LUNES 6 DE NOVIEMBRE DE 2000
Ť Concluyó jubileo en la Plaza de San Pedro
Llamado del Papa a políticos para actuar con moralidad
Ť Pide que "el servicio" desinteresado sea su compromiso
Ť Diálogo, elemento insustituible para resolver conflictos, dice
Reuters, Ap, Afp y Pl, Roma, 5 de noviembre Ť Juan Pablo II advirtió hoy que el diálogo, no la violencia, es el medio para resolver las confrontaciones, y llamó a los políticos de todo el mundo a actuar con competencia, moralidad y transparencia, durante una misa en la Plaza de San Pedro con la que concluyó el Jubileo de los Políticos.
Ante unos 2 mil representantes de gobiernos y parlamentos de 92 países, el Papa demandó "un compromiso político como servicio... que exige gran competencia en el cumplimiento del deber y moralidad a toda prueba en la gestión desinteresada y transparente del poder".
El jefe de la Iglesia católica recordó que un político cristiano no puede oponerse a la ley moral y debe referirse a los principios de la doctrina social desarrollada por la Iglesia a lo largo de la historia. Esos principios, agregó, "no son una ideología y menos un programa político, pero ayudan a comprender al hombre y a la sociedad a la luz de la ley ética universal".
Es por ello, añadió Karl Wojtyla, que no se justifica el pragmatismo que "reduciría la política a una pura mediación de intereses o, peor aún, a una demagogia de cálculos electoralistas".
En la actualidad los políticos deben ayudar a sus ciudadanos a "redescubrir un sentido de participación", dijo en referencia a la apatía del electorado, y subrayó que el diálogo es el instrumento insustituible "para no ceder a la tentación de la oposición violenta", ante la decadencia de las ideologías que "se acompaña de una crisis de las formaciones políticas".
Juan Pablo II, de 80 años, ofreció a los asistentes el apoyo de "un jefe especial": Santo Tomás Moro, nombrado a fines de octubre pasado como el patrono de los políticos y cuya figura "es verdaderamente ejemplar en lo que atañe a servir al hombre y a la sociedad. Como jefe de Estado estaba siempre puesto al servicio de la persona, especialmente del débil y del pobre, y los honores y riqueza no tenían ninguna importancia para él... por encima de todo no se rebajó jamás a hacer compromisos en contra de su conciencia y llegó incluso hasta el sacrificio supremo".
Tomás Moro, cuyo retrato fue colocado en el balcón de la basílica de San Pedro, fue un abogado inglés nombrado canciller en 1529 bajo el reinado de Enrique VIII. Cuando El Vaticano negó al monarca el divorcio de Catalina de Aragón, Moro se negó a firmar la Ley de Supremacía que desconoció la autoridad papal y convertía al rey inglés en el jefe de la Iglesia de Inglaterra que desde entonces se separó de Roma. Enrique VIII encarceló al ahora santo y ordenó su decapitación en 1535.
Sin embargo, un articulista del diario La Repubblica afirmó que Tomás Moro se enriqueció al servicio de dos reyes y condenó a "numerosos heréticos, luteranos, a ser quemados vivos por lo que difícilmente constituye un ejemplo para la política democrática del siglo XXI".
El jubileo de los políticos, en el que participó el último líder soviético Mijail Gorvachov, no estuvo exento de polémica: los asistentes rechazaron una moción de condena a la pena de muerte ante la resistencia de algunos de los políticos.