DOMINGO 19 DE NOVIEMBRE DE 2000

 


Ť Antonio Gershenson Ť

Electricidad, deuda y financiamiento

En el artículo anterior decíamos que el problema para financiar la industria eléctrica era el endeudamiento al que se ha llevado a la propia industria y al país, y el hecho de que todos los riesgos se han dejado del lado de la CFE y de la industria nacional, que deberá pagar tarifas eléctricas más altas al subir el precio del petróleo, del gas natural o del dólar.

Se dice que la solución está en inventar un mercado, pese a que la red eléctrica del país no es sólida, a que la mayoría de las regiones tienen insuficiente capacidad en la interconexión con las vecinas y, sobre todo, a que el mercado por sí mismo no prevé con años de anticipación. Si los chiles escasean en el mercado, su precio sube y eso vuelve atractivo un mayor cultivo y una mayor introducción de chiles a ese mercado. Si los chiles sobran, el precio baja y eso motiva a cultivar menos e introducir menos chiles ahí. El mercado regula. Pero la industria eléctrica, como la petrolera y otras, requiere de previsiones de largo plazo. Una planta se tarda años en ser construida e instalada. Pero el sistema eléctrico requiere de previsiones para muchas plantas, para dónde se van a ubicar, en qué fecha deben entrar y cuál va a ser su fuente primaria de energía, de modo que esta fuente esté disponible a tiempo.

El mercado por sí solo no resuelve estos problemas. En la práctica, esto se ha resuelto con formas de planeación, cuando son empresas públicas y cuando son empresas privadas monopólicas. Cuando se pretende que haya una confluencia de empresas en la misma zona, deben asegurarse de antemano mecanismos que aseguren el abasto a futuro, y no dejar al mercado ese trabajito. De lo contrario, sucede lo que está pasando en California, en otras partes de Estados Unidos y en países que alegremente vendieron y ya.

Un proceso así se ha tardado buen número de años. No se puede establecer por decreto. Y ya existente ese mercado, como pasa en Europa, Electricidad de Francia, empresa pública que fue reformada para poder competir con éxito en ese mercado, que fue vuelta a integrar después de que se le había fraccionado, tiene una mejor competitividad que las empresas privadas de países vecinos. Esta empresa hace de Francia un exportador neto de electricidad con todos sus países vecinos, e incluso compra a varias de sus competidoras en los mismos.

Para hacer frente al grave endeudamiento en que se ha sumido a la industria eléctrica y al país, lo primero que se necesita es aumentar sus ingresos netos. Y es que los frustrados privatizadores, al no poder vender empresas públicas, de perdida les han amarrado las manos. A Pemex lo ahogan con un régimen fiscal insostenible. A la industria eléctrica le evitan incursionar en las actividades más lucrativas, asociadas a la suya actual.

En otros países, es común que empresas eléctricas presten también el servicio de suministro de gas natural. Por un lado, se autoabastecen de este combustible en las plantas que lo requieren. Por otro, aprovechan por partida doble los derechos de vía de las líneas de transmisión, que son un activo valioso que no se aprovecha a plenitud. Finalmente, tienen ahorros en el trato con el público y en la facturación, pues hacen las dos operaciones en una sola. La lectura de los medidores, el envío de los recibos, todo se simplifica al unirse las dos cosas. El efecto de conjunto es un rendimiento económico importante.

En Monterrey había una empresa, antes de la nacionalización, que hacía esto mismo. Pasó a ser parte de la CFE con la nacionalización. Pero luego de un tiempo se le mutiló la parte de gas.

En otros casos se aprovechan los derechos de vía para telecomunicaciones. Las ventas de la CFE por estos conceptos pueden superar en pocos años el monto de las de electricidad. Ese ingreso permitiría su funcionamiento sano e incluso la gradual reducción de las deudas legales e ilegales.

Esta no es sino una parte de la necesaria revitalización de la industria eléctrica pública. La reducción de fugas ligadas a la corrupción, el aumento en la eficiencia y otras medidas complementarían el cambio. Pero con intentos condenados al fracaso, sólo se polarizan las posiciones, no se hace nada, y los años pasan sin ninguna solución. Ya se vio con la fracasada privatización de la petroquímica, la de la industria eléctrica... y ya era para que se hubiera aprendido la lección.