MIERCOLES 20 DE SEPTIEMBRE DE 2000
Ť Arnoldo Kraus Ť
Suicidio inducido
este artículo podría haber ocupado las páginas de La Jornada hace dos, siete o más años. El escenario, las historias y los ejecutores cambiaron, pero, finalmente, son los mismos. Lo que no se ha modificado somos los testigos, los lectores de las enfermas sagas emanadas desde el poder. En el último año del PRI, la nueva narrativa política, la del suicidio inducido, inaugura un capítulo más de ese abominable almanaque. Las muertes inexplicables, las fugas imposibles, los asesinatos a mansalva, los políticos autodesaparecidos, los contubernios podridos que ponen en entredicho la imaginación más lúcida, y las mentiras como apéndices de impunidad y corrupción son, tan sólo, algunos ejemplos de esas historias. ƑPor qué es necesario inventar un nuevo vocabulario para llamarle al homicidio asesinato?
No existe en los textos de tanatología, en los de eutanasia, en los que se ocupan de pacientes terminales o en aquéllos que recopilan ensayos filosóficos sobre la muerte voluntaria, capítulo dedicado al suicidio inducido. Ni en los índices ni entre líneas ni en quienes estudian estos tópicos, la inducción suicida es tema de reflexión. ƑQué es un suicidio inducido?
Suicidio inducido es una de las hipótesis de trabajo de las autoridades para explicar la atípica muerte de Raúl Ramos Tercero. Suicidarse no es asunto simple. Hacerlo, cuando no es locura el disparo que precipita el fin, y cuando se tiene la certidumbre de que poner término a la vida es conveniente, implica un cúmulo de cavilaciones lacerantes. Usualmente se escoge un método eficaz, seguro, rápido y lo menos doloroso posible. Por eso, las vías suelen ser las mismas: el vacío, la pistola, los barbitúricos, la soga, las llantas de un vehículo en movimiento. Cercenarse, ni siquiera en las culturas orientales, es práctica común. ƑQué son, para los mexicanos incrédulos, las múltiples heridas encontradas en el cuerpo de Ramos Tercero?
Las historias políticas de los Ramos Tercero, muertos, asesinados o desaparecidos en los últimos años, quieren recordar, sin poder emular, la pluma maestra del escritor Friedrich Durrenmat. En su novela Justicia narra la historia de un consejero que mata, en un restaurante, ante los ojos de todos, a un comensal. El homicida es detenido. En la cárcel contrata a un abogado, quien lo defenderá a partir de la hipótesis de que él no fue el asesino. A partir de ahí reina la confusión: los testigos se contradicen, no se recupera el arma, las evidencias del delito desaparecen. En Justicia, dice la contraportada, el crimen no atenta contra la moral, sino contra la lógica. ƑQué sucedió con todos los testigos que presenciaron el homicidio?
Lo mismo acaece en el escenario mexicano: todos hemos visto. El crimen contra Ramos Tercero y el resto de los asesinatos políticos rebasan la capacidad de aceptación y de credulidad de la población. Dentro de las incontables formas de valorar el espíritu y la ética de un gobierno, la credibilidad que de éste se tenga o no es un signo inequívoco de salud o enfermedad. No existen dicotomías: el credo que se haya tenido o no, en la palabra política, es el diploma que a sus casas llevarán los jerarcas cuando finiquiten su contratación como empleados gubernamentales. El suicidio inducido de RT es el continuo de una gran serie de mentiras e invenciones orquestadas desde el poder y que, acción tras acción, recrudecen el malestar y la desconfianza de la población hacia el gobierno. El suicidio inducido no es tal: es un homicidio imperfecto, clímax de una imperfecta mentira, memoria de un imperfecto camino que corona, con otra muerte inconclusa, un nuevo episodio de nuestra injusta novela. ƑQuién asesinó al subsecretario de Comercio?
Las cinco preguntas con las que finalizan los párrafos previos son sumario del aire que se respira desde tiempo atrás en la vida mexicana. El balance entre lo que se nos dice, lo que se nos pide creer, lo que se inventa y lo que se observa es cada vez más frágil e incomprensible. Hiede. Sorprende nuestra capacidad de resistencia. La desobediencia ha sido nimia cuando se contrasta con la injusticia.
Si bien fue el hartazgo lo que sepultó al PRI y encumbró al "voto útil" en una suerte de esperanza por lo desconocido, la historia manchada y dolorosa espera respuestas. La herencia con la que se va ese partido incluye una gran deuda: desconfianza. No hay duda que en nuestra justicia lo posible rebasa lo infinito. Ni hay tampoco duda que en nuestra realidad, la justicia ha sido víctima, ahora sí, de un suicidio inducido.