MARTES 5 DE SEPTIEMBRE DE 2000
* Teresa del Conde *
Décima Bienal
Tamayo
Transcurrieron 18 años desde que esta bienal de pintura fue instituida. Hasta hace no mucho, el jurado examinaba el total de la selección, observando los trabajos originales. La gran cantidad de participaciones, así como las dificultades de transporte entre los centros de acopio, propiciaron que se procediera de la misma forma instaurada por la Bienal de Monterrey. De acuerdo con la convocatoria, los candidatos a participar envían su expediente acompañado de fotografías y el jurado realiza su selección a partir de las mismas. Eso tiene inconvenientes: hay obras que "retratan bien" y que luego resultan un fiasco, y viceversa. Como quiera que sea, ya no es posible proceder de otro modo, pues son 26 estados de la República los representados en el acopio de documentos, de los que se eligen sólo 50 obras.
La versión actual confirma que varios de los artistas seleccionados se han encontrado representados en bienales pasadas y simultáneamente en los dos salones (Johnnie Walker) que auspició en el MAM la compañía United Distillers. Así, Fabián Ugalde Romo, distinguido en esta ocasión con uno de los tres premios, otorgado por mayoría, ya había sido seleccionado en el segundo de los concursos Johnnie Walker con una obra titulada Nueve fracasos, en tinta sobre vinil. La obra ahora premiada habla de "obrar", es escatológica. Se titula Jardín interior pero en realidad está referida a la imposibilidad de mantener ese jardín limpio de... excrementos. Se entiende que tal material es anímico, aunque las figuras expliciten la realidad de los hechos.
Es un dibujo también en tinta sobre vinil, mucho más dentro de la categoría del cartoon o del cartel que de la pintura, pero la idea juega mejor con los signos que como ocurría en los Nueve fracasos. Sin poder asegurarlo en forma alguna, creo que la propuesta de premio para Ugalde Romo partió del co-curador de la próxima Documenta: Carlos Basualdo, quien ahora sustituyó a Gerardo Mosquera como jurado debido a que éste no pudo salir de Cuba. Basualdo está involucrado en la gran muestra Cinco continentes y una ciudad del Museo de la Ciudad de México y fue un acierto por parte de los organizadores de la décima bienal aprovechar su estancia aquí para que actuara de jurado, pero sólo de premiación, cosa que no deja de crear cierto conflicto, aunque la situación era inevitable y así hay que entenderlo. Apostando a la suerte, puedo imaginar que el otro voto firme para el premio de Ugalde se debió al jurado Carlos Ashida, que quizá se vio apoyado por Patricia Martín, la curadora de la Colección Jumex.
Igualmente por mayoría de votos resultó premiado el óleo sobre tela de Daniel Lezama Niña muerta 2000, una pintura técnicamente cumplidora, se diría que hasta el extremo, amarrada a un tema aterrador: una niña asesinada y posiblemente violada. Resulta que si el espectador (yo soy eso, no fui jurado) se ve obligado de primer embite a apartar la vista del cuadro, éste necesariamente es bueno. No porque posea ninguna belleza convulsiva, sino por el tratamiento realista y la actitud denunciatoria que allí se conjugan; a eso se suman detalles (como el sangrado por la nariz) que ponen énfasis en el morbo de la escena y además la sitúan en el tiempo: lo que Lezama ilustra acaba de acontecer.
El único premio otorgado por unanimidad se lo llevó Claudia Pérez Pavón con una serie de ocho cuadritos, todos pequeños pero de diferentes tamaños referidos a los intimistas franceses tipo Vlamink. Una delicia, son deveras pinturas. Ofrecen, en conjunto, la narrativa desarrollada en lujoso bar veneciano. Sobre estas pinturitas lo que yo puedo decir es que suscitan apetencia, dan ganas de verlas otra vez y de tenerlas. Son placenteras, como no lo son ninguna de las dos obras citadas, aunque hayan logrado su propósito de modo congruente. El pintor Roberto Parodi (amante de la buena pintura de todos los tiempos) y Yolanda Hernández, directora del Museo de Arte Contemporáneo de Aguascalientes, integraron con los antes mencionados la totalidad del jurado.
Hubo tres menciones honoríficas. Una para el díptico de la pintora de origen belga Trini, ganadora de la pasada Bienal de Monterrey en este rubro. Trini se está repitiendo en exceso a sí misma, cosa peligrosa, se dice que es mejor glosar a otros. En cambio me pareció muy bien pergeñado el Escarabajo de Víctor Guadalajara, pintura a la encáustica planteada en formato irregular, con relieve, sobre algodón. Una mención más fue otorgada a Fernanda Brunet Rocha, que participó en la novena versión de esta misma bienal con un tondo que no fue elegido por unanimidad. Como pulso está mejor la pieza ahora distinguida. (Continuará)