VIERNES 29 DE SEPTIEMBRE DE 2000

 

Ť Horacio Labastida Ť

BM y FMI, opresores

Una docena de meses antes del final de la Segunda Guerra Mundial, para discutir los pagos internacionales que tendrían que hacerse al término de la contienda, se celebró la llamada conferencia de Bretton Woods, New Hampshire, Estados Unidos, hacia julio de 1944, de cuyos debates resultó el establecimiento del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento o Banco Mundial (BM), instituciones que iniciaron sus actividades, la primera en marzo de 1947 y la otra en junio de 1946. Según los textos de estos organismos, las tareas que debían cumplirse frente a una Europa prácticamente destruida y un Japón doblegado, sin olvidar por supuesto a la herida Unión Soviética y los países víctimas de las violencias bélicas entre aliados y potencias del Eje, se relacionarían con las finanzas indispensables a la recuperación de las naciones devastadas, y con el estímulo de la cooperación internacional en áreas monetarias y en la eliminación de restricciones dentro de los intercambios extranjeros; buscábase estabilizar los tipos de interés y facilitar el sistema de pagos multilaterales. Los respectivos consejos adoptan decisiones sobre el manejo de sus capitales en función de las solicitudes que reciben y de los criterios que predominan entre los más influyentes aportadores de dinero.

Ahora bien, independientemente de los vanos discursos que propician el ocultamiento de la verdad, ésta, tozuda e insistente, rasga los velos oscuros y deja entrar la luz en los archivos secretos de la historia. Y de esta forma, al margen de esa literatura mentirosa, las prácticas del BM y el FMI ponen de manifiesto que la imaginaria nobleza original se ha transformado a través de más o menos medio siglo de operaciones, en recio puntal de los negocios trasnacionales multiplicados del mismo modo en regiones ricas o pobres del planeta. Los fondos aportados y las políticas monetarias impuestas de los gobiernos locales, aseguran por igual las ganancias y los excedentes de elites acaudaladas y en gran proporción ociosas. Es decir, el Banco de Reconstrucción y Fomento, el Fondo Monetario Internacional y las entidades regionales, como es el caso del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), fundado en 1959 para asistir financieramente a los países latinoamericanos y del Caribe, del cual jamás ha salido un centavo de ayuda a Cuba socialista, pues la patria de Martí niega los valores políticos que Washington exalta como eternos e insuperables --democracia falsa y sufragio no nacido de la libertad ciudadana--, acreditan con sus programas que son instrumentos de minorías acaudaladas y no del bien general.

Y hay algo más. Los planes que preparan con cada país, vigilados por expertos que se agregan a las oficinas de hacienda, responden a la ideología neoliberal que sus corifeos presentan como la ciencia económica. ƑCuáles son estos principios? En términos generales resultan hoy hasta popularmente conocidos: privatización de los recursos del Estado, incluida la cultura que se imparte en las universidades; restricción y eliminación de los obstáculos a la libre circulación de la riqueza, sin importar que tal circulación hunda en el hambre a millones de seres humanos; rienda suelta a las leyes de la oferta y la demanda, en la inteligencia de que las leyes no son producto del juego que se registra en los mercados, y sí de las normas que tendrán que acatarse en beneficio de los señores del dinero; y la eliminación de cualesquiera intervenciones del Estado en la economía. Si estos requisitos se reúnen, aquellos centros financieros multilaterales aplaudirán a las autoridades nacionales que a las veces con armas agreden y persiguen a los opositores. Los hechos están a la vista en las estadísticas de los últimos decenios. Ahora la miseria es común entre proletarios, campesinos y al interior de las clases medias en Estados desarrollados o no desarrollados; y lo más grave es que junto con la pobreza haya desesperanzas e incertidumbres en el destino del hombre. Si no comes sufrirás penas y vergüenzas, mas si pierdes la fe en ti mismo canjearás la vida por la muerte, palabras estas que un bondadoso consejero espontáneo dijo a nuestro Periquillo Sarniento, según lo hizo constar en los amaneceres del siglo XIX nuestro Joaquín Fernández de Lizardi (1776-1827), en célebre novela que ahora casi nadie lee.

Sin embargo, no todo está perdido, Praga en el presente y apenas ayer Seattle, Washington y Londres, guardan testimonios de las multitudinarias protestas de activos grupos contra las congregaciones del FMI y el Banco Mundial, a fin de hacer patente el repudio y la ira que causan sus políticas en el mundo. La humanidad que trabaja para vivir no está de acuerdo con que unos pocos, hartos, manipulen el destino de los más, y estas rebeliones contra el grave desequilibrio moral y material que afecta a los pueblos, connotan un noble punto de partida hacia la sociedad justa que todos deseamos. El más profundo derecho del hombre es la libertad de la economía, o sea el derecho a que la riqueza sirva a la sociedad, sin excepción alguna, y consecuentemente el derecho a que los individuos y las colectividades se cultiven y perfeccionen en los más altos valores de la humanidad.