JUEVES 28 DE SEPTIEMBRE DE 2000

 

Ť Gabriela Rodríguez Ť

Los Juegos Olímpicos del cuerpo

Mientras los ciudadanos mexicanos somos espectadores de competencias olímpicas que ocurren en el otro lado del mundo, en nuestra propia tierra las batallas sobre los cuerpos compiten también con el mayor vigor.

Tan polarizados como en una competencia deportiva, en la arena política se colocan del mismo lado quienes argumentan supuestos derechos del feto, promueven el estigma a los homosexuales y prohíben "la relajación moral de los escolares". En otra posición están quienes defienden el derecho de las mujeres a la maternidad voluntaria, el reconocimiento a la diversidad sexual y la libre expresión de los cuerpos de todas y todos.

Vivimos entre contiendas apretadas y victorias relativas. Todavía cautivados por las reformas que reconocen derechos a la maternidad voluntaria y la libertad de decisión de las mujeres (propuestas por Rosario Robles y apoyadas por el PRD y el PRI en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal), celebramos la medalla de oro de Soraya, la joven que decide levantar 127.5 kilogramos para ganar. Y no terminamos de saborear esas victorias cuando enfrentamos con desilusión la descalificación en Sydney, aparentemente injusta, de Bernardo, el marchista y ex legislador del PRD. Al mismo tiempo, los jerarcas católicos bendicen la marcha de Pro Vida, de las Damas de Blanco, y de otros grupos entre los que está la Asociación Nacional Cívica Femenina (Ancifem), brazo del PAN, durante la cual propusieron contrarreformas para eliminar los avances: las causales de despenalización del aborto por malformaciones congénitas del producto o por problemas de salud de la madre. Por el contrario, estos grupos buscan aprovechar la nueva relación de fuerzas en la Asamblea Legislativa para ampliar el castigo de tres a cinco años de prisión a la mujer que voluntariamente lo practique. Y en otro frente del PAN, el gobierno de Aguascalientes prohíbe la entrada a los homosexuales y a los perros en un balneario, reglamento que de tan denigrante nos deja sin cara para reconocer el triunfo de Holanda, que se apunta en el año 2000 como campeón mundial en la legalización del derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo.

Aunque lejos de este acto del país líder de los derechos humanos, también hay avances nada despreciables en la educación sexual mexicana. Antes de entregar cuentas al grupo de transición, la Secretaría de Educación Pública presenta cuatro libros de educación sexual para maestras(os) y padres de familia en los cuales se reconocen los derechos de niñas y niños a la educación sexual y a la información que los faculte para ejercer su sexualidad con placer y responsabilidad. Y por primera vez en la trayectoria del país, textos oficiales defienden el valor de la tolerancia y promueven el respeto a los y las homosexuales como parte de los derechos humanos, paso que coloca a México en la vanguardia dentro de la conservadora región de América Latina. Sin querer minimizar este avance histórico es de mencionar que en los bien logrados textos se infiltró en un par de páginas la agenda de la abstinencia sexual: se asusta a los adolescentes para aplazar el sexo y canalizar su energía hacia el deporte y el desarrollo del espíritu a través de la lectura, como si estas actividades pudieran sustituir y fueran incompatibles con la satisfacción sexual. Pero no hay duda que, así como en estos nuevos libros se atenúan los controles de la sexualidad y hay un relajamiento del poder del Estado sobre los cuerpos, en cambio, con una posición que de tan extrema raya en lo cómico, amanecimos hace un par de días con la noticia de que el gobierno panista de Baja California viola los derechos de niñas y niños al intentar regular la prohibición del uso de maquillaje, de minifaldas y de cabellos femeninos entre los escolares.

Como bien saben los líderes políticos de la curia católica y de los partidos de derecha, una represión que no se ejerce de forma negativa y fuerte podría ser muy frágil; y es un hecho que el poder pesado, macizo y constante produce la sublevación del cuerpo y la reivindicación del deseo, contraefectos para vivir la sexualidad como desobediencia y tener la necesidad de someterse al perdón, al poder de los otros.

En medio de la incertidumbre y en vísperas de una nueva administración, los actores políticos toman ventaja y no pueden ocultar sus posiciones. Como en los Juegos Olímpicos, al hacer honores a su bandera, las fuerzas ofensivas y contraofensivas tienen que mostrar su rostro, tal cual es.