Lunes en la Ciencia, 19 de noviembre del 2000
Del "método Bokanovsky" a la réplica genética de seres humanos
Un nuevo mundo feliz
Jorge Gastélum
Aldous Huxley publicó -por primera vez- Un mundo feliz en 1932. Entonces anticipaba que en 600 años la ficción que relata en su libro sería una posible realidad.
Tal posibilidad llegó antes: los "bebés embotellados" de Huxley son los conocidos bebés de probeta; el "soma" es como la droga legalizada; la "hipnopedia" es hoy ejercida por diversos medios; el "sistema científico de castas" es la vigente jerarquización social y económica y así hasta el "método Bokanovsky", actual clonación llevada factiblemente hasta la replicación genética de seres humanos.
El mundo feliz de Huxley -cuya denominación en inglés es brave, que tiene también un significado como bizarro--, ya está aquí.
Corre el año 632 después de Ford. En el Centro de Incubación y Condicionamiento de la Central de Londres, en un Estado mundial, el director explica a los nuevos alumnos el proceso seguido para la producción de seres humanos en masa: la sala de fecundación, el método Bokanovsky, la sala de envasado, la sala de predestinación social... etcétera. Se fabrican diferentes clases sociales: Alfas, Deltas, Epsilones, Betas, Gammas... producidos para ser felices con su predestinación, sobre todo por acción de la hipnopedia (enseñanza durante el sueño), y genéticamente capacitados para desarrollar las tareas que requieren sus respectivos rangos sociales.
No hay familia, no hay ocasión ni pretexto para el romanticismo, no hay prohibiciones, no hay enfermedad ni dolor, no hay emociones. Es una sociedad sin historia, en la que todo se reduce a química y números, en la que las drogas (el "soma") son de uso común... en fin, una sociedad en la que todo mundo es necesariamente feliz, procreado in vitro a imagen y semejanza de una cadena de montaje.
Según Huxley se trata de una sociedad ubicada en un Estado totalitario. Esa sociedad y tal Estado están ya entre nosotros, por lo menos en germen. El proyecto genoma humano, que inició pretendiendo explicar las mutaciones genéticas debidas a la radiación nuclear y transmutó en la búsqueda de la causa y la posible cura de las 6 mil enfermedades hereditarias conocidas hasta hoy, puede variar al deseo de algunas familias de no sólo pretender evitar enfermedades a sus hijos, sino otras mejoras genéticas, referidas a aspectos físicos o intelectuales. Así, las actuales desigualdades sociales se convertirán en diferencias genéticas, pues las mejoras dependerán de la capacidad familiar para financiarlas.
El caso de Molly, expuesto aquí mismo en Lunes en la Ciencia del 9 de octubre presente, ilustra meridianamente cómo es factible (tanto que ya es un hecho) la mejora genética (esa seudociencia denominada eugenesia) de seres humanos, en este caso, con fines terapéuticos; se trata de la selección de un bebé de probeta -entre varios embriones-, cuyas células han sido implantadas a Molly con el fin de salvarla de una deficiencia sanguínea letal.
Si hoy día tales bebés de probeta son una realidad, mañana será objetiva la existencia de distintas castas sociales, eugenésicamente diseñadas: los Alfa, Delta, Epsilon, Beta y Gamma, ya han sido concebidos. Vive entre nosotros el concepto. Estamos a un tris de una sociedad en la que todos sus individuos sean genéticamente predispuestos a una felicidad determinada por el conformismo (también genéticamente determinado).
Eso -no otra cosa- quiso decir Clinton cuando afirmó que ahora conocemos "el idioma con el que Dios creó la vida".
El Brave new world de Huxley, y Gataca (arreglo de las iniciales de Guanina, Adenina, Timina y Citosina, las bases que conforman la doble hélice del ácido nucleico), la película que esboza un futuro humano eugenésico, son teórica y fácticamente posibles. La ficción -una vez más- ha sido superada por la realidad.
ƑO usted qué cree?
El autor labora en el Centro de Ciencias de Sinaloa