LUNES 6 DE NOVIEMBRE DE 2000

ƑLA FIESTA EN PAZ?

Mano a mano de paja

Leonardo Páez Ť Entre las diversas y reiteradas pifias del llamado empresario de la Plaza México durante los primeros siete años de lento aprendizaje taurino destaca su singular criterio para armar manos a mano.

Algún desalmado lo equivocó diciéndole que un mano a mano sólo consistía en poner a alternar en una corrida a dos matadores, de preferencia de distintas nacionalidades y mucho mejor si eran sus cuates.

Sin embargo, ese mismo desalmado omitió advertirle al empresario varias cosas, entre otras:

Que los diestros escogidos para el mano a mano deben tener, por principio de cuentas, antecedentes serios de rivalidad en el ruedo y similar nivel técnico o artístico, no nada más cierta fama o éxitos recientes;

Que esos alternantes, antes que ser sus amigos o protegidos o triunfadores emergentes, han de acusar personalidades y estilos contrastados, a efecto de darle al espectador más opciones de emoción, no de diversión;

Que para toda corrida importante, incluidos los manos a mano, se deben escoger reses cuyo encaste le vaya mejor al estilo de los diestros;

Que si éstos son de gran clase o de procedimientos refinados, procurar darles toros que permitan esas exquisiteces; pero que si se trata de toreros cuyo rasgo principal es el valor y el dominio, como es el caso de El Zotoluco y Manuel Caballero, echarles entonces animales de más temperamento;

Que para estimular el apasionamiento y los partidarismos en el tendido es necesario que los alternantes hayan acusado un verdadero espíritu de competencia consigo mismos y con quien se les anuncie, y

Que es altamente riesgoso incluir en un mano a mano a toreros que apenas están despegando hacia niveles de consagración, pues si no obtienen éxito pueden desandar lo andado y más cuando se les va por delante un diestro extranjero, sin responsabilidades aquí el resto del año.

Pero como nada de esto se le ha informado al empresario o si se le informó no lo asimiló correctamente, ha tenido a bien embarcar primero a Manolo Mejía y ahora al Zotoluco en cuatro manos a mano tan fallidos como contraproducentes.

En febrero del 95 puso a alternar a Mejía primero con El Capea la tarde de su despedida, en la que el salmantino cortó dos orejas y rabo, y el de Tacuba nada, y al domingo siguiente con Enrique Ponce, que sin cortar nada salió mejor librado que el mexicano.

La temporada pasada el empresario decidió, y El Zotoluco aceptó, un mano a mano con el albaceteño Manuel Caballero, en el que éste se llevó tres orejas y el de Azcapotzalco ninguna. Ayer, en el colmo de la ociosidad empresarial y en despliegue de antiadministración de un torero, se volvió a dar el mismo cartel.

Plugo al Supremo -un luchador rudo y ocasional aficionado a toros- que la mansedumbre de los destartalados novillotes de Xajay sirviera de penitencia al pecado de una imaginación taurina esencialmente frívola por partida cuádruple: empresario, ganadero, apoderados y matadores (?).

Con estos criterios, el empresario continúa el hundimiento de figuras en cierne.