DOMINGO 19 DE NOVIEMBRE DE 2000
Ť Carlos Montemayor Ť
La canasta básica
Después de los festejos que la administración zedillista ha celebrado en torno a la reciente información del INEGI, conviene dejar en claro que una institución como ésta debe ser independiente del Ejecutivo federal. Como contrapeso a la lectura alegre oficial, los mexicanos disponemos de encuestas de alimentación, de talla y de consumo de productos básicos, que proporcionan una información más realista del país.
El informe semestral sobre el comportamiento de precios dado a conocer hace dos semanas por la Asociación Mexicana de Estudios para la Defensa del Consumidor (Amedec) es un claro ejemplo del proceso acelerado de la pobreza en México y del error de considerar el impuesto al consumo como la única salida para que Vicente Fox cumpla con el país sus promesas de campaña electoral.
El informe comienza recordando que durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari el precio de la canasta básica Amedec, constituida por 87 productos básicos, había aumentado en promedio 370 por ciento, pero el salario mínimo sólo se incrementó 135 por ciento. Es decir, el salario había perdido, al finalizar el sexenio pasado, al menos 250 por ciento de su poder adquisitivo. Por lo tanto, después de la administración salinista los mexicanos quedábamos, al menos, 250 por ciento más pobres.
El informe agrega que a finales de 1994, cuando estaba por iniciarse la administración de Ernesto Zedillo, la canasta básica tenía un precio promedio de 640 pesos; ahora, al término de la administración zedillista, es ya de 2 mil 55 pesos. Su precio se elevó, pues, 252 por ciento, pero los salarios sólo aumentaron 148 por ciento; o sea, la canasta básica se encareció un total real de 104 por ciento. La suma de ambos sexenios arroja un incremento en la canasta básica Amedec de 622 por ciento y un aumento en los salarios de sólo 283 por ciento. En otras palabras, durante los últimos dos sexenios los mexicanos hemos quedado al menos 339 por ciento más pobres.
A esta alza desmesurada se debe que el consumo promedio de alimentos básicos haya descendido, según regiones y segmentos de la población, desde 10 hasta un alarmante y brutal 50 por ciento. Este descenso del consumo no implica sólo una disminución en la cantidad de aparentemente toda la canasta básica, sino la eliminación forzosa, en muchas familias, de diversos productos básicos y además la reducción en su cantidad. Es decir, no menos cantidad de carne, huevo, leche o pan, sino la desaparición total de carne, huevo, leche o pan de la mesa de más de 40 millones de familias. En otras palabras, disminución en el consumo es un tecnicismo demasiado terso para referirse a la pérdida de alimentos y al hambre.
Pero el incremento de la canasta básica es un promedio general. Los comportamientos de cada uno de los distintos productos que integran la canasta básica son diferentes e ilustran diversos efectos sobre el consumidor mexicano. Por ejemplo, en el caso de la leche, hubo incrementos desde 328 por ciento para las leches evaporadas y en polvo, hasta de 600 por ciento para las fórmulas lácteas. Esta alza brutal ocasionó que 83 por ciento de la población excluyera de su dieta diaria la leche. Es decir, la economía de libre mercado estableció el verdadero precio de la leche y la apartó, automáticamente, de 83 millones de habitantes.
La tortilla se encareció 455 por ciento y su consumo se redujo entre 12 y 30 por ciento. Esta alza es significativa por un hecho peculiar: debemos tomar en cuenta que el maíz empleado ahora por los grandes consorcios es el transgénico, no recomendable para el consumo humano, importado de Estados Unidos a precios muy bajos y con un menor valor nutricional que el maíz tradicionalmente producido en México. Es decir, estamos ante otra faceta de la violencia del hambre y de la malnutrición acelerada.
El informe de Amedec aclara, pues, que 40 millones de mexicanos se encuentran en la pobreza extrema con la única opción de tener en la mesa frijoles, tortillas y café; también explica por qué 70 millones de compatriotas (como gustaba llamarlos oficialmente el presidente Zedillo) sufren malnutrición y por qué, sobre todo, la estatura de los niños mexicanos se ha reducido 5 por ciento.
Por otra parte, no hace muchos años, en 1996, al firmar los acuerdos para impulsar una "nueva cultura laboral", por primera vez reconocieron la Confederación de Trabajadores de México y la Confederación Patronal de la República Mexicana que durante los 18 años anteriores los salarios en México habían perdido su poder adquisitivo en al menos 300 por ciento; con un salario mínimo en 1977 un individuo compraba tres veces más que con un salario mínimo en 1993. Esta pérdida fue consecuencia de la política económica restrictiva de los salarios que impuso el Fondo Monetario Internacional a los gobiernos de José López Portillo, Miguel de la Madrid y Carlos Salinas.
Si a estas pérdidas acumuladas les aumentamos 250 por ciento del sexenio que termina, el empobrecimiento de los mexicanos aparece como un proceso incontenible. Se trata de una violencia social generada por una política económica que confunde los compromisos del Estado con las ganancias del capital.
Lo grave es que este proceso de pobreza parece a punto de empeorar con el equipo de Fox, por el continuismo que asegura a las políticas económicas iniciadas por De la Madrid, consolidadas por Salinas de Gortari, y avanzadas por Zedillo. El impuesto a medicinas, alimentos básicos y salarios mínimos será un mecanismo eficaz para aumentar la desigualdad social en México. Además, los grupos empresariales se apresuran a sugerir a Fox que los aumentos a salarios, para "asegurar una economía sana", no deben rebasar 7 por ciento. ƑAlguien, además de Fox y su equipo de empresarios, puede seguir pensando que la pobreza es resultado de la negligencia e ineficacia de los trabajadores y las familias mexicanas? ƑQue dejan de comer porque quieren seguir siendo pobres? Lo terrible es que Fox y su equipo sí quieran seguirlo creyendo.