VIERNES 29 DE SEPTIEMBRE DE 2000
Ť Jorge Camil Ť
ƑSi nos dejan?
El primer acto de gobierno de Vicente Fox debiera ser la promoción de una iniciativa para acortar el plazo que media entre la elección presidencial y la toma de posesión el primero de diciembre, como marca la Constitución. Cuando todos los presidentes provenían del mismo partido político, el largo plazo de espera servía para acomodar las fichas en el tablero del poder. Los presidentes, entrante y saliente, necesitaban tiempo para negociar la configuración del gabinete presidencial: la prueba de fuego que determinaba, con bastante certeza, con cuánta fuerza asumía sus funciones el nuevo presidente y cuánta influencia conservaba el antiguo gobernante. A últimas fechas, cuando cambiaron las reglas del sistema, y el círculo del poder se convirtió en un bastión celosamente guardado por grupos cada vez más compactos, el Ejecutivo en funciones y el presidente electo utilizaban el holgado plazo constitucional para entregar el balance, revisar los pendientes de la agenda económica y seleccionar a los miembros del antiguo gabinete que serían premiados con un ascenso, o una oportunidad adicional de llegar a "la grande".
Hoy las circunstancias son totalmente diferentes, y el compás de espera sirve únicamente para desgastar al presidente electo e incrementar el riesgo de ingobernabilidad. ƑQuién resolverá los delicados problemas que han surgido y surgirán a medida que se extinga la llama del actual sexenio presidencial (Renave, suicidio, extradición, Banco Unión, sueldos de transición, escuchas, etcétera): los hombres que están a punto de reintegrarse a la vida privada, o los que aún no tienen las facultades constitucionales para gobernar? Cuando el antiguo partido oficial antagoniza al presidente y hostiga a sus actuales ministros, los caciques y las organizaciones clientelares dan muestras de rebeldía y la incertidumbre de la relación con el nuevo gobernante inquieta al Ejército, el medio año de espera ha resultado, definitivamente, un factor de inestabilidad.
Por otra parte, la transición del gobierno de Ernesto Zedillo al de Vicente Fox continúa caminando, aparentemente, con sorprendente normalidad. No se dio el rompimiento que algunos vaticinaban ni las movilizaciones masivas para impugnar el resultado de las elecciones. Fox está haciendo un buen trabajo para acercarse a los gobernadores priístas y, más importante aún, ha comenzado una discreta labor de acercamiento con Andrés Manuel López Obrador para asegurar la gobernabilidad en el Distrito Federal. Pero eso no es garantía de que todo seguirá igual. Ante el mundo de lo desconocido (la primera alternancia democrática en casi un siglo), el más mínimo cambio de escenario despierta suspicacias innecesarias o crea expectativas equivocadas: Ƒel general secretario de la Defensa Nacional, en uniforme militar, dando el grito en Dolores, Hidalgo, en el sexto año de gobierno? ƑEl presidente electo dando su propio grito en San Cristóbal, Guanajuato? Probablemente, casualidades sin mayor importancia. Sin embargo, en política, y sobre todo en el momento actual, los jugadores deberían actuar como aconseja el refrán: "no hagas cosas buenas...".
Un hecho de mayor trascendencia fueron los comentarios de Fox al terminar su propio grito en San Cristóbal. A la frase de Juan Manuel Venegas de La Jornada; "el año entrante en Palacio Nacional, señor Fox", arqueó las cejas y contestó con un enigmático: "si nos dejan...". Como es bastante seguro que el futuro gobernante no quiso referirse a la romántica canción del mismo nombre, es preciso concluir que pretendió utilizar, sin éxito, el respetuoso "Dios mediante". Porque la otra interpretación, la catastrófica, la impensable, sería que él sabe, o teme, que alguien pudiese impedir su llegada a la silla presidencial en diciembre. Pero, no contento con su primer comentario, fue más allá y añadió una frase que proyectó la incertidumbre de su gobierno hasta después de la toma de posesión: "si para entonces no nos han tirado de la silla, ahí estaremos". O sea que, Ƒhabiendo asumido la primera magistratura pudiese no llegar al 15 de septiembre de 2001? Nadie ha dicho jamás que Fox sea San Juan Crisóstomo, Pico de Oro, pero eso no justifica plantar dudas sobre la estabilidad de la institución presidencial. Resulta obvio que en el panorama político nacional nada indica que existen motivos para un temor de tal naturaleza.