DOMINGO 12 DE NOVIEMBRE DE 2000
Ť Rolando Cordera Campos Ť
Los primeros pasos
Los trazos de la sucesión empiezan a adquirir perfil, mientras los aspirantes velan todavía sus armas. El encargado de los temas sociales advierte sobre la pobreza de la lucha contra la pobreza el año que entra, mientras el PAN parlamentario pone a discusión su iniciativa de reformas a la Ley Orgánica de la Administración Pública, un tanto diferente de la ponencia de Fox, en algunos asuntos relevantes, como el del lugar del Cisen o el papel de la Secretaría de Gobernación en materia de medios informativos.
Por su lado, pero en notoria sincronía, el presidente electo y su comisionado para asuntos laborales, Carlos Abascal, parecen empeñados en asegurar al liderazgo sindical (ex) oficialista una transición sin aspavientos, en paz, tal vez para asegurarse el apoyo del cacique invernal que sucedió al jefe glaciar en el espinoso asunto eléctrico.
Abascal insiste en una ruta de consenso y diálogo con los actores del pasado, pero no se angustia demasiado ante las disonancias evidentes de su discurso. Un diálogo para reformar es indispensable, pero si en verdad se quiere un consenso para la reforma y la modernización del mundo laboral, tiene que darse a partir de una representatividad sindical que, en el mejor de los casos, está en entredicho, si acudimos a las cifras de sindicalización, de huelgas ocurridas en estos años, o a la miseria salarial que aguanta todo, hasta esta fulgurante recuperación económica que nos ha traído pleno empleo, más informalidad laboral y salarios estancados, o casi.
Sin duda, la discusión sobre la organización del gobierno entrante es de gran importancia, porque en la propuesta panista están implícita o explícitamente contenidos unos propósitos que van más allá del organigrama de la administración pública. La concepción de seguridad pública y su prosecución, junto con la de seguridad nacional y la de Estado, así como su congruencia con la legalidad general y el respeto a las libertades y los derechos humanos en particular, es decir, no sólo con las leyes vigentes sino con la doctrina jurídica que es propia del Estado democrático, son temas y problemas que se asoman en las reformas propuestas; esperemos que en el debate sean estos tópicos, más que los cambios de nombre, lo que el Congreso aborde.
Hay mucho que entender y desentrañar, y mucho más que prevenir, en los juegos jurídicos y políticos que, por ejemplo, han llevado a proponer la Secretaría de Seguridad Pública. Y lo mismo puede decirse del cambio de sitio de la seguridad nacional y la inteligencia política, o su mantenimiento un tanto equívoco y más que precario en Gobernación, o de la relación del gobierno con los medios y su manejo desde Los Pinos, como se dice que quiere el presidente Fox, o desde Gobernación, como parece proponerlo la bancada panista.
Son estas consideraciones y sus implicaciones lo que debe constituir la masa crítica de la deliberación de los diputados y senadores. Veremos.
Por último, pero no al último. En materia económica y social se han impuesto los fuegos artificiales, si no es que los juegos de abalorios de los equilibristas macro. El resultado de este circo es la asunción, al parecer, sin chistar, de las restricciones financieras predeterminadas y la renuncia a darle a la cuestión social la prioridad que reclama.
En un ambiente institucional de por sí precario, la orfandad laboral y sindical puede volverse una chispa en pradera seca. Sin desmedro de la importancia que pueda tener la fórmula preferida del equipo foxista, más que una cultura lo que hoy le urge a México es una política laboral, que empiece a abandonar el miedo a la globalización y al crecimiento y se proponga horizontes efectivos para una recuperación que hoy ni siquiera se insinúa: la que tiene que ver con una seguridad básica que millones han visto desvanecerse en los torbellinos del cambio económico y de las pírricas victorias culturales de los yupies ya entrados a la edad de las canas.