SABADO 4 DE NOVIEMBRE DE 2000

Ť Había libertad de prensa en El Salvador: García


Sus tropas, "una banda de adolescentes vagos", dice Vides

Ť El juicio en Florida, un severo revés para los derechos humanos

Ť Encubrió Washington la violación y asesinato de las religiosas

Blanche Petrich/II y última Ť Eugenio Vides Casanova, general en retiro que fuera jefe de la Guardia Nacional, después de la Policía de Hacienda y finalmente ministro de Defensa durante los años más cruentos de la guerra en El Salvador, en los años 80, argumentó en defensa propia que con frecuencia las sanguinarias tropas que él comandaba eran como "una banda de adolescentes vagos que desobedecen a sus padres y se largan al cine sin su permiso".

Y el general José Guillermo García, ministro de Defensa entre 1979 y 1983, hizo lo propio. Al tratar de explicar su conducta permisiva como jefe de la fuerza armada cuando la institución pagó la publicación de un desplegado en la prensa, en la que llamaba "traidores a la patria" a una docena de líderes políticos de oposición, periodistas y religiosos que tiempo después uno a uno fueron asesinados, dijo que eso "prueba que había libertad de prensa".

En el juicio que concluyó ayer en Florida con un serio revés para el derecho humanitario internacional --los ex generales fueron declarados inocentes de consentir y encubrir el secuestro, violación y asesinato de cuatro religiosas estadunidenses hace 20 años--, ambos mostraron de cuerpo entero la lógica del militar protegido por Estados Unidos en plena cruzada contra la subversión: "En la guerra todo se vale".

Y a pesar de las evidencias exhibidas por las familias de las religiosas, el jurado resolvió en contra del principio de la punibilidad de los altos mandos por crímenes cometidos por sus subordinados.

Entre las muchas pruebas que fueron conocidas en el tribunal de West Palm Beach, destacan las que demuestran que mucho antes que el jurado, Washington había disculpado, y hasta premiado, el crimen.

García y Vides contaron siempre con un sólido apoyo en Washington para encubrir a los asesinos de las religiosas, incluyendo el del entonces secretario de Estado Alexander Haig, quien en 1981 declaró ante el Congreso que el "incidente" en el cual las cuatro ciudadanas estadunidenses fueron secuestradas, violadas y ejecutadas "pudo haber sido porque intentaron rebasar un retén militar sin detenerse".

Destaca también la orden al mérito militar que le fue impuesta al general García por el entonces secretario de Defensa Gaspar Weinberger, dos medallas de Legión al Mérito concedidas a Vides en 1985 y 1988 y el asilo político otorgado en 1989.

Como hace 20 años, los deudos de las monjas tendrán que conformarse con la prisión de dos viejos ex guardias que aún permanecen en la cárcel en El Salvador.

Quinto día

Según la reseña del juicio elaborada por Loren Stewart, del comité de abogados por los derechos humanos, en el quinto día del juicio los abogados de las familias de las víctimas presentan memorandums del nuevo embajador estadunidense en El Salvador, Deane Hinton, recién desclasificados: "No cabe duda de que las fuerzas de seguridad y los militares son responsables directos de muchas de las matanzas e incluso de los escuadrones de la muerte... He dejado de confiar en García".

Aun así, durante varios meses más Hinton tiene tratos con el general y en durante la víspera de un viaje del ministro a Washington, el embajador le aconseja: "Vaya preparado, seguro le van a hace preguntas incómodas sobre las matanzas".

Hinton escribe a sus superiores: "Engallado me respondió: diré que no hay pruebas y si las hay diré que son fabricadas".

Se escuchan también los testimonios de la monja Madelaine Dorsey y del sacerdote Paul Schindler, que refieren el clima de terror de aquellos años y cómo las amenazas de militares y paramilitares con frecuencia se enfilaban contra curas y monjas, e incluso algunos vehículos llevaban una pegatina que decía "sé patriota, mata un cura".

Sexto día

Ante el jurado se presentó entonces un recorte publicado en todos los periódicos salvadoreños de la época como "campo pagado" por la Comisión de Prensa de la Fuerza Armada, con una larga lista de políticos opositores, periodistas y sacerdotes calificados como "traidores a la patria".

Interrogado al respecto el general García sorprendió a la corte al señalar, fríamente, que esa publicación "es una prueba de que en El Salvador había libertad de expresión".

Séptima sesión

Sube al estrado el general retirado Vides Casanova y se demuestra que el día del asesinato de las monjas su primo Edgardo Casanova Véjar era jefe de la guarnición de Zacatecoluca, donde se perpetró el crimen. Admite que durante la investigación en ningún momento llamó a su primo para averiguar qué había pasado con sus hombres.

Octava sesión

Se presenta ante el jurado otro documento desclasificado de la CIA en el cual sus agentes reportan que el ministro de Defensa, general José Guillermo García, "se mostró muy complacido" por la conducta de sus subordinados y la muerte de las monjas estadunidenses y por el asesinato, ocurrido apenas un mes antes, de seis dirigentes del Frente Democrático Revolucionario de El Salvador (la cúpula del brazo civil del movimiento revolucionario).

La CIA reconoce que el propio García recomienda "seguir usando ese método para eliminar otros líderes de la izquierda".

Novena sesión

Son interrogados los hermanos y hermanas de las cuatro religiosas, quienes describen en detalle los múltiples obstáculos que encontraron en El Salvador para poder hacer justicia en el caso, incluidas las repetidas renuncias de los abogados defensores que, amenazados de muerte, abandonaban el proceso, incluyendo el hecho de que el juez que dictó sentencia, Jorge Rauda, fue objeto de numerosas represalias y amenazas.

Se presenta también un documento desclasificado de la CIA apenas hace dos años. Se trata de la grabación de una conversación telefónica entre el guardia Luis Antonio Colindres y un superior no identificado.

Colindres admite haber creído que las mujeres portaban mucho dinero y haberse decepcionado porque entre las cuatro no te- nían ni 50 dólares. El oficial le repite una y otra vez que mantenga la boca cerrada.

Décima sesión

Al asumir su propia defensa el general García exhibió en su descargo la medalla al mérito militar que le entregó el entonces secretario de la Defensa Caspar Weinberger.

Duodécima sesión

Durante nuevas sesiones de interrogatorio los militares aseguran que no participaron en las investigaciones del asesinato de las monjas porque "así nos lo ordenó el presidente Duarte". García reconoce que entre militares "pudo haber existido" el concepto de que matar a gente de Iglesia inerme "era un acto patriótico".

Decimotercera y última sesión

En un largo argumento a su favor, Vides Casanova llega a comparar a la Guardia Nacional que él comandó a principios de los años 80 como "una banda de adolescentes vagos que desobedecen a sus padres y se largan al cine sin su permiso".