MIERCOLES 1o. DE NOVIEMBRE DE 2000
Violenta disputa entre pescadores yucatecos y campechanos
Una década de aguas agitadas
Luis A. Boffil Gómez, corresponsal, Celestún, Yuc., 31 de octubre Ť En la narrativa popular los chistes entre campechanos y yucatecos abundan:
-ƑCuál es el colmo de los campechanos?
-No poder escribir el 44.
-ƑPor qué?
-Porque no saben qué número va primero...
-ƑY cuál es el colmo de los yucatecos?
-No poder mirar a través de una ventana.
-ƑPor qué?
-Porque se van de cabeza...
El caso de los pescadores de Celestún, Yucatán, e Isla Arena, Campeche, rebasa las bromas y las ironías propias de la idiosincrasia regional. En los últimos 10 años, pescadores de esas pequeñas comunidades libran una confrontación reflejada en encono, amenazas, violencia, embarcaciones destrozadas o quemadas y secuestros en ambos bandos.
El problema, originado por una demarcación litoral imaginaria entre los dos estados, surgida en los albores de la década pasada, supera jurisdicciones estatales mientras que las autoridades federales intervienen con burocrática indiferencia, sobre todo ahora que este sexenio federal entró a su recta final.
A su vez, los gobiernos de Campeche y Yucatán se deslindan y argumentan que corresponde a la Federación arreglar el asunto.
Celestunenses y arenenses buscan la solución concreta que les permita laborar con tranquilidad, pero las posturas son intransigentes. Ambos grupos advierten que están hartos y se muestran decididos a desenlaces trágicos. Ahora, después de varias semanas de negociación, se pactó una tregua que culmina en diciembre. Después, como los pescadores yucatecos suelen decir, "sólo Dios dirá".
Celestún -120 kilómetros al sureste de la capital yucateca-, con sus paisajes naturales e impresionantes vistas como el arribo de los flamencos, y también el llamado cementerio de manglares, es tranquila.
Noventa por ciento de la raquítica economía de esta comunidad depende de la pesca de especies marinas preciadas en los mercados internacionales, principalmente el pulpo, y de varias congeladoras y cooperativas manejadas por funcionarios priístas. Los pescadores disponen de unas mil embarcaciones -de mayor y menor calado-, mientras que en Isla Arena apenas hay 300.
Si bien son pobres, la mayoría de los pescadores del sector social que trabajan por su cuenta y venden el producto a las cooperativas y congeladoras realiza su labor sin problemas, aunque siempre al filo de la navaja debido a las amenazas de sus homólogos campechanos de Isla Arena. Hay incertidumbre, tienen temor.
El origen. En 1990, la entonces secretaria de Pesca, María de los Angeles Moreno Uriegas, enterada del problema, tomó una decisión "salomónica": descentralizó el otorgamiento de los permisos de pesca, por lo que las delegaciones en cada estado prohibieron la incursión de embarcaciones en las respectivas aguas territoriales.
La orden, en este caso, provino del escritorio de Moreno Uriegas en la capital del país. "Ella jamás se presentó en Celestún, ni siquiera entendió nuestro problema; nos quitó parte de litoral y sólo benefició a los campechanos", explica el alcalde de ese lugar, Andrés Castilla Sabido.
Parte del acuerdo de la actual lideresa de la bancada priísta en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal consistió en dar mayor autonomía a Isla Arena en una franja de casi 12 kilómetros, colindante con el territorio de Celestún.
Para compensar, Moreno Uriegas otorgó a los yucatecos una extensa franja marítima. Lo que no midió la entonces funcionaria federal es que, precisamente, en el territorio otorgado a Isla Arena se concentra la pesca de pulpo, calamar y demás especies muy codiciadas en los mercados foráneo y nacional.
Por supuesto que el acuerdo de escritorio no fue respetado. Los pescadores de Celestún invadían la franja imaginaria de 12 kilómetros y los de Isla Arena hacían lo propio en aguas yucatecas. Y de allí, el conflicto.
Desde 1990 a la fecha, ambos bandos de pescadores no salen a trabajar en paz. Amenazas, decomisos de embarcaciones, secuestro de pescadores y plantones caracterizan el dilema.
Un recuento hemerográfico ejemplifica el problema: el 10 de agosto de 1992, pescadores de Isla Arena, del municipio de Calkiní, Campeche, solicitan la intervención del gobernador Jorge Salomón Azar García para que los hombres de mar de Celestún no continúen su labor en aguas de ese estado.
Cuatro años después, el 17 de enero de 1996, la delegación de la Semarnap de Campeche aplican medidas para que los celestunenses no invadan litorales de aquella entidad. Al día siguiente, los permisionarios y pescadores de Celestún se inconforman por la medida, que califican de unilateral y deciden hacer caso omiso.
Entre 1997 y 1998 comienzan a registrarse provocaciones y actos de violencia como decomiso y quema de lanchas entre ambos bandos. En 1999, los pescadores de Celestún realizan plantones en Palacio de Gobierno y el Congreso del estado para demandar solución al problema. En este 2000, la situación no varió mucho.
