MIERCOLES 29 DE NOVIEMBRE DE 2000

 

Ť José Steinsleger Ť

Tango feroz

Buenos Aires, enero de 1984. El coronel Mohammed Alí Seineldín, comando de la noche, baja la cabeza y carraspea llevándose la mano derecha a la boca. Alza la vista, mira al juez detrás de los lentes y dice: "Pregunte ahora. En unos años más no le va a quedar mucho tiempo".

Noviembre de 1984. La Comisión Nacional de la Desaparición de Personas, presidida por el escritor Ernesto Sábato, publica el informe Nunca Más. En diciembre de 1985, Videla, Massera y otros genocidas son condenados a cadena perpetua. La Cámara Federal de Apelaciones prueba que los militares no cometieron "excesos", sino que ejecutaron un plan criminal destinado a la desaparición forzada de personas.

Febrero de 1986. Con el fin de aquietar los ánimos en las filas militares, el presidente Raúl Alfonsín envía al Congreso la Ley de Punto Final. Ley que fracasa porque si bien obtuvo 126 votos a favor y 16 en contra, no detiene las citaciones judiciales a numerosos oficiales de menor graduación.

Marzo de 1987. Semana Santa. Un grupo de oficiales encabezados por el teniente coronel Aldo Rico se alza en armas. Exige el fin de los juicios y amnistía para los condenados. Un millón de personas se moviliza para defender la democracia. Pero Alfonsín pacta con los golpistas y envía al Congreso la Ley de Obediencia Debida, que exime de culpa a los militares, alegando que actuaron en cumplimiento de "órdenes superiores".

Enero de 1988. Segundo alzamiento militar de Aldo Rico. La sociedad permanece a la expectativa y sólo se movilizan las juventudes de los partidos políticos. Rico es procesado y separado del Ejército. Meses más tarde estalla el tercer alzamiento, protagonizado por Seineldín. Ahora, sólo la izquierda defiende la democracia en las calles.

Enero de 1989. Persuadido de la inminencia de otro golpe militar, un sector del movimiento Todos por la Patria (posiblemente infiltrado por los servicios de inteligencia) toma el cuartel de La Tablada en las inmediaciones de la capital federal. La ciudadanía asiste al combate por televisión. Estupefacta, observa a los tanques del Ejército pasando una y otra vez sobre los cuerpos de los insurgentes. Los sobrevivientes son detenidos y sometidos a juicio. Enrique Gorriarán Merlo, jefe del grupo, consigue fugarse y años después será detenido en Tepoztlán, estado mexicano de Morelos, y deportado a la Argentina en un abrir y cerrar de ojos.

Julio de 1989. Acosado por la hiperinflación y los grandes grupos económicos, Alfonsín entrega el poder. Carlos Menem asume la presidencia, seis meses antes de lo previsto por la Constitución. Contra todo pronóstico, el gobernante aplica un plan económico ultraprivatizador. Las fuerzas armadas, que a sangre y fuego contribuyeron a desmantelar el aparato productivo del país, empiezan a resentir los efectos devastadores del capitalismo salvaje.

Diciembre de 1990. Cuarta sublevación militar. Frente a la Casa Rosada se entablan sangrientos combates. Desde su lugar de detención, Seineldín asume la responsabilidad de los hechos. "El ejército se muere de hambre", señala en un comunicado. El 28, día de los Santos Inocentes, Menem indulta a los genocidas y a los jefes guerrilleros del periodo 1976-83. El decreto excluye al grupo de La Tablada. En 1994, Menen reivindica la represión militar y Julio César Strassera, fiscal del juicio a los juntas, declara: "El presidente ha escupido la cara de las víctimas" (revista La Maga, 9/11/94).

Noviembre de 2000. En los pasados 30 días la sociedad argentina viene empleando, de un modo recurrente, la expresión "crisis terminal" para referirse al acatamiento masivo a la huelga general de 36 horas, convocada por los trabajadores. Con términos similares, el vicepresidente Carlos Chacho Alvarez justificó el abandono del cargo en la primera semana de octubre. "Crisis terminal" es la que también sufren los 13 presos de La Tablada, que llevan tres meses en huelga de hambre para que se revise su causa.

Cuando asumió el poder, Menem prometió la "revolución productiva". Diez años después reconoció: "si decía lo que iba a hacer no me hubiesen votado". Simultáneamente, en plena campaña electoral, Fernando de la Rúa declaró: "porque no queremos más un país de la indiferencia ni un país de la desigualdad ni del dolor". A un año de haber asumido el mando, nadie cree en el presidente. Y al menemismo-delarruista le quedan por delante tres años de... "democracia".

Los teóricos de la democracia platónica, la libertad excluyente y el terrorismo económico neoliberal insisten en la posibilidad de cuadrar el círculo vicioso. Sin embargo, informes de Standard and Poor's, Moody's y otras policías financieras (que eufemísticamente se llaman "calificadoras") aseguran que en el país rioplatense la "perspectiva de riesgo" pasó de "estable" a "negativa".

ƑQué quieren decir con eso? Muy simple: que los argentinos se cansaron del capitalismo salvaje y sólo les queda la lucha por la democracia efectiva, es decir contra el Estado gerencial, que asocia "imperio de la ley" con políticos corruptos y empresarios voraces, y contra las cíclicas dictaduras del Fondo Monetario y el Banco Mundial.