JUEVES 28 DE SEPTIEMBRE DE 2000

 

Ť Octavio Rodríguez Araujo Ť

ƑFox, ejecutivo?

En mayo, durante una comida entre amigos, estaba un empresario que dijo conocer muy bien a Vicente Fox, de los tiempos en que éste era directivo de Coca Cola. El tema que debatíamos, obviamente, era la sucesión presidencial. Yo lamentaba que el candidato con mayores probabilidades de derrotar al PRI fuera el ex gobernador de Guanajuato, pues no me parecía una persona de grandes luces. Incluso lo califiqué como populista de derecha. Nuestro compañero de mesa, amigo de Fox, dio argumentos para defender al candidato del PAN y trató de demostrarme que era un hombre con proyecto y de grandes habilidades políticas. Me puso ejemplos que no pude rebatir por mi ignorancia sobre su papel en la empresa refresquera y por otras cuestiones de detalle relacionadas con su gobierno en Guanajuato.

El tiempo me ha dado la razón. El presidente electo ha demostrado deficiencias como ejecutivo, y para este caso da lo mismo si fuera ejecutivo empresarial que futuro presidente de México, que es de lo que se trata ahora. Un buen ejecutivo se rodea de personas capaces y que, por ser parte de un mismo equipo, no entran en contradicciones con su jefe. Un buen ejecutivo tiene buenos asesores que aconsejan y sugieren lo que su jefe debe decir en público. Un buen ejecutivo cuida su imagen y, por lo tanto, debe ser cauteloso para hacer declaraciones a los medios, igual sea a la salida de un acto religioso en su pueblo que en un acto político de trascendencia. Un buen ejecutivo, y más jugando el papel de político que ocupará la silla presidencial en poco tiempo, no puede andar con ambigüedades sobre asuntos que a la opinión pública le provocan ronchas, y menos cuando esos asuntos destacan en momentos en que los periodistas, fuera de Sydney, no encuentran notas relevantes. Un buen ejecutivo-político, finalmente, no puede desdeñar a los medios que lo critican ni puede reprocharles que a él lo midan con distinta vara que a otros políticos, incluso exagerando las implicaciones de sus declaraciones, exabruptos, hechos o conductas (de él o de sus colaboradores).

ƑCuál es el proyecto de Fox por cuanto a la relación de México con el Fondo Monetario Internacional y con el Banco Mundial? ƑLo declarado por él aquí o lo dicho por su representante en la reunión de Praga? ƑCuál es el sueldo que cobran sus principales colaboradores, lo que dijo su vocera o lo que dijo la Secretaría de Hacienda, corrigiéndola?

ƑEl próximo presidente de México tiene claro lo que va a hacer una vez que reciba la banda presidencial o seguirá dando pasos sin ritmo hacia adelante y hacia atrás, según la pista de baile en que se encuentre y los espectadores que tenga? Los mexicanos, y también los extranjeros con intereses presentes o futuros en nuestro país, queremos certidumbre, estabilidad, coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, un plan o un proyecto claro y confianza en que el jefe del Ejecutivo se ceñirá a ese plan o a ese proyecto y no a improvisaciones y correcciones sobre la marcha. Se quiere un estadista y no un gobernante caprichoso con un equipo multiforme en el que cada cual dice y hace lo que quiere. Y si su equipo de gobierno se conforma con su actual equipo de la transición, mal estaremos: ni siquiera tienen comunicación entre sí ni con su jefe antes de hablar en público.

El mérito de Fox fue lograr que el PRI saliera de Los Pinos. Le damos nuestro reconocimiento. Pero ese fue el primer paso. Ya quedó registrado. Estamos en el segundo paso: la transición de un gobierno a otro. Y en este segundo paso, independientemente de las exageraciones de algunos medios sobre lo que el presidente electo y su equipo están declarando o haciendo, no se ve claramente hacia dónde va el próximo gobierno ni qué va a hacer por el país. Daría la impresión de que estamos viviendo un paréntesis, de no ser porque no es cierto. Sería un paréntesis si se tratara de un interregno, es decir de un momento en que el Estado carece de soberano, pero como todos sabemos el periodo que estamos viviendo es el de un gobierno que terminará el 30 de noviembre y el de un presidente que se prepara no sólo para serlo sino para que se le crea y se le acepte como tal. El papel de Fox debería ser, en primer lugar, de bajo perfil y no creer que sigue en campaña; y en segundo lugar, en vez de buscar la nota con estridencias y contradicciones, presentar al pueblo de México su proyecto de país para que éste se debata en vez de discutir si sus colaboradores merecen sueldos o no o si Dornbusch es un buen analista o está descalificado porque asesoró a Salinas.