JUEVES 30 DE NOVIEMBRE DE 2000
Ť Astillero Ť
Ť Julio Hernández López Ť
Ernesto Zedillo vivirá hoy su último día como presidente de México
Pocos supusieron, seis años atrás, que entregaría el poder como lo hará mañana, sin devaluaciones monetarias ni crisis. Más bien, muchos de quienes le vieron emerger como candidato suplente, a la muerte de Luis Donaldo Colosio, le auguraron catástrofes políticas de toda índole, incluyendo la caída de la silla por considerarlo falto de oficio político e, inclusive, desprovisto de la pasión necesaria para aprender a ejercer el enorme poder presidencial depositado en sus manos por circunstancias fortuitas.
ƑExito político personal?
A contrapelo de tales suposiciones generalizadas, Zedillo ha terminado su sexenio y, aún más, lo ha hecho en términos de éxito político personal que esta columna no desea regatear en este último día de su presidencia. (Uno de los regalos diarios que recibe este tecleador es la correspondencia de lectores que, a veces con gran pasión, refutan o apoyan algunos de los señalamientos que aquí se hacen. Es muy probable que buena parte de ellos rechace la idea de que Zedillo haya tenido "éxito político personal" y, entre otros argumentos, mencionarán el lado oscuro de la presidencia zedillista, con ejemplos como Chiapas, la UNAM, el Fobaproa, Acteal y Aguas Blancas (ayer mismo, el subcomandante Marcos expresó que Zedillo perdió la guerra en Chiapas, y le advirtió que sabrá ahora lo que es ser perseguido día y noche). Esos y otros puntos negativos han sido exhibidos constantemente en esta sección a lo largo de sus tres años y medio de existencia, de tal manera que, con el permiso de la concurrencia, cuando menos en esta ocasión postrera se habrán de enumerar aquí algunos de los aspectos positivos de la última presidencia priísta consecutiva.
ƑDe veras no fue político, sino tecnócrata?
A Ernesto Zedillo se le ha considerado siempre un excelente ejemplo del tecnócrata que no entiende la política. Gran economista, se decía, y se le suponía siempre atento a una computadora, angustiado por índices macroeconómicos y variables financieras, ajeno a sensibilidades sociales y a análisis políticos. Ciertamente, los resultados netos de su gestión, en términos macroeconómicos, son positivos, aunque, para lograrlos, se hubo de degradar el nivel de vida de los mexicanos.
Pero el estilo frío, distante, salpicado de chispas de humor muchas veces poco celebrables, ha impedido apreciar que, para no ser político, Zedillo cumplió con tareas que al más pintado de los grillos tricolores podrían habérsele atragantado.
Contuvo y aniquiló a Salinas
Zedillo, el no político, el impolítico, libró una batalla cerrada, mortal, con un tecnócrata que gustaba de dárselas de gran genio político: Carlos Salinas de Gortari. Zedillo no sólo mantuvo a raya a su antecesor, convertido en viajero permanente, sino que, además, terminó aniquilando, con un audiocaset indiscreto, la pretensión del ex presidente, calculada y preparada a lo largo de varios años, de recomponer la figura y lanzar un ataque presuntamente terminal contra el mandatario saliente.
Controló al PRI
Hay otro dato: Zedillo, a pesar del maltrato permanente que dio a la clase priísta, tuvo la habilidad suficiente para mantener bajo absoluto control al aparato de ese partido --la nomenklatura a la que Salinas culpa de parte de sus males- a la hora de imponerles el triunfo de Vicente Fox. No hubo revueltas ni revoluciones. Apenas ahora, cuando ya lo ven de salida, algunos priístas empiezan a balbucear las críticas que en la plenitud del poder presidencial no se atrevieron a hacer.
Más poder postrero que ningún otro
Y, en este mismo tenor, tampoco es desdeñable el hecho de que Zedillo mantuviese el poder casi hasta el último día, con una firmeza que nunca antes tuvo otro mandatario cuando su sucesor ya estaba no digamos electo, sino inclusive desde que era apenas candidato del PRI-aplanadora. Zedillo mantuvo fuerza inclusive teniendo a un protagónico presidente electo peleando el escenario.
