? Militares conosureños entrenaron a represores
Argentina asesoró a escuadrones de la muerte en Honduras en los 80
Stella Calloni, corresponsal/I, Buenos Aires, 13 de septiembre ? Si Argentina hubiera respondido las solicitudes de Leo Valladares Lanza, presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos de Honduras, ya podría saberse el destino final de ciudadanos salvadoreños, hondureños y un argentino secuestrados y desaparecidos en ese país en 1981.
También podría conocerse si Carlos Leoncio Balerini García, nacido en Buenos Aires el 12 de febrero de 1952 y cuyo documento ecuatoriano estaba a nombre de Jorge Manuel Morales Alvarado, cuando fue secuestrado en Honduras resultó asesinado en ese país o fue trasladado posteriormente a Argentina, ya que militares de este país del Cono Sur asesoraban la represión allí y participaban en las torturas y asesinatos, como se ha demostrado.
En 1993 ya Valladares, en un informe preliminar, había solicitado la extradición de los jefes de la contrarrevolución nicaragüense y de 13 argentinos, la mayoría militares que actuaron en la represión ilegal en Honduras, a los que se les responsabiliza de unas 184 desapariciones.
Entre los días 5 y 10 de agosto de 1981 fueron secuestrados violentamente en Tegucigalpa y San Pedro Sula, por personal de seguridad, Jorge Eduardo González Morales, Yamira Villalta y sus pequeños hijos Marisol, de ocho años de edad, y Antonio, de cinco.
También Jorge Enrique Jiménez Argueta, Rafael Torres Rodríguez, Eduardo García Domingo Rodríguez, Luis Alvarado, Matilde Melgar, Jorge Hernández Paredes, Mario Valladares, Jorge Eduardo González Morales y un joven hondureño a quien sólo se le conoce por Nikos.
La esposa de Balerini, Lucía Casal Pagés, que también tenía documentación ecuatoriana a nombre de María García de Morales Alvarado, junto a otras personas fue sometida a torturas y malos tratos en su propia casa, y ante la resistencia y los gritos del grupo se logró que los secuestradores --que las habían amordazado, atado y vendados los ojos-- se fueran finalmente, después de haber saqueado la casa y de horas de atormentar a sus víctimas, tal como fue denunciado entonces a las autoridades del país centroamericano.
Lucía, quien hoy vive en México, testimonió ante las autoridades hondureñas y narró que le vendaron los ojos a dos jóvenes mujeres que estaban de visita en su casa y a la empleada de su negocio, mientras su niño Emiliano estaba durmiendo en una habitación contigua.
"En el piso superior comenzaron a interrogarme, me tiraron al suelo, me retorcieron los brazos hasta hacerme perder la respiración, a continuación me patearon y trataron de hacerme confesar que trabajaba para la guerrilla salvadoreña, mientras me decían que eran policías salvadoreños y que me iban a hacer sufrir", recuerda.
Como Lucía no dijo nada la comenzaron a presionar con que utilizarían al niño, e incluso le dijeron que se lo habían llevado y que lo iban a entregar a un orfanato .
"Ellos traían una fotocopia del registro tributario de mi esposo y me decían que las muchachas que estaban allí eran salvadoreñas, que se las habían llevado y que me iban a llevar a mí", recuerda.
Continúa: "Uno de los secuestradores le dijo al otro que le avisaran al piloto para que tuviera listo el avión de la medianoche para trasladarme, y en un momento me dicen que tienen a mi esposo en la universidad y que lo tienen detenido".
Infierno en la Tierra
Relató también cómo el niño la vio amarrada y vendada y comenzó a gritar y llorar y se lo llevaron a otra habitación, mientras a ella la trasladaron a un cuarto ubicado arriba y le colocaron "medio cuerpo debajo de la mesa", la amordazaron y le pasaron "agujas por las piernas o navajas y al rato dispararon muy cerca de mi cabeza.... en ese momento yo me había zafado un poco la mordaza y grité".
Las muchachas comenzaron a gritar mucho y una de ellas, desesperada, rompió el vidrio de una ventana, "entonces se preocuparon y me dijeron que me iban a entregar al niño. Después de esto, pasando un tiempo se fueron y Lucía y todos salieron de la casa, pidieron ayuda a vecinos y fueron a buscar un abogado. Dos de las muchachas regresaron después a la casa donde ya estaba la DIN hondureña, que las detuvo a ellas, las víctimas".
Lucía fue citada por la tenebrosa DIN y allí fue enterándose recién de que su esposo nunca llegó adonde iba, que su automóvil fue interceptado y que allí lo secuestraron junto con otras personas.
Finalmente Lucía salió hacia la seguridad de México, desde donde realizó campañas para buscar y encontrar a su esposo y al resto del grupo de hondureños y salvadoreños que desapareció en aquellos días, a pesar de las solicitudes fallidas de gobiernos y organismos internacionales ante las autoridades hondureñas para que ayudaran a esclarecer los hechos y poder saber el paradero de los plagiados.
Allí surge la tragedia vivida por los niños Villalta. En realidad fueron tres los infantes secuestrados en ese entonces, entre ellos una pequeña de seis meses que desapareció junto con su madre.
Precisamente Belela Herrera, hoy funcionaria de la intendencia de Montevideo y de Relaciones Internacionales de la coalición Frente Amplio, quien trabajaba entonces con el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, confirmó que en aquellos momentos le correspondió buscar a los niños Villalta, quienes vivieron durante un tiempo en comisarías y fueron entregados a un administrador de la casa donde vivían sus padres, para luego ser enviados a trabajar como servidumbre, o maltratados en una tragedia interminable.