DOMINGO 5 DE NOVIEMBRE DE 2000
Ť Blanca Rubio Ť
El maíz transgénico
En febrero de 1999, el Comité Nacional de Bioseguridad Agrícola estableció una moratoria para la experimentación de maíz transgénico -un maíz manipulado genéticamente para lograr resistencia a plagas-, debido a que, al ser nuestro país el lugar de origen de este grano, la investigación a cielo abierto puede contaminar a las especies criollas y a su antecedente originario: el teocintle, con efectos desconocidos sobre el medio ambiente.
Recientemente, la Comisión Intersectorial de Bioseguridad y Organismos Genéticamente Modificados (Cibiogem), formada por las secretarías de Salud, Educación, Medio Ambiente, Hacienda, Comercio y Fomento Industrial, así como por el Conacyt, solicitó a su consejo consultivo, formado por investigadores y científicos reconocidos en el tema de la biotecnología, realizaran un sondeo para definir los términos de referencia de una investigación que permita decidir si se mantiene la moratoria o se libera la investigación del maíz transgénico en nuestro país.
Quienes sostienen que es conveniente liberar la experimentación del grano modificado genéticamente argumentan que su siembra permitirá bajar costos y elevar los rendimientos, pues reduce el uso de pesticidas y genera un aumento en la productividad al liberarse de plagas.
Sin embargo, el problema del maíz en México no es esencialmente de índole productiva. La razón por la cual la producción interna no es suficiente para abastecer la demanda nacional y ha sido necesario importar el grano a un ritmo anual de 16.6 por ciento durante este sexenio, estriba en que los productores enfrentan condiciones adversas para impulsar su cultivo. El precio real del maíz se ha reducido en 6 por ciento promedio anual de 1994 a 1999, a la vez que el crédito de Banrural ha bajado en 10 por ciento en este periodo, mientras que las empresas alimentarias prefieren comprar maíz importado de Estados Unidos con lo cual los maiceros carecen de subsidios, precios rentables y compradores. Frente a esta situación, más que una semilla de maíz transgénico, lo que necesitan es un cambio radical de la política agropecuaria que les permita producir en forma rentable e incrementar la producción.
Existe una clara contradicción en la política ambiental y alimentaria actual, pues a la vez que se prohíbe sembrar y realizar experimentos con maíz modificado genéticamente, se abren las fronteras al maíz transgénico importado, con lo cual ya estamos consumiéndolo en tortillas, refrescos (por la fructuosa), aceites vegetales, frituras y otros derivados como lo ha denunciado recientemente Greenpeace (La Jornada, 17/10/00).
Investigadores y Organizaciones no Gubernamentales han advertido de los riesgos potenciales que puede traer a la ecología y a la salud la siembra y el consumo del maíz transgénico. Puede ocasionar la contaminación de las especies criollas a través de la polinización, hecho que redundaría en la pérdida de nuestra biodiversidad en este grano, así como la conversión del teocintle en una supermaleza, pues si recibe genes con resistencia a herbicidas puede crecer incontroladamente debido a su carácter silvestre. En cuanto a la salud, según investigaciones realizadas en países europeos, el ADN permanece en el intestino un tiempo superior al que se pensaba, con lo cual el material genético consumido puede ser transferido a las bacterias que poseemos y con ello crear cepas modificadas con resistencias a antibióticos y otras sustancias, que podrían generar serios problemas sanitarios. Entonces, si el maíz transgénico no resuelve el problema del déficit productivo interno y puede generar riesgos ecológicos y de salud. ƑVale la pena permitir su experimentación?
En todo caso convendría extender la moratoria a la importación de maíz transgénico con el fin de proteger la salud de la población y fortalecer la producción interna de este grano que constituye, además del cultivo principal, un rasgo esencial de nuestra cultura.