MIERCOLES 22 DE NOVIEMBE DE 2000

 


Ť Marcos Roitman Rosenmann Ť

El sentido común y la acción política

El uso y abuso del sentido común para justificar y explicar decisiones políticas contradictorias con el buen sentido y el bien común forma parte de la retórica neoliberal. Igualmente se invoca el sentido común para justificar propuestas tales como la tercera vía: lo menos malo y lo mejor del capitalismo juntos. Nuevo capitalismo con rostro humano. Ni fascismo ni mercantilismo. Economía de mercado, al mismo tiempo competitiva y solidaria. Así podría sintetizarse la propuesta.

Sin embargo, afirmaciones como la anterior deben ser sometidas a un primer baremo: el proveniente del sentido común, esa capacidad de juicio para comprender y captar lo evidente. Igualmente, no resulta raro confundir el signifi- cado de opinión común con el significado de sentido común. Mientras la opinión común se forma a partir de informaciones y hechos considerados socialmente relevantes para los medios de comunicación social, la formación del sentido común requiere un proceso de aprendizaje íntimamente relacionado con la formación ética del ser social. Por ello, cuando se invoca el sentido común para justificar políticas antisociales y represivas se está travistiendo su significado.

Para destacar la importancia que tiene el significado de sentido común podemos junto a Gadamer decir que "el sano sentido común, llamado también 'entendimiento común' se caracteriza de hecho de una manera decisiva por la capacidad de juzgar. Lo que constituye la diferencia entre el idiota y el discreto es que aquél carece de capacidad de juicio, esto es, no está en condiciones de subsumir correctamente ni en consecuencia de aplicar correctamente lo que ha aprendido y lo que sabe".

Si tener sentido común es una capacidad para juzgar lo evidente desde el saber aprendido y el conocimiento, concluimos diciendo que es un momento específico en la formación de la ciudadanía ético-política. Por ello, no se puede, en su nombre, tomar decisiones atentatorias contra el mismo. Ahora me refiero al conjunto de prácticas políticas habituales tendentes a justificar la represión y la violencia de Estado evocando el uso del sentido común como eximiente de responsabilidad. Así, sería de sentido común flexibilizar el mercado de trabajo con el fin de ser más competitivos y garantizar la expansión de la economía. Igualmente es de sentido común orientar las decisiones hacia un orden fundado en los principios de la economía de mercado. De sentido común es privatizar, globalizarse o buscar el máximo de beneficio en nuestra acciones.

Pongamos un ejemplo para darnos cuenta como, por el contrario, estas decisiones no tienen nada de sentido común, es más, destruyen su significado. Desde hace más de 30 años en España se dice que el problema de ETA es de seguridad y que como tal hay que tratarlo. Así, desde las políticas penitenciarias hasta las acciones de Estado se han caracterizado por potenciar una visión militar, judicial y policial del mismo. Continuamente se nos señala, tras acciones policiales y de inteligencia militar, la desarticulación final. Es más, cuando ello no se produce se trabaja desde la razón de Estado. Los batallones vasco-españoles y el GAL son buen ejemplo. Se sigue en esta línea y no se cambia. El problema sigue vigente. Es de sentido común darse cuenta que esta estrategia ha fracasado. Los atentados siguen. El único momento de tregua viene determinado por el propio hacer de los partidos políticos del llamado nacionalismo vasco. Esconder las raíces del problema y limitar su definición a un problema de terrorismo es no reconocer lo evidente. Por ello es de sentido común aplicar la definición de Gadamer: la diferencia entre el discreto y el idiota es que este último no está en capacidad de subsumir el saber y lo aprendido para juzgar de lo evidente.

Si queremos recuperar la cordura, el sentido común, debemos, pues, darnos cuenta de los límites que tiene seguir manteniendo una postura cuyo único resultado ha sido la agudización del problema. Quizás ejemplos de sentido común como el de Irlanda del Norte o en México con la negociación y reconocimiento político del EZLN, ayuden a reconducir bajo otros parámetros políticos, el del sentido común, la acción política de los gobiernos del reino de España. De lo contario, la solución se postergará sine die.