DOMINGO 19 DE NOVIEMBRE DE 2000
Ť Bárbara Jacobs Ť
Amiga de todo
Sin ser gemelas, ni siquiera de las que no son idénticas, a mi hermana y a mí nos han sucedido cosas de las que según la ciencia son, aunque extrañas, comunes en exclusiva a los gemelos. Por ejemplo, en un momento en que hace años ella vivía en Toronto, una tarde se comunicó a casa de nuestros padres en México y no los encontró. Quería informarles que la acababan de operar de un dedo de la mano derecha; pero ellos estaban conmigo en el hospital, en donde yo estaba siendo operada a mi vez de una muñeca, igualmente de la mano derecha. Ninguna de las dos sabía que la otra tuviera problemas en esa mano, ni mucho menos que los momentos cosmológicos fueran a coincidir en atendérnoslos quirúrgicamente el mismo día, por más que a miles de kilómetros distantes en el espacio.
Pero ésta es sólo una instancia que evidencia las similitudes que compartimos de hermanas gemelas que no somos. Hay otras, si no tan escalofriantes como la referida, sí más oportunas para la ocasión de estas páginas. Sucedió en nuestra primerísima juventud que, por circunstancias que no viene al caso mencionar, yo debía presentar un examen de historia universal que, dados ciertos compromisos míos de empleo, no podía atender. En consecuencia, y en vista de nuestro parecido físico, pedí a mi hermana que me suplantara y lo atendiera ella. Aun cuando mi imposibilidad para enfrentar el examen aquel fuera realmente involuntaria, debo admitir que no lamentaba el hecho para nada, antes bien lo agradecía, pues, a las similitudes que me unen a mi hermana, físicas y aún extrasensoriales, hay que contraponer las diferencias que de igual modo nos marcan.
Mientras que ella ha dominado siempre el conocimiento de la historia, yo de historia nunca supe y prácticamente sigo sin saber nada. Así, a la vez que confié en que prestando a mi hermana mis anteojos se acentuara nuestro parecido una vez ella ante el examen de marras, confié en que prestándome ella su sabiduría se neutralizara mi ignorancia, ardid comunicante en el que todavía descanso. La verdad es que aquella misión mañosa pero exitosa recoge y pone de manifiesto más cualidades de Patricia Jacobs Barquet de las que hubieran podido verse hasta aquí a simple vista.
Puntualizo. Igual que Diderot, mi hermana es Amiga de todo. Nació políglota. Aparte del español materno y del inglés paterno, el francés; en un punto, alemán, italiano, japonés. En sólo unas semanas, aventajó en el árabe de nuestros abuelos a un grupo que llevaba un año esforzándose en aprenderlo. Patricia hizo la carrera de antropología a la vez que la de artes plásticas. De niña y a petición de sus maestros, había corregido el texto de geografía de primaria. Multidotada, con la anécdota de la ocasión en que me impersonó para resolver por mí un asunto mío, muestra de igual modo sin duda su talento histriónico. Pero sobre todo hay que resaltar en esto su espíritu solícito y diligente, sin dejar atrás su inmediata respuesta eminentemente fraternal. Nada de lo cual, por cierto, está consignado aquí al pasar.
He insinuado apenas algunas de las cualidades que caracterizan a mi hermana y que en todo caso constituyen buena parte de la madera del lexicógrafo y enciclopedista que ha debido explayar para conformar su Diccionario enciclopédico de mexicanos de origen libanés y de otros pueblos del Levante. Pero ahora debo precisar que es en esta tarea puntualmente en la que dichas cualidades van a confluir por excelencia para alcanzar hasta el día de hoy su máxima expresión.
Por último, voy a aventurar un par de interpretaciones condicionadas. Si un diccionario es la reunión por orden alfabético o ideológico de todos los términos de un idioma o de un tema determinado, mi hermana es un diccionario y su diccionario es el retrato de mi hermana. O: si una enciclopedia es el conjunto de uno o todos los conocimientos humanos, o una obra en que se trata una o muchas ciencias y enseñanzas, mi hermana es una enciclopedia, y su Diccionario enciclopédico es su autobiografía intelectual. Afectada por la manía acumulativa del erudito, no se conforma con hacer un diccionario, sino que los colecciona.
Quiero destacar que, dada la naturaleza del material que Patricia Jacobs Barquet acopió y ordenó en su diccionario, es decir, de emigrantes y sus descendientes, o lo que es lo mismo, de una diáspora, la labor de reunirlos, de acogerlos a todos bajo un mismo manto, más que diccionario, más que enciclopedia, hace de mi hermana, en su afán aglutinador de juntar y mantener en contacto lo atomizado, la hace, digo, o configura a su obra a ser, un hogar. O, si se quiere, un hospicio. O un alma mater. O la madre tierra de una población desprendida de su lengua, de sus costumbres, de sus amigos, de su familia, de su país. O Patricia Jacobs Barquet y su empresa son un templo. Templo, o el verdadero lugar de pertenencia del que emigra y sus descendientes. Templo, en tanto que destino. Templo, en tanto que fin.