VIERNES 15 DE SEPTIEMBRE DE 2000
Ť Horacio Labastida Ť
ƑCuántos Méxicos hay?
En conversación de Morelos e Ignacio López Rayón, cuando este último exponía al Caudillo las gravísimas circunstancias que frenaban la independencia del país, Morelos fue claro y admirable en su respuesta: ningún obstáculo por grande que sea podrá detener la marcha del pueblo hacia su libertad, porque la existencia misma del hombre es prueba de que los valores del espíritu prevalecen sobre la injusticia, y entonces el ilustre legatario de Hidalgo abrazó fuertemente al héroe de Cuautla, pues advirtió de inmediato que tales palabras eran una lección magistral para las generaciones del futuro. En ningún momento México ha dejado de enfrentar gravísimas adversidades y siempre, en los peores instantes, halla salidas generosas y nobles.
Citemos ejemplos inolvidables.
Luego de las batallas que se dieron para echar fuera del poder público al serenísimo e ilustrísimo Santa Anna, y de las tribulaciones que precedieron a la Carta de 1857, que puso fin al dogmatismo religioso-político del clero católico, hubo que enfrentar ya con Juárez el destructor quinquenio de la invasión napoleónica y su títere Maximiliano de Habsburgo, creándose un escenario de perdición: diez años de guerras y de esperanzas frustradas parecían precipitarnos sin remedio a una prematura muerte nacional; pero las cosas cambiarían rápidamente.
Napoleón retiró sus tropas de México y Maximiliano fue fusilado en el Cerro de las Campanas, y un nuevo amanecer surgió en el horizonte al declararse restaurada la República, en 1867. La generación de la Reforma saltó sobre las miserias que nos hundían, y junto con el pueblo continuó edificando la maravillosa patria que nos legó el Grito de Dolores.
Lázaro Cárdenas echó abajo el Maximato de la Revolución montado por Calles y descubrió la farsa que este personaje representó en el Congreso de la Unión (1928); su invitación al cambio del caudillaje por la vida institucional resultó en la dictadura y el pelelismo que concluirían en 1936.
La auténtica generación revolucionaria triunfó sobre la falsificación inventada por los aguaprietistas al insubordinarse contra Venustiano Carranza. Cárdenas y Juárez prueban que México no es una fatalidad y sí un pueblo lleno de porvenir.
Los hechos no son hoy menos brumosos que durante la Guerra de Tres Años y el asesinato de Carranza en las montañas de Puebla.
En nuestro tiempo hay informaciones cotidianas de la corrupción que infiltra la sociedad civil y la sociedad política, tan manifiesta a las veces que lastima las entrañas del alma ciudadana.
El Fobaproa y la manipulación millonaria del patrimonio del pueblo, cargando a éste de deudas fraudulentas, y el pretendido Renave, cuyo director es perseguido por delitos contra la humanidad, dan cuenta de las enormes grietas que han roto la ética social a favor de las elites gubernamentales y empresariales que explotan en su beneficio el trabajo colectivo de los mexicanos.
Los hechos criminales nos abruman; del mismo modo hay magnicidios impunes que asesinatos y peculados encubiertos por autoridades decididas a no esclarecer ni castigar a los responsables. La mentira es hábito en el discurso político: con la voz democracia se adjetiva el autoritarismo, y en nombre del pueblo se adoptan decisiones que lo empobrecen y lo engañan.
Días hay en que todo parece perdido, y sin embargo al lado de las penas nacen alegrías y presentimientos de un destino halagüeño. Con la dirección de Horacio Almada, Juan Morán, Jorge Ramírez y María Muro, el teatro clásico griego ha vuelto a nuestra ciudad entre aplausos de gentes sencillas y buenas que llenan las salas de los teatros Sergio Magaña y Benito Juárez; en éstos es posible oír digna y apropiadamente la poesía dramática de Eurípides y Sófocles, y también, en Bellas Artes y con la Orquesta Nacional de España, su director Rafael Fruhbeck y el enorme guitarrista José María Gallardo, gozamos el inmortal Concierto de Aranjuez. Convivir con la Electra de Sófocles y la música de Joaquín Rodrigo significa confirmar la filosofía de Morelos. Nada, absolutamente nada impide que en nuestra patria florezca el espíritu.