Ť Segundo fiasco al hilo, ahora gracias a la mansada de Xajay
Zotoluco y Caballero petardean en otra absurda confrontación
Ť Rodrigo Santos, decoroso Ť Los alternantes, sin imaginación Ť Algunos detalles y tedio
Lumbrera Chico Ť A principios de este año, en el clímax del tedio que marcara la temporada grande 1999-2000, un aficionado gritó desde el tendido: "¡Herrerías, 5 y 6 de febrero, Caballero!". El aplauso unánime que respaldó tal exigencia ayudó a que la escasa imaginación del empresario montara un mano a mano entre Eulalio López El Zotoluco y el diestro de Albacete, Manuel Caballero, que aquella tarde del 6 de febrero, efectivamente, mientras la Policía Federal Preventiva desmantelaba la huelga del CGH en la UNAM, cuajó dos hermosas faenas de fin de cursos. Estas, por lo que atestiguamos ayer en la Plaza México, no hicieron historia.
Con apenas media entrada, en tarde sin ángeles, Rafael Herrerías repitió el tete á tete entre un Caballero exhausto por los trajines de la temporada ibérica y un Zotoluco al que las masas no acudieron a ver después de sus éxitos, meritorios pero esporádicos, en el reino de Juan Carlos de Borbón. Contra lo que hubiesen podido esperar los más optimistas, el festejo fue un chasco, sobre todo por los mansos novillotes de la ganadería de Xajay que, en la mayoría de los casos, no empujaron bajo el peto de los caballos y llegaron al tercio de muleta con la cabeza alta, sin emotividad ni presencia. Un fiasco, pues, en toda la extensión de la palabra.
El menos malo de los figurantes ?fíjese usted cómo andamos?, fue el rejoneador ex convicto, Rodrigo Santos, quien en su segunda temporada profesional, después de egresar de la cárcel, galopó ante el bravo Regañón de 498 kilos, de la vacada de Rancho Seco, al que le dejó dos rejones de castigo en buen sitio, antes de colgarle tres banderillas largas clavando al estribo y adornarse con la santina, suerte que reclama de su invención y que no es sino una variante del violín, sólo que recostado de espaldas, en alarde circense, sobre las ancas de la cabalgadura. Como falló con la hoja de peral en dos ocasiones, perdió la que hubiera sido una meritoria orejita.
Alarmado por el fracaso de taquilla del domingo anterior, Herrerías impidió que la televisión por cable transmitiera la segunda de la temporada menos chica, pero si hemos de ser deductivos, de la media entrada de ayer, un cuarto de plaza fue a la México para ver al Zotoluco y otro tanto para renovar su lealtad a Caballero.
Caballero agotado
Vestido de blanco y oro, con 29 corridas toreadas en Iberia ante toros muy distintos a los novillotes de sangre de atole que le echaron ayer, El Zotoluco se las vio con Romerito, de 519; Melindroso, de 496 y Vanidoso, de 489. Con el primero se recolocó excesivamente entre pase y pase, y lo mató de un metisaca infame, después de jugarle al Ponce con antiestéticas cuclillinas. Con el segundo, al que recibió con una larga de hinojos al hilo de las tablas, no sólo no cuajó un buen muletazo sino que erró con el acero en un diluvio de pinchazos y descabellos que le valieron dos avisos. Con el último se hincó en los medios para iniciar el trasteo con la franela, y de spués de arrimó por la izquierda en naturales aislados, para matar de dos pinchazos y una trasera de tres cuartos y regresar al burladero en medio del silencio general.
De grana y oro, con 72 festejos en la reciente temporada española, es decir, harto de su peligrosa pero monótona chamba, Caballero estuvo excepcional con el capote ante Cuentista, de 486, su segundo enemigo, al que le dibujó cuatro chicuelinas de ensueño, bajando las manos y girando lenta y dramáticamente al compás del bicho, para entusiasmar momentáneamente a los tendidos. En cambio, ante Altanero de 480 y Parrandero de 505, tuvo escasos detalles, pero si al último lo mató bien y al primer viaje, a los otros dos los despachó de mala gana, a medida que la asamblea se hundía en la depresión.