VIERNES 15 DE SEPTIEMBRE DE 2000

  


Ť José Cueli Ť
Carmen, pirata  quijotesca

Carmen Boullosa ?quijotesca y pirata? sabe bien del lema cervantino de ¡Viva quien vence!, tan presente en las aventuras filibusteras en el mar Caribe. Transformada en pirata narrativa, se viste de Exquemelin, el médico que arribó a la Isla de Tortuga en 1666, empleado por la Compañía francesa de las Indias Occidentales y es testigo de la crueldad (el narcisismo omnipotente en todo su esplendor) para deleitarnos con sus relatos bucaneros de ''bucan", jugando a incendiar la carne humana.

Carmen, la desconcertante, teje una trama grosera que sobrecoge el ánimo al hacer evidente la ofensiva ruindad humana y al mismo tiempo devela la frescura y la capacidad de riesgo de los piratas que, ante la explotación de los indígenas por parte de la compañía francesa, someten a éstos y acaban por explotarlos llevándose las pieles de puercos y vacas. Carmen se desliza en una escritura en la que no toma partido y lo que se revela como constante es la ausencia de articulación jerárquica, la igualdad en la crueldad, la contradicción por la equiparación; la pertenencia por el sentido remplazada por la contigüidad espacial y la particularidad de lenguaje como caracterización de la relación lógica.

''Son vacas, son puercos", filibusteros del mar Caribe y ''El médico de los piratas" de 1991 y 1992 están salpicados de sangre, enfrascados en luchas encarnizadas, donde sólo lo victorioso alcanza prestigio; quien gana, gana y cualquiera puede ser. La forma en que gane no importa. ¡Viva quien vence! Así, la tradición cervantina de Carmen ''Cielos en la tierra" (1988), se enlaza a su piratomanía.

A lo largo de estas obras, la espléndida escritura expresa, cercada por el silencio, lo que la realidad muestra, lo que el logos encubre: la contradicción, el inconsciente, lo oscuro, absteniéndose de tomar partido. Emerge del texto la parte sombría, el lado negro del radical trágico del explotado, que no acogen el sentido manifiesto, trascienden la coyuntura y la traspasan y en ella convergen diferentes grupos, lenguajes e ideologías simbolizadas por el médico convertido en bucanero y relator (en giro mimético con la escritora transformada en médica bucanera) que desconcertando salvan, curan y matan.

En la mejor tradición mexicana quijotesca, Carmen pone de manifiesto la realidad descarnada, lucha sin nombres que se esfuma como el pasado y el origen; el drama que acompaña a la condición humana.

Lucha en la que se enfrentan el orden y el caos, la razón y la racionalidad de la pasión, de la que emerge la sombra del sufrimiento y la necesidad de una actitud que asuma la contradicción, lo inconsciente, lo desconcertante, sin pretensión de hegemonía alguna, sin pretender anular al otro, sin someterse a la circunstancias, sin engrosar la ordenación mecánica que no logra articular la contradicción y que se presenta como única alternativa.

Carmen nos devela a unos piratas que nos atraen por la frescura de su pasión, por el lánguido misterio de su escepticismo frente a la realidad, expresado en un ''escribir" interno que no implica dejar huellas, sino borrarlas. No mostrarse presente sino ausente, al escapar de la ley y situarse en lo irracional de la pasión que crea un lenguaje sin sentido, pero que impacta, sorprende y nos muestra un espejo de doble faz, sin maquillajes, en un todo indivisible, vinculados a pesar de estar divididos. Escribiendo en el margen, al margen.