MARTES 5 DE SEPTIEMBRE DE 2000

Campo S.A. de C.V.

 

* Luis Hernández Navarro *

La batalla por la Presidencia de la República dejó en el campo mexicano una multitud de cadáveres ilustres sembrados por doquier y tres ganadores netos. Los grandes empresarios agroexportadores, las Iglesias y la vieja nomenclatura agraria emergieron de la gesta del 2 de julio como los grandes vencedores. Ahora se preparan para consolidar su nueva posición.

En el futuro del campo mexicano no hay lugar para el cambio de fondo. La nueva política hacia el sector será más de lo mismo pero, eso sí, con agresividad y eficiencia. Es la hora de las agroempresas exportadoras. Es el momento del asistencialismo. Las campañas doblan por el desarrollo de base. El sector social está próximo a ser velado. El campo será un lugar para los emprendedores y para quienes practiquen una agricultura viable. Habrá oportunidades para todos aquellos que quieran convertirse en empresarios. El resto habrá de conformarse con la claridad.

Las biografías de los responsables del equipo de transición para la sociedad rural lo dicen todo. Al frente se encuentra Javier Usabiaga, antiguo secretario de Agricultura de Guanajuato. Es el principal exportador mexicano de ajo, además de exitoso productor y empacador de distintas hortalizas. Recientemente elegido como diputado del PAN será, muy probablemente, el próximo titular de Agricultura en el gabinete de Vicente Fox.

Como segundo a bordo se encuentra Alberto Núñez, un importante agroempresario jubilado dedicado a la filantropía. Fue presidente de la Fundación Mexicana para el Desarrollo Rural, la agencia privada de desarrollo rural más importante del empresariado mexicano, inspirada en el socialcristianismo y patrocinada por personalidades como Lorenzo Servitje. Actualmente dirige la Fundación Merced.

Francisco Mayorga, ex secretario de Agricultura de Jalisco, es el tercero en el escalafón. Se dedica a procesar alimentos balanceados y a engordar ganado. Es, además, accionista minoritario de Minsa. Le sigue Carlos Cortés, gran empresario cafetalero de Puebla. Beneficiario de la venta de garage de las empresas paraestatales, es dueño de Proagro, la mayor aseguradora privada del campo.

Completa el equipo Julio Scherer, quien milagrosamente sobrevivió al naufragio de la campaña de Labastida, en la que participó. Trabajó en el sector azucarero como parte del grupo Escorpión, fue responsable de la liquidación de Almacenes Nacionales de Depósito y se le señala como probable responsable del sector financiero del agro.

El proyecto de la futura administración no deja lugar a dudas. Se trata de concentrar los subsidios estatales en quienes más recursos tienen; se pretende apoyar al estrato promovible de la sociedad rural, es decir, a los pocos campesinos capaces de transitar a la agricultura empresarial. No habrá, pues, alternativas para cerca de 4 millones de campesinos pobres. Con ellos se seguirá una mezcla de filantropía y formación de una banca social que otorgue microcréditos, apoyándose y transfiriendo recursos y funciones a las Iglesias. Es la hora del Opus Dei y los legionarios de Cristo. Las viejas clientelas estatales pasarán a ser parte del rebaño.

Entre rechiflas y abucheos a Ernesto Zedillo y a Romárico Arroyo, el 22 Congreso Extraordinario de la Confederación Nacional Campesina (CNC) acordó el renacimiento de la vieja nomenclatura agraria. Heladio Ramírez, el dirigente en turno de la central, y parte del grupo Gómez Villanueva que controla a la organización desde 1967, trae en las alforjas un pagaré por más de 6 millones de votos y para cobrarlo amenaza con crear un partido político campesino.

Dentro de la confederación pretende permanecer al frente "el tiempo que sea necesario" para aterrizar la formación de un nuevo organismo; con ello desplaza a Beatriz Paredes de la conducción del movimiento campesino. En el PRI exige posiciones y ofrece frenar a Murat y a Madrazo. Con el próximo gobierno quiere un trato privilegiado, tanto que la CNC no participó en la reunión celebrada entre el CAP y el equipo de transición. Mientras encuentra una fuerza social propia en el medio rural, Fox necesitará interlocutores reales.

No la tiene fácil. La CNC no va a contar con el dinero ni con las facilidades que tuvo durante las administraciones priístas. Requerirá del financiamiento de los gobernadores y recuperar la vitalidad regional que alguna vez tuvo. Inevitablemente se achicará y radicalizará sus demandas. Seguirá siendo parte del PRI; su último bastión, si es necesario. Pero, irónicamente, sus dirigentes son sobrevivientes del diluvio tricolor. Los mejores preparados para sobrevivir.

Es la hora de la conversión del campo mexicano en una gran sociedad anónima y en una obra caritativa. Es el momento en el que la nomenclatura agraria luchará con todo por su sobrevivencia. A no ser, claro, que los campesinos, tan necios como son en querer seguir siendo campesinos, den una sorpresa. Otra más, como la de enero de 1994, como la de tantas otras ocasiones. *