MARTES 21 DE NOVIEMBRE DE 2000
Ť Luis Hernández Navarro Ť
La locura de las vacas locas
Otra vez ha vuelto a sonar la señal de alarma. El fantasma de las vacas locas persigue a Europa. Sobre la mesa de discusión se encuentran nuevamente las relaciones existentes entre agricultura industrializada, la higiene alimentaria y el libre comercio.
España cerró sus fronteras a la importación de vacuno proveniente de Francia. Italia prohibió el ingreso de toda carne de res proveniente de animales de más de 18 meses de edad. En dos semanas han caído en más de un tercio las ventas de vacuno en Francia, al tiempo que se prohibió el consumo de mollejas, amígdalas e intestinos de bovinos. El presidente Chirac exigió que se retiren las harinas enriquecidas con carcasas cárnicas. En Portugal se pasó de un caso detectado en 1990 a 170 el año pasado. El comité veterinario de la Unión Europea propuso someter a pruebas 6 millones de animales cada año.
El mal de las vacas locas (ECJ) es una variante de la enfermedad Creutzfeldt-Jacob que los humanos adquieren por consumir carne de res contaminada. Es degenerativa y mortal. Comienza con síntomas psiquiátricos como ansiedad, depresión y cambios de conducta; posteriormente, los enfermos pierden la memoria y el habla.
Para los humanos es un mal reciente. En 1995 se dio a conocer el primer caso de demencia de ECJ en un joven escocés. Surgió como resultado de la manipulación humana de las cadenas alimenticias animales. Proveniente en un comienzo de ovejas británicas enfermas de scrapy (encefalopatía espongiforme), pasó al ganado vacuno a través de los alimentos balanceados elaborados con vísceras de las ovejas enfermas, y de allí a los seres humanos que, a partir de 1995, consumieron la carne bovina.
A pesar de que entre 1985 y 1998 en Inglaterra y Escocia se produjo una epizootia de encefalopatía bovina espongiforme en la que murieron alrededor de 175 mil vacunos, el riesgo que entrañaba para la salud humana no quiso ser reconocido por las autoridades inglesas hasta muy tarde.
En mayo de 1990, el ministro de Agricultura de Gran Bretaña y su hija aparecieron en la televisión devorando una hamburguesa. Pretendía convencer a una inquieta opinión pública de que la enfermedad de las vacas locas no se transmitía a los humanos. A pesar de ello, ese mismo año la Comunidad Europea prohibió en todos los países europeos la carne vacuna y derivados provenientes de Gran Bretaña.
En enero de 1996, Stephen Doll, entonces secretario de Salud del Reino Unido, señaló que la posibilidad de contagio humano de este mal era inconcebible. Sin embargo, dos meses después tuvo que informar al parlamento de la aparición de una variante desconocida de la enfermedad de Creutzfeldt-Jacob y reconocer que su origen podría ser la transmisión al hombre del padecimiento bovino. De inmediato se produjo una caída brusca del consumo de productos de origen vacuno en Gran Bretaña.
Un día después, el diario británico Daily Mirror tituló su primera plana: "ƑPodemos seguir creyéndoles?". Distintos analistas han sugerido que la derrota electoral del John Mayor se originó, en parte, en la crisis de las vacas locas. Hasta la fecha, sólo en Gran Bretaña han muerto a causa de la enfermedad 84 personas.
Amparada en el libre mercado, la enfermedad se expandió a otras naciones. Se han detectado casos de animales influenciados por el mal en Irlanda, Francia, Bélgica, Holanda, Alemania y Canadá, al punto de convertirse en un severo y costoso problema de sanidad pública y de seguridad alimentaria.
La crisis de las vacas locas es el precio que el viejo continente --por lo pronto-- ha pagado al transformar a seres herbívoros en animales carnívoros, parcialmente caníbales; por traspasar la barrera de las especies en la búsqueda de una mayor rentabilidad; por fomentar una alimentación cada vez más artificial en la desbocada competencia por el mercado. Alimentar al ganado vacuno con proteínas animales acelera su nivel de crecimiento significativamente y permite que su producción de leche sea mayor. En los países desarrollados muchos granjeros prefieren engordar su ganado con piensos elaborados con proteínas de origen animal que con pastos o alfalfa. Es un asunto de economías de escala.
La locura de las vacas locas es una llamada de alerta sobre los costos para la salud y el medio ambiente que tiene la agricultura industrial. Es también un desmentido ejemplar a quienes ven en el traspaso de las barreras de las especies el camino a seguir para proveer la alimentación del futuro.