MARTES 21 DE NOVIEMBRE DE 2000

 

Ť Samuel Schmidt Ť

Cuál revolución

Rius es el gran educador mexicano, varias generaciones se informaron con sus libros y costaría trabajo juzgar cuál es el más importante. A mí me sorprendió La Revolucioncita Mexicana, y es que con toda su genialidad le dio al clavo.

La Revolución Mexicana de 1910 sirvió para construir el gran mito cohesionador de la sociedad mexicana. La facción triunfante en la gesta revolucionaria se montó sobre un discurso iniciático que no solamente creaba el concepto de familia revolucionaria, a la cual se subordinaba toda la nación, sino que además creaba la nueva nación mexicana. En 1910 se inauguró la nación mexicana y los ciudadanos debían someterse a los nuevos designios de esta nueva familia, que creaba orden, paz y justicia.

La opinión de Rius sobre la grandeza o no de la revolución tenía un gran valor. Desde que creó Los supermachos y Los agachados había mostrado, en el microcosmos de un pueblo, cómo la revolución no había logrado eliminar las profundas divisiones sociales y, tal vez por esto, en el libro se concentró en el concepto de justicia que, como también indica Carlos Fuentes en La muerte de Artemio Cruz, no se repartió para todos.

La habilidad de los gobiernos posrevolucionarios consistió en convencer a la sociedad que, no obstante la lejanía del cumplimiento de promesas, la revolución seguía viva y era una realidad que tarde o temprano cumpliría las expectativas y esperanzas de todos.

El discurso es de una belleza indescriptible porque se presta para manejos muy amplios. Dio lugar a lemas como "La solución somos todos", de López Portillo, o al espíritu revolucionario de Carlos Salinas, quien sostenía que él haría la revolución dentro de la revolución. Tenía tal arraigo la simbología que llegó a ser suficiente nombrar a los hijos como algún líder revolucionario, para mostrar las verdaderas inclinaciones de los políticos (la última hija de Salinas se llama Emilia y nació en Cuba porque según el ex presidente es el único país libre del continente) y hasta Zedillo cayó en la veleidad (el otro día me enteré que alguien del equipo de Fox dice que Zedillo es un lefty, šya estaríamos!). Lo cierto es que la revolución quedó en símbolos y envejeció prematuramente.

Y ahora, cuando el espíritu foxista está desatado, según ellos, creándonos la nueva patria, Ƒacaso consideraremos que el 2 de julio del 2000 es la nueva fecha revolucionaria?, Ƒlos conservadores en el poder seguirán celebrando el 20 de noviembre? Giro extraño, por cierto, que los conservadores, que parecen sacados de un arcón enterrado en el siglo XIX, ahora asuman que son los que transformarán al país, me imagino que para rescatarlo del izquierdismo de Zedillo. ƑSe imagina hasta dónde llegaremos en la derechización del país?

Todos los gobiernos necesitan una iconografía, requieren su panteón de hombres ilustres (el PAN no tiene mujeres ilustres, solamente les reconoce que trabajen para darle el poder a los hombres) y, por ende, debemos preguntarnos hasta dónde enterrarán el pasado, ese glorioso siglo XX, que los priístas presumían, diciendo que en México se había realizado la primera revolución social del mundo y que fue gracias a ellos.

Ahora se deberá reconocer la aportación histórica de aquéllos que lucharon y murieron por la democracia y la libertad, esto obligará a reescribir la historia mexicana, pero Ƒqué tal si no hay suficientes conservadores para llenar el almanaque? ƑRecurrirá el gobierno al viejo truco estalinista de desaparecer de las fotos a los personajes incómodos políticamente? ƑO veremos personajes incómodos ocupando un lugar que no les pertenece? Aunque en verdad creo que la pregunta de fondo consiste en dilucidar si el año 2000 representará el inicio de una revolución o, si en cambio, mostrará una involución, lanzándonos en un viaje digno de Lewis Carroll en un remolino hacia las profundidades de los tiempos más oscuros de la nación.

La idea de revolución se asocia con un cambio drástico y con el progreso. Las grandes revoluciones como la mexicana, soviética, china, cubana, etcétera, debían producir una mejoría sustancial para la sociedad y no solamente la destrucción del antiguo régimen. Sin embargo, todas ellas produjeron gobiernos autoritarios --y algunas de ellas dictaduras brutales--, generaron beneficios sociales, que para muchos perdieron valor frente a la ausencia de libertad y, ciertamente, en muy pocas décadas anularon la grandeza de naciones libres y creativas, porque los individuos fueron sometidos ante las necesidades del poder político.

La historia muestra que las revoluciones no duran por siempre. Claro que siempre hay que preguntar si su efecto fue el adecuado o no. En el caso de la Revolución Mexicana, una de las mejores definiciones me la dio Rius cuando me dedicó su libro. Como el título en interiores estaba mal impreso, el anotó a mano: "Salió mal, igual que la Revolución ésta...".

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