DOMINGO 12 DE NOVIEMBRE DE 2000
Un campesino francés, símbolo contra la globalización
El fenómeno Bové
Si hay un personaje que encarna hoy la furia popular contra la globalización, ese es José Bové, dirigente del sindicato agrario francés Confédération Paysanne, juzgado y condenado por desmontar -que no saquear- un McDonald's en construcción en la ciudad de Millau (Aveyron), el 19 de agosto de 1999. La figura de Bové ha traspasado las fronteras nacionales y hoy es bandera de los que se movilizan contra la globalización, ese fantasma tan impreciso como escurridizo que recorre el mundo de este fin de milenio
Eduardo MOYANO*
José Bové y nueve de sus compañeros atacaron el McDonald's en protesta por la elevación de aranceles dictada por el gobierno de Estados Unidos contra el queso roquefort, principal fuente de ingresos de un amplio sector de los ganaderos del Macizo Central francés.
El 30 de junio pasado, en pleno juicio contra Bové, llegaron a Millau varias decenas de miles de personas de distintas procedencias e ideologías, unidas todas ellas contra las multinacionales, el FMI, el Banco Mundial, la OMC y todo lo que representa la globalización. Si el año pasado fue la "caravana intercontinental campesina" que, tras recorrer varias partes del mundo, acabó manifestándose ante la sede de Nestlé en Suiza, o la gran movilización de Seattle, hoy es el "affaire Bové" la ocasión para que amplios movimientos sociales expresen sus iras contra el proceso globalizador.
Quienes acusan de oportunismo a Bové y su grupo, o lo descalifican con epítetos peyorativos por la cara tosca y violenta de lo rural, desconocen quién es el personaje y qué representa en el entramado social de Francia.
*Campesinos modernos y cultos
Hace 15 años tuve la oportunidad de conocer a Bové y a otros dirigentes del sindicato Paysans Travailleurs (campesinos trabajadores, se denominaban, a pesar de ser dueños de modernas explotaciones agrícolas), origen de la actual Confédération Paysanne. Representaban un sector de jóvenes agricultores franceses que, influidos por la estela del mayo del 68, aspiraban a convertirse en alternativa al sindicalismo mayoritario de la todopoderosa FNSEA.
No eran agricultores marginales, sino protagonistas de la modernización acelerada que experimentó el campo francés en los años sesenta: agricultores modernos, cultos, de buena formación (muchos de ellos universitarios) y, sobre todo, muy politizados en una mezcla de marxismo, cristianismo a lo Theillard de Chardin y ecologismo militante.
Habían adquirido conciencia de los efectos perversos del proceso modernizador (espiral de mecanización-intensificación-endeudamiento-dependencia de las industrias agroalimentarias). No por casualidad, su libro de cabecera era por aquel entonces Les paysans et la lutte de classes (Los campesinos y la lucha de clases), escrito en 1972 por Bernard Lambert, antiguo dirigente del ala radical del movimiento católico de Jóvenes Agricultores, y luego promotor de un movimiento alternativo que daría lugar a los Paysans Travailleurs.
Ya entonces reivindicaban en un sentido militante y con una fuerte carga simbólica la utilización del término "campesino" (paysan), en contraposición con los de "agricultor" (agriculteur) o "titular de explotación" (exploitant) utilizado por el sindicalismo mayoritario y que la propia Comunidad Económica Europea situaba en el centro de su modelo de política agraria común (PAC). Criticaban el sesgo productivista de la PAC, advirtiendo, en un alarde profético, de sus costos para el medio ambiente y la seguridad de los alimentos.
Desde aquellos años, el movimiento de los Paysans Travailleurs tenía ya una vocación internacionalista, conectándose con los movimientos campesinos de todo el mundo, especialmente del mundo subdesarrollado, a través de los circuitos de las ONG y de la extensa red de organizaciones católicas. Como movimiento alternativo promovió la Coordinadora Campesina Europea (CPE), antítesis del COPA, órgano oficial de representación de los agricultores en la Unión Europea y, a nivel internacional, la llamada Vía Campesina, donde se integran actualmente organizaciones campesinas de todo el mundo.
