. ƑLa que destruye, la que mata? La propuesta es única: hagamos una "revolución verdadera".

Frente a la encarnizada globalización, Cliff propone una liberalización de fondo, no de forma: la de las ideas, el derrumbe de los límites raciales, la unificación de la gente por amor. Nuevamente, denuncia y esperanza se vuelcan en armonía, ritmo y una sutil melodía dirigida al espíritu, sí, pero también a las conciencias: Save our planet Earth.

El canto de la raza rasta ųquinceañera y hasta donde el cuerpo aguanteų se une al de aquella juventud sesentera que seguramente anduvo en Avándaro. Jimmy Cliff une tres generaciones, quizá más, pues los nietos de Avándaro también hacen suya su proclama.

En el ambiente se mezclan incienso, sudor y aceite de coco. Tarde chelera y de yerba que inflama la conciencia. Simbiosis entre baile y sueño al ritmo de reggae sobre el asfalto. Unos cuantos se desprenden de la tierra y vuelan. La tarde se torna nublada; sin embargo, el dios Tláloc espera el final del rito.

El concierto de Cliff es fiesta para el pueblo. Vendimia de dulces, elotes, chicharrones, cacahuates y refrescos; de símbolos revolucionarios: imágenes de Zapata, el Che, Frida Kahlo, el subcomandante Marcos...

El momento culminante llega con cuatro percusiones, en manos de Cliff la principal. Reggae down Babylon llega al cielo. El maestro comparte el escenario con Rocco, de La Maldita Vecindad. Entonces la invocación a los dioses afrocaribeños se extiende a las deidades aztecas. Porque finalmente es el mismo corazón, la misma música, una sola revolución. (Anasella Acosta Nieto)