Respeto a la crítica
Otro aspecto en el que no debe haber ninguna mezquindad para reconocerlo como mérito de Zedillo, es el del respeto que mantuvo al ejercicio periodístico, y en especial al crítico.
Se decía, entre seriedad y broma, que el Presidente no ejercía algún tipo de presión, o de censura, porque el periodismo escrito en español no le interesaba, ni lo leía, pues su fuente de información eran los diarios extranjeros, en especial los estadunidenses. Fuese o no cierta tal versión, lo cierto es que Zedillo mantuvo una línea ajena a las tentaciones de control y enfrentamiento que tan ampliamente desarrolló su antecesor, Salinas, y que en poco tiempo ya ha prefigurado su sucesor, Fox.
A Fernando Lerdo de Tejada, quien fue durante largo tiempo su coordinador de comunicación social, le tendría expresa y tajantemente prohibido hacer cualquier tipo de llamada que pudiese ser entendida por un periodista como regaño, amenaza o coacción. Ciertamente, Lerdo de Tejada hablaba con directivos, columnistas y reporteros, dando la versión de la Presidencia respecto a determinados hechos, y cuando era necesario corregir o desmentir públicamente alguna información así lo hacía -tal cual corresponde, de manera legítima, a todo vocero o encargado de comunicación social-, pero nunca hubo -al menos en lo que este gerente general del Astillero conoce por experiencia propia- una sola insinuación en algún sentido que pudiese significar falta de respeto al criterio del columnista, ni mucho menos la intención de frenar o desviar el curso de determinados comentarios.
El difícil oficio de seguir viviendo aquí
Hace algunos días, cuando en esta sección se apuntó que Zedillo será un ex presidente que caminará tranquilamente por las calles de México, hubo algunos lectores que protestaron por lo que consideraron un benévolo comentario, e hicieron un rápido sumario de las graves fallas que, a su juicio, serían reclamadas por siempre y en todo lugar al mandatario saliente.
No le parece a este tecleador, sin embargo, que en el ánimo popular haya fuertes intenciones de recriminar a Zedillo. A mucha gente le basta para no censurarlo el hecho de que haya permitido la alternancia en el poder. Ese será finalmente el hecho histórico que le marcará. Pero, además, Zedillo no abusó del poder en favor de sí mismo ni agravió con su conducta personal -salvo, en algunas ocasiones, con sus chistes- a los mexicanos. Queda pendiente, en un apartado que el salinismo hará brotar en cuanto le sea posible, el asunto de su hermano Rodolfo, al que se acusa de haber hecho múltiples negocios al amparo del apellido. Sin embargo, hasta donde se sabe, no fue la ambición de riqueza la que movió a Zedillo, ni hay indicios, hasta estos momentos, de corrupción y saqueo, como sucedió con la gran mayoría de sus antecesores.
En paz consigo mismo
Zedillo se va, o al menos así luce, con la conciencia tranquila. Es un estudiante de dieces que abandona la escuela sabiendo que hizo la tarea, o lo que él consideró que era la tarea. No se va del país ni parece que tenga razones para andar pronto fugitivo o itinerante. Deja una moneda a la que los exportadores consideran sobrevaluada, por lo cual exigen pronto sea menospreciada. El país está en calma, sin convulsiones graves ni estallidos de violencia. Es, después de todo, un buen saldo político personal para un tecnócrata que no quería ser presidente.
Astillas: La convocatoria hecha ayer por Fox ante el Foro Iberoamérica, en el sentido de democratizar a la democracia, podría llevar a considerar que el que democratizare a la democracia será un buen democratizador... René Bejarano será el secretario particular de López Obrador, pero, como ya se ha dicho aquí, sus funciones serán mucho mayores que las que sugiere el cargo por sí mismo. Por cierto, Alejandro Ordorika, quien fue candidato a jefe de Gobierno por el PARM y declinó en favor del tabasqueño, será director de gobierno... Hasta mañana...
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