VIERNES 15 DE SEPTIEMBRE DE 2000

 

Ť Jaime Martínez Veloz Ť

Jóvenes, tres momentos de vulnerabilidad

A las demandas históricas de una educación gratuita y de calidad debemos agregar la de crear un sistema de educación alternativo. Aquí se trata de realizar una reflexión especial sobre los llamados subsistemas: bachillerato general, bachillerato tecnológico y educación profesional técnica, todos sin una línea general estratégica y sin identidad propia, pues hasta ahora son continuación de la educación básica o antesala de la educación superior.

Si bien es cierto que el trabajo y esfuerzo de la investigación, planeación y operación han sido intensos respecto a educación básica y superior, pareciera que el nivel medio superior sólo fue pensado para mantener ocupados a los jóvenes en esa etapa tan conflictiva y dinámica de la vida.

Educación es inseparable del tema jóvenes. La formación educativa es ya una posibilidad de alto privilegio. La integración a sistemas universitarios superiores ya pasa --y cada vez en mayor medida-- por la posibilidad real de que las familias puedan sostener a uno o más hijos en universidades públicas durante varios años, sin contar que la licenciatura es sometida en el mercado de trabajo profesional a la norma global de capacitación de alto rango.

La mayoría de los jóvenes pobres podrá optar por estos sistemas, siempre y cuando sea beneficiaria de becas reales, no simbólicas (a un estudiante de licenciatura con promedio de 8.5, una facultad estatal le otorga 100 pesos mensuales). En el mejor de los casos los sistemas de becas supondrán un apoyo, necesariamente excluyente y minoritario, dada nuestra realidad económica de país dependiente y en desarrollo. ƑQué hacer?

Los rechazados El primer momento de la vulnerabilidad juvenil lo representan los rechazados. De 68 mil aspirantes de la UNAM, ésta nada más admitirá 33 mil 630 jóvenes, mientras el IPN sólo aceptó 24 mil de 48 mil solicitantes, todo esto sin contar los miles que quedaron fuera de los centros de educación profesional técnica. Por otro lado tenemos una masa de muchachas y muchachos que ni siquiera tocó a las puertas de esas instituciones por carecer de una base económica familiar de apoyo.

Los que desertan. El que miles de jóvenes en todo el país accedan a las escuelas, tampoco garantiza mucho, pues vendrá el segundo momento de vulnerabilidad: la deserción. En el ciclo escolar 98-99 de bachillerato y profesional medio desertó un millón 207 mil jóvenes. El Colegio Nacional para la Educación Profesional Técnica (Conalep) dio a conocer como una preocupación central la deserción de 50 por ciento de los alumnos, sobre todo debido a carencias en el manejo de las matemáticas y las ciencias, creciente uso de drogas y falta de competencias laborales.

Los que reprueban. Un tercer momento de vulnerabilidad lo constituyen los reprobados, quienes además de intentar superar la adversidad cotidiana con magros recursos, deberán nadar a contracorriente, lo que finalmente suele desembocar en deserción. En el ciclo escolar 98-99 los reprobados en bachillerato fueron casi 790 mil y 95 mil en profesional medio.

En cuanto a pérdidas económicas las cifras son éstas: por deserción escolar en bachillerato se pierden 3 mil 914 millones y 687 millones en profesional medio superior. En cuanto hace a reprobación se gastan mil 856 millones en bachillerato y 151 millones en profesionales medios.

La opción del arte. Debemos pensar en un sistema de educación alternativo que no esté diseñado desde la visión de la norma productiva y de mercado, sino en la de ocupación creativa del tiempo y en la realización de valores personales. Esto implica pensar a los jóvenes con relación a sus sentidos: la música y el arte.

Las opciones culturales tienen que intensificarse no solamente como organización de espectáculos, que abra espacios de expresión juvenil, sino en la organización de talleres de creación con instalaciones e instructores de arte. Se debe rescatar un valor de nuestra tradición: los talleres de barrio o casas de cultura, a los que acudan artistas --que deberán ser retribuidos por la institución comunitaria, municipal, estatal o federal-- para instruir a los jóvenes conforme métodos abiertos, constantes, flexibles y que tengan garantizados mínimos recursos para la adquisición de materiales y equipos.

De los talleres podrían egresar profesionales y técnicos al mercado de televisión, radio, cine, teatro, impresos, galerías, espectáculos, y las diversas áreas que requieren imagen y sonido o, en general, la representación.

Estas sugerencias son tareas del Estado en política educativa, política cultural y en política hacia la juventud, presente en millones de individuos concretos.

Es urgente revalorar lo que tradicionalmente se ha visto como dificultad y no como privilegio y oportunidad: la gran cantidad de energía y deseos por conquistar el mundo que hace de los jóvenes individuos muy dinámicos y propositivos: el llamado "bono demográfico" que puede ser todo: fuerza constructiva o una bomba de tiempo para la sociedad.