Cuando los Paysans Travailleurs se unen en los años ochenta con la FNSP (cercana al Partido Socialista Francés de Mitterrand), para crear la actual Confédération Paysanne, el movimiento especializa sus acciones. De un lado, se desarrolla una rama política, procedente sobre todo de la FNSP, que participa como interlocutor en los circuitos oficiales de concertación social (con lo que eso supone de subvenciones y ayudas públicas); y de otro, mantiene una dinámica de movimiento, organizando campañas de movilización y acción directa, protagonizada principalmente por los antiguos Paysans Traivailleurs, pero a la que poco a poco se incorporarán otros grupos sociales (ecologistas, pacifistas, jóvenes desempleados del medio rural), diluyendo así su dimensión campesina inicial para entrar en la categoría de los nuevos movimientos sociales de protesta.
La campaña contra la creación de un campo militar en Larzac en los años setenta (en la que también participó Bové), o ahora la acción contra el McDonald's, serían dos de sus más emblemáticas expresiones.
Bové reúne además características singulares, algo distintas del grupo que lo apoya. Es hijo de la pequeña burguesía francesa (sus padres fueron miembros en uno de los centros de investigación científica del prestigioso INRA), estudió en California, hizo contacto con los movimientos alternativos de la izquierda radical estadunidense, se instaló más tarde en Francia como agricultor en Montredon, dentro del movimiento de los neo-rurales en los años setenta. Desde entonces ha sido dirigente de Paysans Travailleurs, primero, y luego, de la Confédération Paysanne. Su dominio del inglés le ha permitido moverse en los medios de comunicación anglosajones, para denunciar los efectos perversos de la globalización (ayer la comida chatarra o las vacas locas, hoy los transgénicos).
Aunque hay que reconocer a Bové y su grupo la virtud de haber sido unos adelantados al plantear los costos y riesgos del productivismo a ultranza, su furia contra la globalización encierra algunos peligros. El primero es atraer a sus filas a grupos del más rancio corporativismo agrario que abogan por la renacionalización de la PAC y satanizan el proyecto de construcción europea y que se convierten en caldo de cultivo de los grupos de extrema derecha, como el partido de Le Pen y la Coordination Rurale, que es de donde salen las directrices para quemar los camiones españoles en la frontera francesa. El segundo peligro es demonizar el proceso de globalización como un todo, sin apreciar los elementos positivos que tiene para el desarrollo de las zonas más pobres del planeta.
ƑDe qué se habla cuando se critica la globalización: de las trasnacionales tipo Nestlé o Monsanto, o también de las comercializadoras de café ecológico y de etiqueta verde que, gracias a las ONG, conectan a los campesinos colombianos con los grandes hipermercados de Suiza, Bélgica o Alemania, haciendo viables sus proyectos alternativos? ƑDe las actuaciones financieras del FMI y del Banco Mundial (no todas perversas), o también de los proyectos multiculturales financiados por los mismos organismos internacionales? ƑDe los efectos perversos (que los hay) de la liberalización del comercio internacional, o también de las posibilidades que dicha liberalización abre a los productos agrícolas procedentes del Tercer Mundo? ƑDe la comida chatarra de los McDonald's, o de las posibilidades que, gracias precisamente a la globalización y a Internet, se abren para hacer viables formas alternativas de alimentación ligadas a territorios y culturas locales?
Bové y su grupo reflejan parte del malestar social ante los costos de un proceso de globalización que presenta dos caras: una, que homogeniza pautas culturales, diluye identidades y acrecienta las desigualdades; y otra que favorece la diversidad y permite la emergencia de nuevas identidades basadas en el multiculturalismo y en una nueva versión de los movimientos internacionalistas. En cualquier caso, el "fenómeno Bové" es producto de estas dos caras de la globalización, ya que sin las posibilidades de interconexión que dicho proceso permite, no habría sido posible su impacto internacional ni el eco que ha tenido en los nuevos movimientos sociales de todo el mundo.
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* Una primera versión ha sido publicada en el
semanario español Europa Agraria