VIERNES 15 DE SEPTIEMBRE DE 2000
El respetable quería ruido
Arturo Cruz Bárcenas Ť El público gruecso se comportó heavy en el primero de dos conciertos de Deep Purple, el miércoles, en el Auditorio Nacional. Hubo cierta intolerancia, algo de fundamentalismo. Algunos asistentes, al principio de la audición, cuando la Orquesta Sinfónica de las Américas se reventaba una introducción como de 20 minutos, dieron muestra de su pasión por el rock, la estridencia y los tamborazos: ''šqueremos rock!'', ''šquiero ruido!''. Y tuvieron su respuesta: "šcállate, pinche naco!".
''Yo quiero oír la vieja de Tokio, Humo sobre el agua". Picture within apagó los ánimos de muchos. Del piano de Jon Lord emergían suaves notas, arrobadoras melodías. Deep Purple ha evolucionado; su música no se ha quedado en el sonido que el quinteto es capaz de producir, luego de más de 30 años de fundado. Grupo y orquesta en simbiosis que pare un rock sobredimensionado.
Lord lo había comentado dos días antes: "Ojalá y se aprecie el valor del silencio". En el comentario de lo que sería el concierto, Lord no mintió. De hecho el disco doble en vivo muestra al Deep de hoy. Pero la memoria de muchos es de vinil, de esos días cuando la banda dañaba tímpanos. Quizá por eso se prendían cuando Roger Glover pisaba con firmeza las cuerdas de su bajo, o cuando Steve Morse requinteaba por momentos fugaces. El respetable quería rock.
La excelencia de la banda y un prendidón cuado interpretaron Sitting in a dream, seguida de Love is all, un rock aderezado con algo de fox-trop, acompasado. En la memoria cierto estilo beatle. El circo y el carrusel.
Cuando la orquesta y el grupo habían logrado captar la atención de los asistentes, cuando más atención se ponía al Deep, de nuevo un grito: "šƑHaber a que hora?!". El grupo no alteró su programa y los exigentes tuvieron su recompensa cuando Ronnie James Dio, uno de los vocalistas más perdurables y con mayor prestigio en el heavy metal, anunció Rainbow in the dark, un clásico. "Esa rola tiene de todo; no le hace falta nada. Sólo un tequilita", dijo un chavo fornido que chupaba la punta de un popote que salía la solapa de su saco.
Vino un break de 15 minutos. Algunos salieron a remojar la garganta. La banda regresó, pero todo siguió igual, con el mismo ritmo. Movimientos. Un nuevo prendidón: Libre screaming y Pictures of home. Ya para ese momento todos se habían dado cuenta que no sería un concierto de rock duro. De repente, Morse se arrancó con un fragmento de La bamba y otro de Mucho amor. šPor fin! Y en perfecta sincronía comenzó el sueño de morado profundo: Smoke on the water. Todos de pie. Aullidos, coros; por allá, en las primeras filas un chavo le hacía al Joe Cocker y su guitarra invisible; los más movían las cabezas, otros bailaban.
El Deep sin Blackmore, pero con Morse. Acabó Smoke... y el concierto también. ƑCómo que se van si me deben? šOtra, otra! Nada. Los ''šculeros!'' se repitieron por todos lados. Pero la banda no regresó.
"šOímos al Deep Purple!", dijeron algunos satisfechos.
Total, fue un concierto para todos.
(No se llenó el Auditorio Nacional; al frente, muchos lugares vacíos)