LUNES 6 DE NOVIEMBRE DE 2000
Ť Califica de ''positiva'' la presencia de legisladores mexicanos en el Vaticano
Rivera se manifestó por la libertad religiosa de los políticos
José Antonio Román Ť Luego de calificar de ''positiva'' la presencia de legisladores mexicanos en la celebración del Jubileo de los Parlamentarios, convocado por el Vaticano, el cardenal Norberto Rivera expresó su deseo de que los políticos ''lleguen a tener'' una verdadera libertad religiosa, a fin de profesar abiertamente su fe, e incluso no practicar ninguna, si ese es su deseo.
Respecto de la posible dimisión del papa Juan Pablo II ante su deteriorado estado de salud, según lo publicó este fin de semana un diario alemán, el arzobispo primado de México señaló que estas versiones periodísticas son ''especulaciones'' que nada tienen que ver con la realidad.
En una brevísima y muy atropellada entrevista, donde aceptó responder -con monosílabos- sólo seis preguntas, el cardenal Rivera dijo que su camioneta modelo 1999, semiblindada y con un valor superior a los 400 mil pesos, que le fue robada el pasado jueves, no tenía seguro.
Previo a la entrevista, realizada en las escalinatas de la sacristía de la Catedral, el prelado ofició su acostumbrada misa dominical. Ahí, ante cientos de feligreses dijo que aunque es positivo que hoy se hable mucho de justicia social y de derechos humanos, estas exigencias no pueden resolverlo todo si no hay un motor, un ideal o una fuerza que impulse. Y en esto, señaló, el amor sigue siendo la actitud máxima del humanismo eficaz y del cristianismo auténtico.
Consideró que en una sociedad pluralista como la nuestra, los cristianos no deben avergonzarse de su fe y proclamar el mandamiento de amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo.
Es ridículo construir una fraternidad sin Dios, pues no se puede invocar un padre sin tomar en cuenta a sus hijos, que son precisamente nuestro prójimo. ''El amor es la regla de oro para resolver todos los conflictos'', expresó.
Rivera Carrera criticó también aquellas posiciones extremas en las que por un lado se propone un cristianismo horizontal, donde el hombre se convierte en el centro olvidándose de Dios y de lo trascendente, y por el otro, un cristianismo muy espiritual donde se olvida el amor al prójimo.
''Estos bandazos son los que Cristo nos quiere evitar presentándonos armónicamente los dos mandamientos: el amor a Dios y el amor al prójimo, como un solo mandamiento'', concluyó el cardenal.