SABADO 4 DE NOVIEMBRE DE 2000

 

Ť Marcos Roitman Rosenmann Ť

Apropiarse de lo inexistente

Una de las características del actual debate político es acudir a la forma de argumentación sofista. El objetivo es presentar un problema aparente como realmente existente. Así, los nuevos sofistas han lanzado un razonamiento falso: México vive en transición. Veamos.

Aristóteles plantea en sus refutaciones sofísticas: "Y como para algunos es de más utilidad parecer que son sabios que serlo y no parecerlo, pues la sofística es una sabiduría que parece tal pero no lo es, y el sofista es uno que lucra por medio de una sabiduría que parece tal pero no lo es, es obvio que necesitan parecer que hacen un trabajo de sabios más que hacerlo y no parecerlo".

No resulta extraño que los cinco fines de la argumentación sofista sean esgrimidos por los, llamémosles, atransitólogos. La refutación, la falsedad, la paradoja, la incorrección y el parloteo vano. Haciendo uso ilimitado de su parloteo vano, repitiendo muchas veces lo mismo, parecen convencer a una comunidad de científico-sociales, políticos, periodistas y ciudadanos de la existencia de un fenómeno llamado transición.

Igualmente la incorrección, entendida como una indeterminación o neutralidad en la definición de los conceptos, en este caso transición, facilita la construcción de argumentos utilitarios y de coyuntura. De tal manera que transición puede ser cualquier cosa, dependiendo del apetito y la subjetividad de cada cual. Un cambio de gobierno, un divorcio, una tormenta, en fin, lo que se quiera designar con ello. Sin el más mínimo rubor tratan de hacer de la incorrección un estilo de trabajo.

El pensamiento débil es heredero de la tradición sofista. "En efecto, preguntar sin definir la cuestión respecto a ninguna cosa establecida es una buena manera de procurar aquello: pues los que hablan como les parece cometen más errores; y se habla como a uno le parece cuando no se tiene nada prestablecido".

La esterilidad del debate está garantizada. Sin embargo, ello genera toda una discusión aparentemente dotada de rigor y de realidad que termina por imponerse. Puestos en el equívoco, se construye un orden paradójico y esquizofrénico. Lo existente no existe y lo inexistente cobra existencia. Lo falso aparece como lo verdadero y sobre ello se construye un mundo adecuado a dicho principio de error. Lo llamativo de esta circunstancia es la consistencia de un orden esquizofrénico en el que se pierden los principios de argumentación en favor de un mundo fantasioso cuya realidad es sólo virtual y por ende limitado a tener una existencia psicomental al margen de la realidad histórico-política y social. No cabe duda. La necesidad de romper este círculo vicioso desde el cual se está construyendo una falsa realidad se manifiesta urgente.

Sin embargo, México no es un caso único donde se manifiesta el sofismo teórico. En la actualidad, el uso y la predilección por los argumentos sofistas se muestra como una tendencia hegemónica en el ámbito de las ciencias sociales. La proliferación de debates estériles es una realidad cotidiana. Desde preguntarse si existen futuros contingentes al margen del neoliberal, por ejemplo, pasando por avalar la noción de centro político o zona de equilibrio, hasta discutir acerca del pensamiento único.

La construcción de un mundo irreal, de existencia virtual, aprisiona el debate teórico y termina por presentar un orden cuyo imaginario social se difuma en fantasías de realización imposible. Bajo estos principios de discusión sofista poca cabida tienen los principios éticos y políticos sobre los cuales sustentar un orden democrático. Más bien lo contrario se impone como consecuencia de su preminencia. La exclusión, la descalificación, el insulto personal y el desprecio a lo diferente son las armas utilizadas para imponer la forma de argumentar de la sofística.

Ahora se trata de recuperar el sentido de la realidad: pedir lo posible, recuperar la capacidad de pensar. Bajo este llamado se torna viable romper el círculo vicioso y refutar la forma de argumentación de un pensamiento débil fundado en la construcción de paradojas, el parloteo vano y estéril y la incorrección. La falta de rigor se combate desde el criticismo teórico. Por ello no cabe duda que una defensa de la lógica aristotélica y el pensamiento fuerte forma parte de un gran proyecto revolucionario.