JUEVES 23 DE NOVIEMBRE DE 2000

 


Ť Orlando Delgado Ť

Torpezas económicas

A solamente unos cuantos días de que el nuevo equipo económico asuma la responsabilidad del diseño de la política económica, el próximo secretario de Comercio, y hasta este momento coordinador del equipo económico de transición, Luis Ernesto Derbez, ha explicitado su opinión sobre el programa de modernización neoliberal implantado en México.

Su crítica, publicada por el semanario Proceso, no es al modelo como tal, sino específicamente a la manera en que se impulsó, ya que a pesar del blindaje financiero, las importantes reservas existentes, los equilibrios macroeconómicos alcanzados, deja graves problemas: "la difícil situación de la economía es producto de errores, equívocos, confusiones y dogmatismos de quienes condujeron la economía nacional en los últimos 18 años".

En algunos temas, la opinión es compartible: la apertura económica se realizó sin considerar la situación de la industria nacional y de las cadenas productivas, olvidando particularmente al pequeño y mediano empresario, lo que provocó que la generación de empleo se estancase y desapareciera la industria. El argumento es cierto, pero recordar el contexto en el que se impulsó la primera parte de esta apertura permite precisar cuáles fueron las prioridades y establece la naturaleza de los errores de esa conducción económica.

El aceleramiento de la apertura en ciertos sectores ocurrió en el curso del programa de estabilización de mayor alcance: el Pacto de Solidaridad Económica, transformado después en el Pacto para la Estabilidad y el Crecimiento Económico, cuya duración formal fue de cinco años (1988-1992), aunque su importancia mayor se dio en los primeros tres.

Durante esos años, el tipo de cambio se utilizó como ancla nominal del proceso de reducción de la inflación, que se acompañó de reducciones arancelarias y eliminación de los permisos de importación, precisamente en las actividades en las que los empresarios se resistían a atemperar el incremento de sus precios; el ejemplo más claro de esta política fue la apertura en el sector textil y de la confección.

En todo el proceso, los economistas que condujeron la política económica, cuyas credenciales académicas eran pretendidamente extraordinarias lo que los acreditaba como prácticamente infalibles, se condujeron con estricto apego a la ortodoxia neoliberal: lo primero es la estabilización de la economía, lo cual ciertamente demanda una serie de acciones fiscales, cambiarias, de acumulación de reservas internacionales, pero con el objetivo fundamental de reducir la inflación. De este modo, fueron claramente dogmáticos, además de autoritarios.

Los precios redujeron su ritmo de crecimiento, ayudados por la apertura externa y la política cambiaria, lo cual produjo impactos negativos en diferentes aspectos, como señala Derbez: reducido nivel de competitividad de las empresas productoras de bienes no comerciables, que las elimina de la competencia y, sobre todo, "sólo un tercio de las empresas y de la población se han beneficiado de esa apertura y de la globalización". Aunque es una exageración señalar que un tercio de la población se ha beneficiado, lo relevante es el reconocimiento de impactos negativos; por ello, es indispensable establecer las prioridades, y así advierte que "si la inflación no es eliminada... todo mexicano, sobre todo aquél que no tiene un ingreso que le permita sortear la crisis, va a acabar peor que antes". Pero también reconoce que hace falta una posición fiscal que permita al Banco de México "una política monetaria que lleve a bajar las tasas de interés y a un ajuste suave del tipo de cambio, hacia un nivel de equilibrio que permita a las empresas ser competitivas".

La obsesión priísta por alcanzar una inflación similar a la de nuestros socios comerciales, no existirá en el próximo gobierno, según el coordinador económico del equipo de transición; sin embargo, frente a la instrumentación del último corto, las opiniones del presidente electo fueron en un sentido diferente y mostraron poco conocimiento de los impactos negativos de esa medida restrictiva, ponderando la autonomía del banco central y la imposibilidad de que el peso se sobrevalúe dado que su paridad la fija el mercado.

El próximo presupuesto y la política económica que lo sostiene no mostrarán cambios significativos, salvo la "eficiencia en el gasto", cuando el asunto de mayor relevancia está en los ingresos, los que permitirían evitar los impactos negativos de la política monetaria restrictiva. Así que en éste, como en otros aspectos centrales de la oferta de Fox, habrá que esperar; veremos si las torpezas y los dogmatismos no se repiten.