El 26 de agosto pasado, cansados de la situación, unos 500 pescadores de Celestún efectúan un plantón de siete horas en la sede del Poder Ejecutivo y consiguen atraer, finalmente, la atención de las autoridades federales.
En apariencia hubo una solución. La Semarnap y la Profepa de Yucatán notifican que los pescadores de Celestún podrían laborar cerca del litoral campechano de Isla Arena. Supuestamente, el acuerdo tenía el aval de las autoridades de Campeche y, por supuesto, de los trabajadores de Isla Arena.
Pero no sucedió así. 24 horas después, los celestunenses fueron impedidos de laborar cerca de Isla Arena y en represalia, los primeros despojaron de cinco lanchas a sus adversarios. Una de las naves fue incendiada.
La delegación de la Semarnap en Yucatán ofreció una lacónica disculpa y atribuyó el "malentendido" a un problema burocrático de comunicación.
Por su parte, los gobernadores de Yucatán y Campeche, Víctor Cervera Pacheco y Antonio González Curi, respectivamente, tomaron el asunto con prudencia pero sin visos de intervenir. El yucateco dijo que el conflicto correspondía solucionarlo a la Federación, mientras que el campechano añadió que el caso "es complejo" y agregó que si había necesidad de platicar con su homólogo estaría dispuesto a una reunión, de acuerdo con una nota publicada en el periódico local El Mundo al Día (30 de agosto de 2000). El acercamiento, hasta el momento, sigue a la espera.
La reacción de los pescadores de Isla Arena no se hizo esperar. Durante una tensa reunión, documentada en periódico El Mundo al Día, los delegados de la Semarnap y Profepa de Campeche, Carlos Rihani Vales y Juan de Dios Zetina Durán, recibieron duras críticas por su actuación y los pescadores de Isla Arena dieron su ultimátum: un rotundo no a los celestunenses. Incluso, pidieron la renuncia de Rihani Vales sólo porque éste es yucateco.
La situación tomó un impasse por varios días. En la ciudad de México, el 7 de septiembre, las delegaciones de Yucatán y Campeche se reunieron con el subsecretario de Pesca de la Semarnap Carlos Camacho Gaos y resolvieron tres acuerdos básicos, si no para terminar el problema al menos para suspenderlo hasta fin de año cuando culmine la captura de pulpo:
1. Los pescadores campechanos conservarán la exclusividad de captura en una franja de mar de 12 kilómetros de longitud y una profundidad de cero hasta cinco brazas y queda sin vigencia la reforma emitida por Moreno Uriegas en 1990.
2. Los pescadores de Celestún son libres de capturar en cualquier zona, con excepción del área destinada para Campeche.
3. Creación de una nueva franja de manejo pesquero, de 3 kilómetros, desde Punta Yaltom, Campeche, hasta El Palmar, Yucatán, donde todos los involucrados podrán capturar a discreción.
No obstante este esfuerzo, otro error burocrático estuvo a punto de echar por la borda los acuerdos. Sin estar notificados, el 20 de septiembre pulperos campechanos aseguraron cinco lanchas y detuvieron a 10 pescadores de Celestún. Después de unas horas, y disculpas de por medio, los celestunenses fueron liberados junto con sus naves.
Hasta ahí el dramatismo. Por el momento la tregua se ha respetado aunque ambos bandos saben que después de diciembre todo puede pasar.
A este respecto, el delegado de la Semarnap en el estado Rafael Robles de Benito pidió prudencia ante este conflicto pero alertó: "es inconcebible que exista tanto dolo entre grupos de pescadores, sobre todo que las aguas mexicanas son, prácticamente, de todos los mexicanos. Allí hay encono y odio; la rivalidad entre campechanos y yucatecos parece que no es chiste".
De igual forma, rechazó desinterés de las autoridades federales del ramo para resolver el problema. "Tal vez debimos intervenir antes", reconoció.
Para Leonel Rosado Mena, industrial pesquero surgido de la filas del PRI, el conflicto tiene una solución concreta: "La Federación debe solucionar los problemas en el sitio preciso, no en la capital del país como ahora sucede".
Asimismo, recriminó el proceder de la titular de la Semarnap Julia Carabias Lillo por mostrarse ajena al caso de Celestún e Isla Arena. "Nunca nos visitó, siempre nos envió emisarios que sólo hicieron promesas, nunca dieron soluciones".
Así, la vida transcurre en Celestún. Cuando no hay inundaciones a consecuencia del mal tiempo que azota las costas yucatecas hay enfrentamientos entre pescadores.
La Mojarra (Ricardo Cetz), uno de los pescadores más populares de la población, dedicado a la actividad desde hace más de 20 años, advierte: "Estamos dispuestos a llegar a todo; el problema se acaba pacíficamente o, de lo contrario, sólo Dios sabe qué pasará".
La tregua corre, sin embargo el plazo vence en diciembre.