MARTES 26 DE SEPTIEMBRE DE 2000
Ť Marco Rascón Ť
Reforma militar y símbolos patrios
Miguel de la Madrid elevó a rango de ley el uso del himno, escudo y bandera nacionales. La reforma delamadridista hizo del himno una marcha militar y está asentado que el escudo y la bandera son sobre todo símbolos militares, pues se infiere que la nación mexicana es resultado de un hecho fundamentalmente armado y, por lo tanto, el poder civil debe reconocer al militar.
De la Madrid legisló sobre la partitura del Himno Nacional y le impuso el tempo para que toda interpretación no militar fuese considerada ilegal y estuviera bajo el control de la Secretaría de Gobernación y de la Defensa Nacional.
Con este tipo de condescendencias el presidencialismo llenaba y dejaba satisfecha a la casta militar, considerada un poder extra o metaconstitucional con autonomía total frente a los otros poderes. Sólo así se explica el encono y la arbitrariedad contra el general Francisco Gallardo, quien no sólo propuso un ombudsman militar, sino que es precursor en el afán de dar institucionalidad y civilidad al poder militar, subordinándolo en tiempos de paz y reintegrándolo a la sociedad.
La reforma del Estado debe liberar a las fuerzas armadas del control de una elite vieja y nueva, que no acepta opinión y juicio alguno de la Suprema Corte de Justicia (caso Gallardo) ni de la Contraloría de la Federación (control del presupuesto destinado a la defensa) ni del Congreso de la Unión (para legislar en la materia), porque el Ejército y el Estado Mayor Presidencial son un poder fuera de control que presiona y amenaza con la inestabilidad en caso de que perdiera los privilegios que le heredara de manera directa la posrevolución y el régimen priísta.
Hoy el Ejército sigue presionando igual que en los tiempos de Francisco I. Madero. Firmados los Tratados de Ciudad Juárez, en junio de 1911, el pacto derivó en traición en febrero de 1913 ante la ingenuidad maderista. Por eso todo acercamiento entre Vicente Fox y el mando militar será una demostración más de que se conserva ese poder sin contrapeso, sin vigilancia y sin ninguna nueva subordinación. Las señales vendrán si Fox libera a Francisco Gallardo y se reconoce que no hubo ningún delito, sino arbitrariedad; vendrá si la Contraloría de la Federación revisa el gasto y presupuesto que otorga a la Defensa Nacional, licitaciones y compras; si el Ejecutivo es capaz de legislar para dar civilidad a los símbolos patrios y que éstos se puedan cantar y venerar con respeto desde el ámbito civil mediante todas las formas y sentimientos posibles.
Atrincherados en la idea de la disciplina, los militares sueñan con la inseguridad extrema para subordinar a todo el país a su mando. La casta militar necesita mantener viva la inseguridad y la invención de "grandes enemigos" para ser necesaria a todos; por eso contra las guerrillas surgidas de la injusticia, el hambre y la necesidad de liberación, el Presidente hace un giño a los militares y los invita a "descargar toda la fuerza del Estado" contra éstas, mientras en otro campo pierden todas las batallas contra el narcotráfico en una derrota singular que significa privilegios, enriquecimiento, poder y complicidad.
Tras este poder sin contrapeso, está el silencio del Ejército sobre 1968 y las responsabilidades del Estado en la violación sistemática de la Constitución justificada por una supuesta guerra que ellos se inventaron.
El caso no es único, sino continental lo mismo en Argentina, Nicaragua, Chile, Colombia y La Tandona que en El Salvador, donde las guerras sucias se convierten en negocios autofinanciados y bendecidos por Estados Unidos. El escándalo Irán-contras fue hace años un modelo para armar, una señal de lo que serían los militares haciendo negocios, y hoy los vemos viajar desde Argentina o pasearse nerviosos en México intentando buscar enemigos o inventarlos para seguir siendo indispensables e intocables.
La izquierda mexicana debe afinar con precisión no sólo la cuenta pasada, sino el acomodo y los conflictos que vendrán por la presión del Ejército Mexicano para conservar su metaconstitucionalidad y su poder. La desmilitarización de éste y su subordinación a lo civil están hoy en juego por el simple hecho de que hubo una intromisión y el jefe supremo de las fuerzas armadas no surgió de las viejas reglas.
Entre 1911 y 1913 Madero pactó y cayó; quiso ahorrar a nuestro país una revolución y generó una de las más cruentas porque se quedó a la mitad: entre la gran expectativa de cambio social y político y los intereses del viejo régimen económico y militar.
Para concretar la reforma del Estado sobre lo militar y los símbolos nacionales es necesario revisar las doctrinas de seguridad nacional, pero esta tarea hace necesario conocer la verdad y que se abran los archivos como plantea la Comisión de la Verdad de los dirigentes estudiantiles de 1968 y los familiares de los desaparecidos.