DOMINGO 12 DE NOVIEMBRE DE 2000
Ť La semana política en Estados Unidos
Ť Amenaza a políticos un secreto sucio cuidadosamente guardado
Ť El voto del martes indica que ninguna de las dos opciones gusta
Ť Los cómicos, los más favorecidos con el empate en los comicios
Jim Cason y David Brooks, corresponsales, Washington, 11 de noviembre Ť La cúpula del poder en Estados Unidos guarda muy cuidadosamente un secreto sucio, y sus miembros están aterrados ahora que, tal vez, el pueblo ya lo descubrió.
Las elecciones son necesarias aquí para legitimar la continuación en el poder de dos, y sólo dos, partidos y sus candidatos, y más allá de eso, esta burocracia nacional y sus instituciones --el sistema, pues-- no dependen mucho del pueblo estadunidense para seguir funcionando.
Alarmas suenan al prolongarse este congelamiento del proceso electoral. Posible crisis constitucional, la estabilidad de Estados Unidos en peligro, una votación tan dividida que uno supondría que este país está al borde de un guerra civil.
Pero aquí pocos se van con la finta de los políticos, los grandes medios y los que tienen intereses muy particulares dentro de la cúpula del poder estadunidense.
Este fue un voto de la ambigüedad que manifestó, más bien y cuando mucho, una ambivalencia popular hacia quién está en Washington.
Como señaló una veterana periodista en esta capital, tal vez los únicos que tienen prisa por resolver este conflicto electoral y anunciar quién será el próximo presidente son los candidatos y sus allegados, antes de que el pueblo se dé cuenta que tal vez no necesita un presidente.
Después de cuatro días sin saber quién ocupará la Casa Blanca en enero, con el voto presidencial más cerrado en por lo menos 40 años, dentro de una situación sin precedente en la que no se ha logrado concluir quién es el ganador, y con cada día con más acusaciones y especulaciones sobre irregularidades electorales de toda índole, todo indicaría de que el país estaría a punto de estallar en un profundo conflicto civil.
Pero más allá de unos cuantos cientos de manifestantes en el disputado condado de West Palm Beach, en Florida, nadie está en las calles, no está en alerta la Guardia Nacional, no hay motines.
De hecho, a pesar de que todo el mundo está comentando la sucedido, no hay indicios de que lo que ocurre le importe mucho a la mayoría de este pueblo.
Según las encuestas de salida de casilla, aproximadamente un tercio de los que emitieron votos favorecieron firmemente al demócrata Al Gore, otro tercio al republicano George Bush, y otro tercio más no tenía una preferencia muy marcada.
"Esto no es un pueblo dividido --opinó el analista político Bill Schneider-- éste es un pueblo que no se ha definido" ni por una opción ni por la otra.
Más bien, es un pueblo que no tenía opciones claras suficientemente diferenciadas, y por lo tanto, para grandes sectores (con la obvia excepción de los activistas políticos con un interés particular en el resultado y los profesionales de los partidos) tampoco preocupa mucho quién gane.
Tan despreocupante es la situación, que los cómicos se dedican a bromear incansablemente sobre ella: "Ayer tuve una pesadilla --platica Jay Leno, del programa de variedades The Tonight Show--. Soñé que llegaron dos extraterrestres y me ordenaron 'llévanos con tu líder'. Me angustié, me entró pánico, porque no sabía qué hacer ya que no sé cuál es mi líder".
Para algunos (como el ex senador Bob Dole, el ex secretario de Estado James Baker, varios políticos demócratas, los diarios The New York y The Washington Post, o sea un amplio abanico de voces de la cúpula del poder), la prolongación de la disputa podría, si no tiene límites, acabar dañando al "sistema" político, al sistema "de dos partidos" y al prestigio mismo de este superpoder ante los ojos del mundo.
Por lo tanto, hay que medir hasta dónde uno termina defendiendo el voto y dónde empieza a asegurar la estabilidad del país.
Otros descubrieron que tal vez el problema es el propio sistema que se utiliza para el voto presidencial: en su editorial principal, el New York Times de este sábado considera que "lo que se ha hecho vergonzosamente claro durante los últimos días es que la democracia más poderosa del mundo necesita encontrar una mejor manera para votar para presidente".
Sin embargo, con tanta preocupación por posibles "crisis constitucionales", alarmas sobre la estabilidad política y defensa del proceso democrático y demás, y con toda la atención centrada sobre unos cuantos distritos electorales en Florida, poco se ha comentado de la verdadera crisis política que se expresó a nivel nacional el martes pasado: que la mayoría del pueblo no votó ni por Gore ni por Bush, ni por nadie; la mitad del pueblo no es participante en esta gran disputa electoral.
Eso, para la cúpula política, al parecer no amenaza ni la estabilidad, ni la "democracia" ni representa una crisis política.