MARTES 12 DE SEPTIEMBRE DE 2000
Ť FORO DE LA CINETECA
Niagara, Niagara
Las primeras imágenes de Niagara, Niagara son fragmentadas: un rostro masculino nervioso, manos femeninas en la faena de robar objetos menudos en un supermercado, pies que van de un lado a otro, el rostro de la joven, más objetos que desaparecen bajo un impermeable, dentro de una bolsa, dos acciones simultáneas, y luego el encuentro de los ladrones. El reconocimiento de las habilidades mutuas. A los tres minutos se sella la complicidad de Marcy (Robin Tunney) y Seth (Henry Thomas), dos jóvenes hartos de sus familias y de un entorno social en el que se descubren marginales. Sigue la decisión apresurada de largarse de la ciudad natal (Nueva York), llegar hasta la frontera canadiense (Niagara), y alcanzar Toronto, el lugar donde podrán tal vez encontrar lo que afanosamente busca Marcy desde hace tiempo: una muñeca Barbie negra.
Si la motivación del viaje/huida suena absurdo, no lo es menos lo que sucede durante la travesía. Marcy padece el síndrome de Tourette, una disfunción neurológica que provoca tics y espasmos musculares incontrolables, así como súbitos accesos de violencia verbal y física. Se controla con medicamentos, y puede calmarse con bebida alcohólica; en ocasiones, el sexo también contribuye al apaciguamiento. Seth, por su lado, abandona a su padre irascible y tiránico. Con sus extravagancias y alucines, con su personalidad vigorosa, Marcy representa para él una liberación inesperada. Al road movie de Bob Gosse lo marcan un trastorno neurológico y el impulso de revuelta personal, y ambos asuntos parecen indisociables.
Niagara, Niagara retoma, en el estilo de sus actuaciones, en el tono mismo de las voces, entrecortadas, secas, algo del minimalismo del director de Nueva Jersey Hal Hartley, en particular el de su cinta Trust, con Martin Donovan y Adrienne Shelly. Desafortunadamente, las peripecias de la pareja, su inconsistente carrera delictiva, impiden un mayor desarrollo psicológico de los personajes, un análisis más interesante de su relación. Resultan un tanto incongruentes las dificultades de Marcy para procurarse ayuda médica, también el cambio de tono de lo que primero parece un thriller y luego una inofensiva comedia bucólica, con Seth aprendiendo a pescar a lado de un protector sentimental y comprensivo. Hay buenos momentos humorísticos, relacionados la mayoría con la discapacidad de Marcy y con el hermetismo e indefensión de su compañero. Hay sobre todo la estupenda actuación de Robin Tunney (premiada en el festival de Venecia 77). Lo que parece sin embargo la limitación más evidente de la cinta es su dispersión y la superficialidad de su tratamiento, con el tema de la fármaco-dependencia tratado sin mucho vigor, en las antípodas de Drugstore cowboy (Van Sant, 1992), y con una relación amorosa desprovista de convicción y de entusiasmo. Tal vez el propósito del realizador sea precisamente mostrar un naufragio existencial compartido en la marginalidad, y el desdén hacia los códigos de conducta de los seres "normales". Esto lo consigue la cinta al compartir un poco la locura de sus personajes, cuando se aleja del mensaje social, de la corrección política, y de la actitud condescendiente. Un buen primer trabajo.
Ť Carlos Bonfil Ť