DOMINGO 12 DE NOVIEMBRE DE 2000
Ť Angeles Gonález Gamio Ť
Adiós a Tihui
El movimiento corporal, con ritmo y música, se convierte en baile y ha sido desde siempre una expresión importante en nuestro país. En la época prehispánica tenía enorme relevancia y era parte de prácticamente todas las ceremonias. El ilustre fray Bernardino de Sahagún lo describe detalladamente en su impresionante Historia de las cosas de la Nueva España.
Vamos a transcribir algunos párrafos en los que menciona los rituales en honor de la diosa Xilonen: "Venida la mañana, comenzaban a bailar todos los hombres de cuenta; llevaban todos en las manos unas cañas de maíz, como arrimándose a ellas... También bailaban las mujeres juntamente con la que había de morir y traían emplumadas las piernas y los brazos con pluma colorada; la cara la llevaban teñida con color amarillo desde la barba a la nariz... llevaban todas guirnaldas de flores, que se llamaban cempoalxochitl..."
Algún tipo de ritual semejante se efectuaba en todos los eventos, acompañado con tambor, teponaztle, silbatos de huesos, caracoles y flautas. En el cuicacalli (casa del canto) los jóvenes aprendían música, poesía y baile. La diosa de estas artes era Macuilxochitl. Todo esto causó gran impresión entre los españoles, quienes lo aprovecharon para ayudarse en la evangelización.
Los antiguos mexicanos no tenían bailes populares en el sentido europeo, por lo que fue su influencia, enriquecida con las herencias indígena y negra, la que dio lugar a diversos bailables regionales, como los jarabes. Durante el virreinato se popularizaron las danzas europeas de salón: el minuet, la gallarda, el rigodón, la jota, la contradanza, la tarantela, el paloteado y el fandango, entre otras. Estas fueron consideradas "lascivas y disolutas", lo que no disminuyó su éxito y dio pie a que surgieran bailes regionales como el guapango, el bejuquito, la jarana, el churripampli y la chipicuaracua, que también se bailaban en los teatros. A mediados del siglo XIX, llegaron las mazurcas y los valses, que sobreviven en pequeñas comunidades provincianas.
Otra derivación fueron las danzas folclóricas, que en la actualidad se continúan practicando en los pueblos, especialmente en los atrios de las iglesias, durante los festejos del Santo Patrón. Maravillosamente, estas danzas conservan múltiples elementos prehispánicos, tanto en el fondo, ya que muchas tienen como fin invocar que haya buenas lluvias, ricas cosechas, que arreglen el camino, que les metan el agua potable y tantas cosas más, que dejan a la voluntad del más allá, como en la forma. Esto se observa en la indumentaria, con los cascabeles, grecas y plumas, combinados con elementos europeos como el satín, las lentejuelas, las chaquiras y los espejos.
El desarrollo de todos estos bailables, en este siglo despertó el interés por el baile clásico, lo que dio lugar en 1931 a la creación de la Escuela Nacional de la Danza, auspiciada por la SEP, bajo la dirección de los pintores Carlos Mérida y Carlos Orozco Romero. Los maestros fundadores fueron también de lujo: Nellie y Gloria Campobello, Rafael Díez, Evelyn Eastin y Francisco Domínguez. Los frutos se vieron una década más tarde cuando las hermanas Campobello fundaron el Ballet de la Ciudad de México, que dio lugar, 20 años más tarde, al Ballet Clásico de México, que finalmente desembocó en la prestigiada Compañía Nacional de Danza, que ha dado a México galardones en todo el mundo.
Desde hace casi una década la bella y talentosa Tihui Gutiérrez ha sido la primera bailarina; es hija del recientemente fallecido Tonatiuh Gutiérrez, destacado impulsor del arte popular y reconocido intelectual y deportista, quien con su esposa Electra, han hecho los libros más bellos. Tihui, cuya gracia evoca el canto del colibrí que guiaba a los nahuas en su recorrido, descubrió su vocación casi al dar sus primeros pasos. Siendo una niñita fue becada para estudiar en Cuba con los mejores maestros, entre los que destacaba la célebre Alicia Alonso. A lo largo de su joven vida nos ha fascinado con extraordinarias interpretaciones, que le han valido múltiples premios internacionales.
Pero en esta vida todo llega a su fin; hoy a las 5 de la tarde, en el Palacio de Bellas Artes, Tihui se despide interpretando uno de los ballets que le han dado más reconocimiento: Romeo y Julieta.
Después de admirarla iremos a brindar con nostalgia por ella, en uno de los pocos sitios que están abiertos el domingo en la noche: el Pied de Cochón, en el hotel Presidente, con platillos de la cocina francesa popular y sus famosas manitas de puerco, ligeramente empanizadas, que le dan el nombre.