En las discusiones que se agitan actualmente acerca de la dignidad del embrión, se encuentran diversas opiniones. Lo que despierta mi curiosidad es que nunca se cita un debate secular, que tuvo como participantes a algunas de las mayores personalidades de la teología cristiana.
El debate es muy antiguo; nace con Orígenes, quien creía que Dios había creado las almas humanas desde el principio. La opinión pronto fue refutada, a la luz de la expresión del Génesis (2,7), según el cual "el Señor formó al hombre con el polvo del suelo y le insufló en las narices un hálito de vida, y el hombre se volvió alma viviente".
Por lo tanto, en la Biblia, Dios crea primero al cuerpo y luego le sopla el alma. Pero esta posición planteaba problemas acerca de la transmisión del pecado original, de manera que Tertuliano sostuvo que el alma del genitor se "traduce" de padre a hijo a través del semen; esta opinión fue juzgada herética porque presuponía un origen material para el alma.
Al respecto, San Agustín se encontró en dificultades, pues tenía que rendir cuentas a los pelagianos que negaban la transmisión del pecado original. Por lo tanto, al mismo tiempo que sostiene la doctrina creacionista (contraria al "traducionismo" corporal,* también admite una especie de traducionismo espiritual. Sin embargo, los comentadores de su obra juzgan muy retorcida esa posición.
Santo Tomás de Aquino habría de ser decididamente creacionista y solucionar de manera muy elegante la cuestión de la culpa original. El pecado original se traduce en el semen como una infección natural (Summa Teologica, 1-2, 81, 1), pero esto no tiene nada que ver con la traducción del alma racional. El alma está creada porque no puede depender de la materia corporal.
Recordemos que para Tomás los vegetales tienen un alma vegetativa que en los animales es absorbida por el alma sensitiva, mientras que en los seres humanos estas dos funciones son absorbidas por el alma racional, misma que dota al hombre de inteligencia y, añado, hace de él una persona, en cuanto la persona era, por antigua tradición, "sustancia individual de naturaleza racional".
Tomás tiene una visión muy biológica de la formación del feto: Dios introduce el alma sólo cuando el feto adquiere, gradualmente, primero el alma vegetativa y luego el alma sensitiva. Sólo en este momento, en un cuerpo ya formado, se crea el alma racional (Summa Teologica, I, 90). El embrión tiene únicamente alma sensitiva (Summa Teologica, I, 76, 2 y I, 118, 2). En la Summa contra gentiles (II, 89) vuelve a repetirse que hay un orden, una graduación en la generación, "a causa de las formas intermedias de las que está dotado el feto desde el inicio hasta su forma final".
¿En qué momento de la formación del feto se infunde esta alma intelectiva que hace de él una persona para todos los efectos? Sobre este punto la doctrina tradicional era muy cautelosa.
En el comentario de Pietro Caramello a la edición leonina de las obras de Tomás, mientras se reconoce que la doctrina tomista sostiene que el alma se mete en el óvulo fecundado cuando éste "ya está preparado por una organización suficiente", se añade que, "según autores recientes", hay ya "en acto un principio de vida orgánica en el óvulo fecundado".
Pero se trata de una nota muy prudente, porque un principio de vida orgánica puede referirse también a las almas vegetativas y a las sensitivas. En el Suplemento de la Summa Teologica (80, 4) se dice que los embriones no participarán en la resurrección de la carne, si antes no se ha infundido en ellos el alma racional.
* Según el Diccionario de filosofía
de Nicola Abbagnano, traducianismo es "la doctrina que sostiene que el
alma de los hijos nace, como una rama (tradux) del árbol,
de los padres [...] La doctrina opuesta, que considera que toda alma es
creada ex novo, se denomina creacionismo.