JUEVES 14 DE SEPTIEMBRE DE 2000
Ť Crisis en la "administración temporal" chechena
Medios de comunicación, el dolor de cabeza de Putin
Ť Le exigen modificar el proyecto del presupuesto federal
Juan Pablo Duch, corresponsal, Moscú, 13 de septiembre Ť Someter a los medios de comunicación, cada vez más críticos con el Kremlin, sigue siendo el mayor dolor de cabeza del presidente Vladimir Putin pero, como era previsible, aparecen nuevos problemas que requieren urgente solución en su agenda de prioridades.
Es el caso del abierto rechazo en las dos Cámaras del Parlamento al proyecto de presupuesto federal para el año 2001, y de la crisis irresoluble en el gobierno checheno pro ruso, que dejan de ser a partir de este miércoles una posibilidad teórica y emergen a un primer plano de la política rusa.
Aun antes de que la Duma (Cámara baja) proceda a discutir el proyecto de presupuesto federal para el próximo año, punto incluido en el orden del día del 6 de octubre, el Consejo de la Federación (Cámara alta) exigió hoy al gobierno modificar el documento.
Los descontentos dirigentes regionales, que a pesar de la reforma aprobada ocupan todavía sus escaños en el Consejo, demandan sobre todo equilibrar la proporción de recaudación fiscal, que en el proyecto presentado favorece al centro sobre los entes de la Federación.
La mayoría de los diputados, por su parte, están en desacuerdo con los parámetros principales, calculados con base en un precio promedio del petróleo de 21 dólares por barril. Consideran que un precio del crudo como el actual, en torno a 32 dólares, representa mayores ingresos para el gobierno y hace posible un aumento del gasto público.
Ante ese panorama, Putin reunió a los coordinadores de las fracciones de la Duma y les ofreció revisar el proyecto de presupuesto, posibilidad que era rechazada con insistencia por el primer ministro, Mijail Kasianov, quien en los últimos días defendió con insistencia que el documento es realista.
Kasianov sigue en la cuerda floja, más aún que su imagen quedó maltrecha a raíz de nuevas denuncias de presunta corrupción. El primer ministro no ha querido desmentir el abultado historial de delitos que sus enemigos filtran a la prensa, incluidas las fraudulentas transacciones con deuda pública que le merecieron el apodo de Miguelito el dos por ciento, en alusión a la supuesta comisión que, se dice, cobraba todavía cuando se desempeñaba como viceministro de Finanzas.
Entre tanto, en Chechenia hizo crisis la administración temporal impuesta por Moscú. Tras la pretendida reconciliación de tan enfrentados personajes, se oficializó la ruptura definitiva entre el mufti Ahmad Kadyrov y el líder de la milicia pro rusa, Bislan Gantamirov.
Lejos de ser una solución, el binomio no funcionó y el Kremlin tuvo que optar por uno de ellos, Kadyrov, antes de que los partidarios de los dos resolvieran sus diferencias a balazos.
Gantamirov desconoció el liderazgo de Kadyrov y difícilmente aceptará la propuesta de las autoridades rusas de convertirse en becario de la Academia de Economía adjunta al gobierno, en Moscú, a falta de otra idea para alejarlo de la república caucásica.
El conflicto entre Kadyrov y Gantamirov favorece a los combatientes islámicos, que continúan realizando atentados aislados como preludio de su campaña de invierno.
Aunque de naturaleza distinta, el rechazo al presupuesto y la crisis en Chechenia pueden incidir negativamente en la estabilidad que promete Putin y, en esa medida, constituyen una prueba para su capacidad de conducir el país.
Con esos problemas, y los otros que se le vienen encima al mandatario ruso este otoño agitado, es mucho lo que está en juego: gobernar con apego a los valores democráticos que proclama o hacerlo con métodos autoritarios.
En este último sentido preocupa que Putin, al tiempo que reitera su convicción de respetar la libertad de expresión, aprueba un extenso documento que supedita el control del Estado en materia de información al Consejo de Seguridad y, por consiguiente, pone las cuestiones prácticas en manos de los servicios secretos.
Desde su título mismo, la Doctrina de Seguridad Informativa, aprobada ayer, enmarca la labor de los medios en el concepto de seguridad nacional y pretende servir de guía para regular, en las correspondientes leyes, hasta el detalle más insignificante.
El comprensivo texto merece el calificativo de joya del pensamiento burocrático al no ser una suma de lugares comunes ni tampoco una obvia Ley Mordaza. Su propósito deliberado es ofrecer a las autoridades un margen de interpretación tan amplio que permita su aplicación según convenga.
El periódico Kommersant ilustra lo anterior con el ejemplo de la reciente tragedia del submarino Kursk. De acuerdo con la Doctrina, dependiendo del resultado que se quiera, las mentiras de los distintos portavoces de la Armada pueden ser consideradas "una limitación excesiva e irracional del acceso a información relevante para la sociedad" o, por el contrario, "medidas de contrapropaganda para revertir los efectos negativos de la difusión de desinformación sobre la política interna de Rusia".
Analistas independientes temen que la Doctrina de Seguridad Informativa pueda ser utilizada como fundamento para perseguir las denuncias sobre corrupción, ya que los servicios secretos se reservan el derecho de atribuirles o no el carácter de amenaza a la seguridad nacional.
El asunto no es menor a la luz de la publicación del Indice de Percepciones de la Corrupción del año 2000, dado a conocer este miércoles en Berlín por Transparencia Internacional, que ubica a Rusia en el lugar número 83 entre los países más corruptos del mundo, sólo 7 posiciones por debajo del peor clasificado, Nigeria.